CIUDAD DEL VATICANO, 3 JUN 2006 (VIS).-Benedicto XVI se encontró esta tarde con más de 400.000 representantes de movimientos eclesiales y nuevas comunidades eclesiales.
Antes de comenzar el acto, el Papa recorrió en "papamóvil" descubierto la Plaza de San Pedro y la vecina Vía della Conciliazione, mientras saludaba y bendecía a los presentes.
Tras un breve saludo del arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos y la lectura de un mensaje de la fundadora de la Obra de María (Movimiento de los Focolares), Chiara Lubich, tuvo lugar el canto de las Vísperas de la Vigilia de Pentecostés.
La lectura de cada uno de los tres salmos fue intercalada por las reflexiones de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio; Kiko Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal y Monseñor Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
El Santo Padre pronunció a continuación la homilía, recordando al inicio a Juan Pablo II, que convocó el primer encuentro análogo a éste en 1998. "Gran evangelizador de nuestra época", el difunto pontífice consideraba "providenciales" las asociaciones y comunidades eclesiales.
Hablando de Pentecostés, el Papa afirmó que "no es sólo el origen de la Iglesia; es también una fiesta de la creación. El mundo no existe por sí mismo; proviene del Espíritu creativo de Dios. (...) Quien, como cristiano, cree en el Espíritu Creador, es consciente del hecho de que no podemos usar y abusar del mundo y de la materia como si fuera simple material con el que podemos hacer lo que deseemos".
"Dios nos viene a su encuentro a través de la creación. Sin embargo -continuó-, la creación buena de Dios, a lo largo de la historia de los seres humanos, ha sido cubierta por una gran capa de suciedad, que hace difícil -si no imposible-, reconocer en ella el reflejo del Creador".
Tras hacer hincapié en que "todos anhelamos la vida y la libertad", Benedicto XVI dijo que la vida "solo se encuentra donándola; no se encuentra apoderándose de ella. Esto lo debemos aprender de Cristo; esto nos lo enseña el Espíritu Santo, que es puro don, que es el donarse de Dios".
El Papa aseguró que los movimientos eclesiales "quieren y deben ser escuelas de libertad, de verdadera libertad. (...) En este mundo, tan lleno de libertades ficticias, que destruyen el ambiente y el hombre, queremos, con la fuerza del Espíritu Santo, aprender juntos la auténtica libertad", y demostrar "que es hermoso ser realmente libres en la verdadera libertad de los hijos de Dios".
"El Espíritu Santo, dando vida y libertad, también dona unidad. Son tres dones inseparables. (...) Si vemos esta asamblea, aquí, en la plaza de san Pedro, nos damos cuenta de que Él suscita siempre nuevos dones, vemos cómo son diversos los órganos que crea, y cómo actúa siempre de nuevo corporalmente".
"Pero en El -añadió-, la multiplicidad y la unidad van juntas. Él sopla donde quiere. Lo hace de manera inesperada, en lugares inesperados, y de formas antes inimaginables. (...) La multiformidad y la unidad son inseparables. El Espíritu Santo quiere vuestra multiformidad, y os quiere para el único cuerpo, en la unión con los órdenes duraderos --las articulaciones- de la Iglesia, con los sucesores de los apóstoles y con el sucesor de san Pedro".
El Santo Padre pidió a los presentes que participasen "en la edificación del único cuerpo. Los pastores prestarán atención para no apagar al Espíritu y vosotros no dejaréis de llevar vuestros dones a la comunidad".
El Papa alentó también el "empuje misionero" de los movimientos. "Quien ha encontrado lo que es verdadero, bello y bueno en su propia vida -¡el único verdadero tesoro, la perla preciosa!-, corre para compartirlo por doquier, en la familia, en el trabajo, en todos los ambientes de su propia existencia".
"Queridos amigos -concluyó-: os pido que seáis aún más, mucho más, colaboradores en el ministerio apostólico universal del Papa, abriendo las puertas a Cristo. Este es el mejor servicio de la Iglesia a los hombres y de manera particular a los pobres, para que la vida de la persona, un orden más justo en la sociedad y la convivencia pacífica entre las naciones, encuentren en Cristo la "piedra angular" sobre la que construir la auténtica civilización, la civilización del amor".
Terminada la homilía, tuvo lugar la memoria del sacramento de la Confirmación, caracterizada por el rito del fuego, la invocación del Espíritu Santo y la profesión de fe.
Tras el canto del Magnificat dos representantes de los movimientos eclesiales: Luis Fernando Figari, fundador del Movimiento de Vida Cristiana y Patti Gallagher Mansfield, de la Renovación Carismática Católica, dieron las gracias al Papa.
