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lunes, 10 de julio de 2006

MATERNIDAD Y PATERNIDAD REFLEJAN AMOR DE DIOS PADRE

CIUDAD DEL VATICANO, 9 JUL 2006 (VIS).-Esta mañana a las 9.30, el Santo Padre presidió la Misa conclusiva del Encuentro Mundial de las Familias en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en presencia de más de un millón y medio de personas. El Papa usó el Santo Cáliz durante la celebración eucarística.

  En su homilía, tras dar las gracias a Dios por la "multitud jubilosa" congregada en Valencia y por las tantas otras personas que seguían el acontecimiento a través de los medios de comunicación, Benedicto XVI recordó que en las lecturas de la Misa la familia se mostraba como "comunidad de generaciones y garante de un patrimonio de tradiciones".

  "Todos hemos recibido de otros la vida y las verdades básicas para la misma -dijo el Santo Padre- y estamos llamados a alcanzar la perfección en relación y comunión amorosa con los demás. La familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria".

  "Cuando un niño nace, (...) con el don de la vida recibe todo un patrimonio de experiencia. (...) Los hijos crecen y maduran humanamente en la medida en que acogen con confianza ese patrimonio y esa educación, que van asumiendo progresivamente. De este modo son capaces de elaborar una síntesis personal entre lo recibido y lo nuevo, y que cada uno y cada generación está llamado a realizar".

  "En el origen de todo hombre y, por tanto, en toda paternidad y maternidad humana, está presente Dios Creador. Por eso, los esposos deben acoger al niño que les nace como hijo no sólo suyo, sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina. (...)  La memoria de este Padre ilumina la identidad más profunda de los hombres: de dónde venimos, quiénes somos y cuán grande es nuestra dignidad. (...) Por eso, en el origen de todo ser humano no existe el azar o la casualidad, sino un proyecto del amor de Dios. Es lo que nos ha revelado Jesucristo. (...) Él conocía de quién venía y de quién venimos todos: del amor de su Padre y Padre nuestro".

  "La fe no es, pues, una mera herencia cultural -subrayó el Papa-, sino una acción continua de la gracia de Dios que llama y de la libertad humana que puede o no adherirse a esa llamada. Aunque nadie responde por otro, sin embargo, los padres cristianos están llamados a dar un testimonio creíble de su fe y esperanza cristiana. (...) De este modo, con el testimonio constante del amor conyugal de los padres, vivido e impregnado de la fe, y con el acompañamiento entrañable de la comunidad cristiana, se favorecerá que los hijos hagan suyo el don mismo de la fe, descubran con ella el sentido profundo de la propia existencia y se sientan gozosos y agradecidos por ello".

  "En la cultura actual se exalta muy a menudo la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él sólo y se bastara a sí mismo, al margen de su relación con los demás y ajeno a su responsabilidad ante ellos".

  No obstante, "la Iglesia no cesa de recordar que la verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad. Nosotros hacemos el bien no como esclavos, que no son libres de obrar de otra manera, sino que lo hacemos porque tenemos personalmente la responsabilidad con respecto al mundo; porque amamos la verdad y el bien, porque amamos a Dios mismo y, por tanto, también a sus criaturas".

  "La alegría amorosa con la que nuestros padres nos acogieron y acompañaron en los primeros pasos en este mundo -agregó Benedicto XVI- es como un signo y prolongación sacramental del amor benevolente de Dios del que procedemos. La experiencia de ser acogidos y amados por Dios y por nuestros padres es la base firme que favorece siempre el crecimiento y desarrollo auténtico del hombre, que tanto nos ayuda a madurar en el camino hacia la verdad y el amor, y a salir de nosotros mismos para entrar en comunión con los demás y con Dios".

  "Para avanzar en ese camino de madurez humana, la Iglesia nos enseña a respetar y promover la maravillosa realidad del matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, que es, además, el origen de la familia. Por eso, reconocer y ayudar a esta institución es uno de los mayores servicios que se pueden prestar hoy día al bien común y al verdadero desarrollo de los hombres y de las sociedades, así como la mejor garantía para asegurar la dignidad, la igualdad y la verdadera libertad de la persona humana".

  "La familia cristiana -concluyó el Santo Padre- está llamada, pues, a cumplir los objetivos señalados no como algo impuesto desde fuera, sino como un don de la gracia del sacramento del matrimonio infundida en los esposos. Si éstos permanecen abiertos al Espíritu y piden su ayuda, él no dejará de comunicarles el amor de Dios Padre manifestado y encarnado en Cristo. El Espíritu suscitará asimismo en ellos el anhelo del encuentro definitivo con Cristo en la casa de su Padre y Padre nuestro. Éste es el mensaje de esperanza que desde Valencia quiero lanzar a todas las familias del mundo".

  Finalizada la Misa y antes de rezar el Angelus, el Santo Padre agradeció el trabajo de todos cuantos habían hecho posible el encuentro de Valencia y anunció que el próximo Encuentro Mundial de las Familias tendría lugar en 2009 en Ciudad de México (México).
PV-ESPAÑA/MISA/VALENCIA                    VIS 20060710 (930)


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