CIUDAD DEL VATICANO, 26 OCT 2006 (VIS).-Benedicto XVI recibió hoy las cartas credenciales de Frank De Coninck, nuevo embajador de Bélgica ante la Santa Sede.
Recordando que Bélgica fue parte activa desde el principio del "gran proyecto de construcción europea", el Santo Padre elogió los logros alcanzados en ese ámbito en los últimos cincuenta años. "El continente europeo encuentra poco a poco su unidad en la paz, y la Unión Europea ha pasado a ser una fuerza económica de primer orden, así como un signo de esperanza para muchos".
Ahora, frente a "las exigencias de la globalización de los intercambios y de la solidaridad entre los seres humanos", Europa debe "continuar abriéndose y comprometiéndose en las grandes obras del planeta". En primer lugar, "la cuestión de la paz y de la seguridad, (...) la situación internacional debilitada por los conflictos, (...) en particular en Oriente Medio y las situaciones siempre dramáticas en Tierra Santa, Líbano e Irak, así como en África y Asia".
Benedicto XVI habló después de los retos que "conciernen al futuro del ser humano y a su identidad", afirmando que "los progresos inmensos de la técnica han revolucionado muchas prácticas en el ámbito de la ciencia médica, mientras que la liberalización de las costumbres ha relativizado normas que parecían intangibles. (...) En las sociedades occidentales caracterizadas además por la superabundancia de bienes de consumo y por el subjetivismo, el ser humano se enfrenta a una crisis de significado", mientras "surgen legislaciones que cuestionan el respeto de la vida humana".
"La Iglesia, basándose en su larga experiencia y en el tesoro de la Revelación que recibió en depósito para compartirlo, recuerda con firmeza su convicción a propósito del ser humano y de su destino prodigioso", dijo el Papa, y agregó que "cuando los obispos de Bélgica hablan a favor del desarrollo de los cuidados paliativos, con el fin de permitir que mueran con dignidad los que lo desean, o cuando intervienen en los debates de la sociedad, para recordar que existe "una frontera moral invisible ante la cual el progreso técnico debe inclinarse: la dignidad del hombre", piensan en servir a toda la sociedad indicando las condiciones de un futuro verdadero de libertad y de dignidad para el hombre. Con ellos, invito a los responsables políticos encargados de legislar a (...) que sopesen atentamente su responsabilidad y los retos de estas cuestiones".
"Bélgica -recordó Benedicto XVI- se construyó alrededor del principio monárquico, poniendo al rey como garante de la unidad nacional y del respeto de las particularidades lingüísticas y culturales de cada comunidad en el seno de la nación. (...) La unidad de un país (...) requiere por parte todos la voluntad de servir el interés común y de conocerse mejor gracias al diálogo y al enriquecimiento mutuo. Hoy, la acogida de los emigrados cada vez más numerosos y la multiplicación sobre el mismo suelo de comunidades diferentes por su cultura de origen o su religión hacen absolutamente necesario, en nuestras sociedades, el diálogo entre las culturas y entre las religiones".
"Es necesario conocerse mejor -concluyó el Papa-, respetando las convicciones religiosas de cada uno y las exigencias legítimas de la vida social, conforme a las leyes corrientes, acogiendo a los inmigrados, de modo que se respete siempre su dignidad", mediante "una política de inmigración que concilie los intereses del país de acogida y el necesario desarrollo de los países menos favorecidos, política sostenida también por una voluntad de integración que impida situaciones de rechazo o de ausencia de derechos, como revela el drama de las personas "sin papeles". Evitaremos así los riesgos del (...) nacionalismo exacerbado o de la xenofobia, y podremos esperar un desarrollo armonioso de nuestras sociedades".
CD/CREDENCIALES/BELGICA:DE CONINCK VIS 20061026 (620)
Recordando que Bélgica fue parte activa desde el principio del "gran proyecto de construcción europea", el Santo Padre elogió los logros alcanzados en ese ámbito en los últimos cincuenta años. "El continente europeo encuentra poco a poco su unidad en la paz, y la Unión Europea ha pasado a ser una fuerza económica de primer orden, así como un signo de esperanza para muchos".
Ahora, frente a "las exigencias de la globalización de los intercambios y de la solidaridad entre los seres humanos", Europa debe "continuar abriéndose y comprometiéndose en las grandes obras del planeta". En primer lugar, "la cuestión de la paz y de la seguridad, (...) la situación internacional debilitada por los conflictos, (...) en particular en Oriente Medio y las situaciones siempre dramáticas en Tierra Santa, Líbano e Irak, así como en África y Asia".
Benedicto XVI habló después de los retos que "conciernen al futuro del ser humano y a su identidad", afirmando que "los progresos inmensos de la técnica han revolucionado muchas prácticas en el ámbito de la ciencia médica, mientras que la liberalización de las costumbres ha relativizado normas que parecían intangibles. (...) En las sociedades occidentales caracterizadas además por la superabundancia de bienes de consumo y por el subjetivismo, el ser humano se enfrenta a una crisis de significado", mientras "surgen legislaciones que cuestionan el respeto de la vida humana".
"La Iglesia, basándose en su larga experiencia y en el tesoro de la Revelación que recibió en depósito para compartirlo, recuerda con firmeza su convicción a propósito del ser humano y de su destino prodigioso", dijo el Papa, y agregó que "cuando los obispos de Bélgica hablan a favor del desarrollo de los cuidados paliativos, con el fin de permitir que mueran con dignidad los que lo desean, o cuando intervienen en los debates de la sociedad, para recordar que existe "una frontera moral invisible ante la cual el progreso técnico debe inclinarse: la dignidad del hombre", piensan en servir a toda la sociedad indicando las condiciones de un futuro verdadero de libertad y de dignidad para el hombre. Con ellos, invito a los responsables políticos encargados de legislar a (...) que sopesen atentamente su responsabilidad y los retos de estas cuestiones".
"Bélgica -recordó Benedicto XVI- se construyó alrededor del principio monárquico, poniendo al rey como garante de la unidad nacional y del respeto de las particularidades lingüísticas y culturales de cada comunidad en el seno de la nación. (...) La unidad de un país (...) requiere por parte todos la voluntad de servir el interés común y de conocerse mejor gracias al diálogo y al enriquecimiento mutuo. Hoy, la acogida de los emigrados cada vez más numerosos y la multiplicación sobre el mismo suelo de comunidades diferentes por su cultura de origen o su religión hacen absolutamente necesario, en nuestras sociedades, el diálogo entre las culturas y entre las religiones".
"Es necesario conocerse mejor -concluyó el Papa-, respetando las convicciones religiosas de cada uno y las exigencias legítimas de la vida social, conforme a las leyes corrientes, acogiendo a los inmigrados, de modo que se respete siempre su dignidad", mediante "una política de inmigración que concilie los intereses del país de acogida y el necesario desarrollo de los países menos favorecidos, política sostenida también por una voluntad de integración que impida situaciones de rechazo o de ausencia de derechos, como revela el drama de las personas "sin papeles". Evitaremos así los riesgos del (...) nacionalismo exacerbado o de la xenofobia, y podremos esperar un desarrollo armonioso de nuestras sociedades".
CD/CREDENCIALES/BELGICA:DE CONINCK VIS 20061026 (620)
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