HML/ENCUENTRO MOVIMIENTOS ECLESIALES/... VIS 20060605 (780)
Antes de comenzar el acto, el Papa recorrió en "papamóvil" descubierto la Plaza de San Pedro y la vecina Vía della Conciliazione, mientras saludaba y bendecía a los presentes.
Tras un breve saludo del arzobispo Stanislaw Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos y la lectura de un mensaje de la fundadora de la Obra de María (Movimiento de los Focolares), Chiara Lubich, tuvo lugar el canto de las Vísperas de la Vigilia de Pentecostés.
La lectura de cada uno de los tres salmos fue intercalada por las reflexiones de Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio; Kiko Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal y Monseñor Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
El Santo Padre pronunció a continuación la homilía, recordando al inicio a Juan Pablo II, que convocó el primer encuentro análogo a éste en 1998. "Gran evangelizador de nuestra época", el difunto pontífice consideraba "providenciales" las asociaciones y comunidades eclesiales.
Hablando de Pentecostés, el Papa afirmó que "no es sólo el origen de la Iglesia; es también una fiesta de la creación. El mundo no existe por sí mismo; proviene del Espíritu creativo de Dios. (...) Quien, como cristiano, cree en el Espíritu Creador, es consciente del hecho de que no podemos usar y abusar del mundo y de la materia como si fuera simple material con el que podemos hacer lo que deseemos".
"Dios nos viene a su encuentro a través de la creación. Sin embargo -continuó-, la creación buena de Dios, a lo largo de la historia de los seres humanos, ha sido cubierta por una gran capa de suciedad, que hace difícil -si no imposible-, reconocer en ella el reflejo del Creador".
Tras hacer hincapié en que "todos anhelamos la vida y la libertad", Benedicto XVI dijo que la vida "solo se encuentra donándola; no se encuentra apoderándose de ella. Esto lo debemos aprender de Cristo; esto nos lo enseña el Espíritu Santo, que es puro don, que es el donarse de Dios".
El Papa aseguró que los movimientos eclesiales "quieren y deben ser escuelas de libertad, de verdadera libertad. (...) En este mundo, tan lleno de libertades ficticias, que destruyen el ambiente y el hombre, queremos, con la fuerza del Espíritu Santo, aprender juntos la auténtica libertad", y demostrar "que es hermoso ser realmente libres en la verdadera libertad de los hijos de Dios".
"El Espíritu Santo, dando vida y libertad, también dona unidad. Son tres dones inseparables. (...) Si vemos esta asamblea, aquí, en la plaza de san Pedro, nos damos cuenta de que Él suscita siempre nuevos dones, vemos cómo son diversos los órganos que crea, y cómo actúa siempre de nuevo corporalmente".
"Pero en El -añadió-, la multiplicidad y la unidad van juntas. Él sopla donde quiere. Lo hace de manera inesperada, en lugares inesperados, y de formas antes inimaginables. (...) La multiformidad y la unidad son inseparables. El Espíritu Santo quiere vuestra multiformidad, y os quiere para el único cuerpo, en la unión con los órdenes duraderos --las articulaciones- de la Iglesia, con los sucesores de los apóstoles y con el sucesor de san Pedro".
El Santo Padre pidió a los presentes que participasen "en la edificación del único cuerpo. Los pastores prestarán atención para no apagar al Espíritu y vosotros no dejaréis de llevar vuestros dones a la comunidad".
El Papa alentó también el "empuje misionero" de los movimientos. "Quien ha encontrado lo que es verdadero, bello y bueno en su propia vida -¡el único verdadero tesoro, la perla preciosa!-, corre para compartirlo por doquier, en la familia, en el trabajo, en todos los ambientes de su propia existencia".
"Queridos amigos -concluyó-: os pido que seáis aún más, mucho más, colaboradores en el ministerio apostólico universal del Papa, abriendo las puertas a Cristo. Este es el mejor servicio de la Iglesia a los hombres y de manera particular a los pobres, para que la vida de la persona, un orden más justo en la sociedad y la convivencia pacífica entre las naciones, encuentren en Cristo la "piedra angular" sobre la que construir la auténtica civilización, la civilización del amor".
Terminada la homilía, tuvo lugar la memoria del sacramento de la Confirmación, caracterizada por el rito del fuego, la invocación del Espíritu Santo y la profesión de fe.
Tras el canto del Magnificat dos representantes de los movimientos eclesiales: Luis Fernando Figari, fundador del Movimiento de Vida Cristiana y Patti Gallagher Mansfield, de la Renovación Carismática Católica, dieron las gracias al Papa.
HML/ENCUENTRO MOVIMIENTOS ECLESIALES/... VIS 20060605 (780)
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