CIUDAD DEL VATICANO, 12 SEP 2006 (VIS).-La catedral de San Pedro, en Ratisbona, fue esta tarde el centro de una celebración ecuménica de las Vísperas en la que participaron representantes de diversas iglesias y comunidades eclesiales bávaras, así como de las iglesias luterana y ortodoxa de Baviera y miembros de la comisión ecuménica de la Conferencia Episcopal Alemana.
Antes de llegar al templo, el Papa se detuvo en la iglesia de San Ulrich, a menos de 100 metros de la catedral, donde le saludaron el preboste y el rector de la iglesia, así como el presidente de la comunidad judía de Baviera. Después, en procesión junto con los representantes de las otras confesiones, se dirigió a la catedral de cuyo célebre coro ha sido director durante dos décadas monseñor Georg Ratzinger, que ahora es director emérito de esa institución.
"Nos hemos reunido cristianos, ortodoxo, católicos y protestantes -dijo Benedicto XVI en el discurso pronunciado al final de las lecturas- para alabar a Dios. Es una hora de gratitud porque podemos rezar juntos (...) y crecer contemporáneamente también en la unidad entre nosotros".
El Papa saludó después a los representantes ortodoxos, afirmando que consideraba "un don de la Providencia" el hecho de que como profesor en Bonn pudo "conocer y amar, por así decir, personalmente, a la Iglesia ortodoxa", recordando a continuación la inminente reanudación en Belgrado del diálogo teológico sobre la "koinonía".
"Nuestra koinonía es ante todo comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo, en el Espíritu Santo -dijo-. Esta comunión crea la koinonía entre los seres humanos como participación en la fe de los apóstoles y como comunión en la fe, una comunión que en la Eucaristía se vuelve corpórea, edificando la Iglesia que se difunde por todos los confines".
El Papa manifestó el deseo de que la reunión de Belgrado fuera fructífera para que "la comunión en la fe se profundice y madure hasta llegar a la unidad plena. (...) Para que el mundo crea es necesario que seamos una sola cosa: la seriedad de este compromiso debe animar nuestro diálogo".
El Santo Padre se dirigió después "de todo corazón", a "los amigos de las diversas tradiciones de la Reforma", elogiando "la fatigosa búsqueda para lograr el consenso sobre la justificación" y el hecho de que el Consejo Mundial de las Iglesias Metodistas había adherido también a la Declaración sobre la Doctrina de la Justificación.
"En la teología, la justificación es un tema esencial -observó el Papa-, pero en la vida de los fieles, creo que hoy está apenas presente. Aunque a causa de los eventos dramáticos de nuestro tiempo el tema del perdón recíproco aparezca de nuevo urgente, se es poco consciente de que ante todo es necesario el perdón de Dios, la justificación por parte suya. En gran parte, la conciencia moderna no percibe que tenemos deudas con Dios y que el pecado es una realidad que puede superarse solamente por iniciativa divina. Este ofuscamiento del tema de la justificación y del perdón de los pecados encubre, en definitiva, un ofuscamiento de nuestra relación con Dios. Por eso, nuestra primera tarea será quizá, la de volver a descubrir de forma nueva a Dios en nuestra vida".
Para ese descubrimiento, el Papa citó tres palabras claves: confesión, testimonio y amor, contenidas en el texto de San Juan leído durante la ceremonia.
"La confesión que en el fondo nos distingue como cristianos - subrayó- es la fe, en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios encarnado. (...) Mediante Él entramos en contacto con Dios. En la época de los encuentros multireligiosos, estamos tentados fácilmente de atenuar algo esta confesión central o incluso de esconderla. Pero así no rendimos un servicio ni al encuentro ni al diálogo. Así hacemos solamente menos accesible a Dios para los demás y para nosotros mismos. (...) En esta confesión común y en nuestra tarea común no hay división alguna entre nosotros".
"La confesión debe transformarse en testimonio", observó Benedicto XVI, y citó la carta de San Juan donde el apóstol afirma que es testigo de Cristo, que "ha visto". Esta afirmación "presupone que también nosotros, las generaciones sucesivas, debemos convertirnos en videntes para poder dar testimonio" y "ayudarnos unos a otros a desarrollar esta capacidad para hacer videntes a los seres humanos de nuestro tiempo, para que a su vez, a través de todas las barreras históricas, puedan ver nuevamente a Jesús. (...) Ser testigos de Jesús significa sobre todo ser testigos de una forma determinada de vivir. En un mundo lleno de confusión (...) es responsabilidad de los cristianos hacer visibles las orientaciones de una forma de vida justa".
La última palabra, amor, "agape", que guía todo el texto del evangelista -concluyó el Papa-, "no significa nada de sentimental o de exaltado: es algo totalmente sobrio y realista. (...) Es la síntesis de la Ley y los profetas. En ella está todo encerrado; un todo que en lo cotidiano debe desplegarse siempre nuevamente. (...) Hemos creído en el amor. (...) Demos testimonio de nuestra fe para que aparezca como fuerza del amor, para que "el mundo crea".
