CIUDAD DEL VATICANO, 30 MAR 2007 (VIS).-Ayer por la tarde, en la basílica vaticana, el Papa presidió una celebración de la Penitencia con miles de jóvenes de la diócesis de Roma, en preparación para la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebra el próximo 1 de abril, Domingo de Ramos, sobre el tema: "Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros" (Jn 13,34).
"En el corazón de todo ser humano, mendigo de amor -dijo el Papa en su homilía- hay sed de amor. Más aún, el cristiano no puede vivir sin amor. Si no encuentra el amor verdadero ni siquiera puede definirse plenamente cristiano porque (...) "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".
"El amor de Dios por nosotros, que inició con la creación -explicó-, se hizo visible en el misterio de la Cruz. (...) Un amor crucificado que no se detiene en el escándalo del Viernes Santo, sino que culmina en la alegría de la Resurrección (...) y en el don del Espíritu Santo, espíritu de amor, por medio del cual, también hoy, serán perdonados los pecados y concedidos el perdón y la paz".
Este amor divino se describe "con el término ágape, es decir, amor oblativo que busca exclusivamente el bien del otro -dijo el Papa-, pero también con el término eros" porque "es por igual un amor donde el corazón mismo de Dios Omnipotente espera el sí de sus criaturas. (...) En el sacrificio de la Cruz, Dios sigue proponiendo su amor, (...) viniendo a mendigar amor de su criatura".
"Con el Bautismo habéis nacido ya a una vida nueva en virtud de la gracia de Dios -observó el Santo Padre-, pero como esta nueva vida no ha acabado con la debilidad de la naturaleza humana (...) se os brinda la oportunidad de acercaos al sacramento de la confesión. Experimentáis así el "perdón de los pecados", la reconciliación con la Iglesia; la recuperación del estado de gracia, si se ha perdido, (...) la paz y la serenidad de la conciencia y el consuelo del espíritu, el aumento de las fuerzas espirituales para la lucha cristiana".
Cristo "espera que nos dejemos atraer por su amor y experimentemos toda su grandeza y belleza, pero no es bastante. Cristo nos lleva a sí para unirse a cada uno de nosotros, para que por nuestra parte aprendamos a amar a los hermanos con su mismo amor".
Al salir de esta celebración (...) estad preparados para osar el amor en vuestras familias, en las relaciones con vuestros amigos y con quien os ha ofendido. Estad preparados para dar un testimonio auténticamente cristiano" en todos los ambientes.
Después, dirigiéndose a los novios, Benedicto XVI les pidió que vivieran el noviazgo "en el amor verdadero, que comporta siempre el respeto recíproco, casto y responsable", y agregó que "si Dios llama a alguno de vosotros a una vida de consagración particular, estad dispuestos a responder con un sí generoso y sin compromisos".
"Queridos chicos y chicas -concluyó el Papa- el mundo espera esta aportación vuestra para la edificación de la civilización del amor. (...) No os desaniméis y confiad siempre en Cristo y en la Iglesia".
Acabada la liturgia, Benedicto XVI se puso una estola morada y entró en un confesionario para administrar el sacramento de la Reconciliación a seis jóvenes. Otros 55 sacerdotes hicieron lo mismo.
HML/PENITENCIA/... VIS 20070330 (560)
"En el corazón de todo ser humano, mendigo de amor -dijo el Papa en su homilía- hay sed de amor. Más aún, el cristiano no puede vivir sin amor. Si no encuentra el amor verdadero ni siquiera puede definirse plenamente cristiano porque (...) "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".
"El amor de Dios por nosotros, que inició con la creación -explicó-, se hizo visible en el misterio de la Cruz. (...) Un amor crucificado que no se detiene en el escándalo del Viernes Santo, sino que culmina en la alegría de la Resurrección (...) y en el don del Espíritu Santo, espíritu de amor, por medio del cual, también hoy, serán perdonados los pecados y concedidos el perdón y la paz".
Este amor divino se describe "con el término ágape, es decir, amor oblativo que busca exclusivamente el bien del otro -dijo el Papa-, pero también con el término eros" porque "es por igual un amor donde el corazón mismo de Dios Omnipotente espera el sí de sus criaturas. (...) En el sacrificio de la Cruz, Dios sigue proponiendo su amor, (...) viniendo a mendigar amor de su criatura".
"Con el Bautismo habéis nacido ya a una vida nueva en virtud de la gracia de Dios -observó el Santo Padre-, pero como esta nueva vida no ha acabado con la debilidad de la naturaleza humana (...) se os brinda la oportunidad de acercaos al sacramento de la confesión. Experimentáis así el "perdón de los pecados", la reconciliación con la Iglesia; la recuperación del estado de gracia, si se ha perdido, (...) la paz y la serenidad de la conciencia y el consuelo del espíritu, el aumento de las fuerzas espirituales para la lucha cristiana".
Cristo "espera que nos dejemos atraer por su amor y experimentemos toda su grandeza y belleza, pero no es bastante. Cristo nos lleva a sí para unirse a cada uno de nosotros, para que por nuestra parte aprendamos a amar a los hermanos con su mismo amor".
Al salir de esta celebración (...) estad preparados para osar el amor en vuestras familias, en las relaciones con vuestros amigos y con quien os ha ofendido. Estad preparados para dar un testimonio auténticamente cristiano" en todos los ambientes.
Después, dirigiéndose a los novios, Benedicto XVI les pidió que vivieran el noviazgo "en el amor verdadero, que comporta siempre el respeto recíproco, casto y responsable", y agregó que "si Dios llama a alguno de vosotros a una vida de consagración particular, estad dispuestos a responder con un sí generoso y sin compromisos".
"Queridos chicos y chicas -concluyó el Papa- el mundo espera esta aportación vuestra para la edificación de la civilización del amor. (...) No os desaniméis y confiad siempre en Cristo y en la Iglesia".
Acabada la liturgia, Benedicto XVI se puso una estola morada y entró en un confesionario para administrar el sacramento de la Reconciliación a seis jóvenes. Otros 55 sacerdotes hicieron lo mismo.
HML/PENITENCIA/... VIS 20070330 (560)
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