PV-ALEMANIA/VISPERAS ECUMENICAS/RATISBONA VIS 20060913 (860)
Antes de llegar al templo, el Papa se detuvo en la iglesia de San Ulrich, a menos de 100 metros de la catedral, donde le saludaron el preboste y el rector de la iglesia, así como el presidente de la comunidad judía de Baviera. Después, en procesión junto con los representantes de las otras confesiones, se dirigió a la catedral de cuyo célebre coro ha sido director durante dos décadas monseñor Georg Ratzinger, que ahora es director emérito de esa institución.
"Nos hemos reunido cristianos, ortodoxo, católicos y protestantes -dijo Benedicto XVI en el discurso pronunciado al final de las lecturas- para alabar a Dios. Es una hora de gratitud porque podemos rezar juntos (...) y crecer contemporáneamente también en la unidad entre nosotros".
El Papa saludó después a los representantes ortodoxos, afirmando que consideraba "un don de la Providencia" el hecho de que como profesor en Bonn pudo "conocer y amar, por así decir, personalmente, a la Iglesia ortodoxa", recordando a continuación la inminente reanudación en Belgrado del diálogo teológico sobre la "koinonía".
"Nuestra koinonía es ante todo comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo, en el Espíritu Santo -dijo-. Esta comunión crea la koinonía entre los seres humanos como participación en la fe de los apóstoles y como comunión en la fe, una comunión que en la Eucaristía se vuelve corpórea, edificando la Iglesia que se difunde por todos los confines".
El Papa manifestó el deseo de que la reunión de Belgrado fuera fructífera para que "la comunión en la fe se profundice y madure hasta llegar a la unidad plena. (...) Para que el mundo crea es necesario que seamos una sola cosa: la seriedad de este compromiso debe animar nuestro diálogo".
El Santo Padre se dirigió después "de todo corazón", a "los amigos de las diversas tradiciones de la Reforma", elogiando "la fatigosa búsqueda para lograr el consenso sobre la justificación" y el hecho de que el Consejo Mundial de las Iglesias Metodistas había adherido también a la Declaración sobre la Doctrina de la Justificación.
"En la teología, la justificación es un tema esencial -observó el Papa-, pero en la vida de los fieles, creo que hoy está apenas presente. Aunque a causa de los eventos dramáticos de nuestro tiempo el tema del perdón recíproco aparezca de nuevo urgente, se es poco consciente de que ante todo es necesario el perdón de Dios, la justificación por parte suya. En gran parte, la conciencia moderna no percibe que tenemos deudas con Dios y que el pecado es una realidad que puede superarse solamente por iniciativa divina. Este ofuscamiento del tema de la justificación y del perdón de los pecados encubre, en definitiva, un ofuscamiento de nuestra relación con Dios. Por eso, nuestra primera tarea será quizá, la de volver a descubrir de forma nueva a Dios en nuestra vida".
Para ese descubrimiento, el Papa citó tres palabras claves: confesión, testimonio y amor, contenidas en el texto de San Juan leído durante la ceremonia.
"La confesión que en el fondo nos distingue como cristianos - subrayó- es la fe, en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios encarnado. (...) Mediante Él entramos en contacto con Dios. En la época de los encuentros multireligiosos, estamos tentados fácilmente de atenuar algo esta confesión central o incluso de esconderla. Pero así no rendimos un servicio ni al encuentro ni al diálogo. Así hacemos solamente menos accesible a Dios para los demás y para nosotros mismos. (...) En esta confesión común y en nuestra tarea común no hay división alguna entre nosotros".
"La confesión debe transformarse en testimonio", observó Benedicto XVI, y citó la carta de San Juan donde el apóstol afirma que es testigo de Cristo, que "ha visto". Esta afirmación "presupone que también nosotros, las generaciones sucesivas, debemos convertirnos en videntes para poder dar testimonio" y "ayudarnos unos a otros a desarrollar esta capacidad para hacer videntes a los seres humanos de nuestro tiempo, para que a su vez, a través de todas las barreras históricas, puedan ver nuevamente a Jesús. (...) Ser testigos de Jesús significa sobre todo ser testigos de una forma determinada de vivir. En un mundo lleno de confusión (...) es responsabilidad de los cristianos hacer visibles las orientaciones de una forma de vida justa".
La última palabra, amor, "agape", que guía todo el texto del evangelista -concluyó el Papa-, "no significa nada de sentimental o de exaltado: es algo totalmente sobrio y realista. (...) Es la síntesis de la Ley y los profetas. En ella está todo encerrado; un todo que en lo cotidiano debe desplegarse siempre nuevamente. (...) Hemos creído en el amor. (...) Demos testimonio de nuestra fe para que aparezca como fuerza del amor, para que "el mundo crea".
PV-ALEMANIA/VISPERAS ECUMENICAS/RATISBONA VIS 20060913 (860)
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