CIUDAD DEL VATICANO, 24 MAY 2006 (VIS).-Benedicto XVI prosiguió en la audiencia general de los miércoles la catequesis dedicada a la personalidad de los apóstoles, en este caso de Pedro. La audiencia se celebró en la Plaza de San Pedro y contó con la presencia de 35.000 personas.
El Papa comenzó recordando el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, que Cristo interpreta "no en el sentido de realeza sobre Israel, como esperaba la multitud" que quería hacerle rey, "sino como don de sí": Jesús anuncia la Cruz, con la cruz el pan eucarístico, su modo absolutamente nuevo de ser rey".
"Podemos comprender que estas palabras del Maestro, como todo su comportamiento, fueran muy difíciles para la gente, incluso para los discípulos", explicó el Santo Padre, subrayando que la fe de Pedro "era todavía una fe inicial, una fe en camino que llegaría a su plenitud sólo con la experiencia de la Pascua. Pero era ya una fe abierta a la realidad más grande, (...) sobre todo porque no era fe en algo, era fe en alguien: en Cristo".
"La generosidad arrolladora de Pedro no lo salvaguarda, sin embargo, de los peligros ligados a la debilidad humana. (...) Llega el momento en que también él cede al miedo y cae: traiciona al Maestro. La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino lleno de sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los días".
"Pedro, que había prometido fe absoluta, conoce la amargura y la humillación de los que reniegan: el orgulloso aprende, a costa suya, la humildad. (...) Cuando finalmente su máscara cae y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla en un llanto de arrepentimiento liberador. Después de este llanto está listo para su misión".
Junto al lago de Tiberíades "Jesús resucitado le confiará esta misión", como narra San Juan. El Papa observó que en el diálogo entre Pedro y Cristo hay "un juego de verbos muy significativo. En griego el verbo "filéo", expresa el amor de amistad, tierno pero no total, mientras el verbo "agapáo", significa el amor sin reservas, total e incondicional. Jesús pregunta a Pedro la primera vez: "Simón ¿tú me amas? (agapâs me)".
"Antes de la experiencia de la traición, el apóstol habría respondido ciertamente: "Te amo" (agapô-se). Ahora que ha conocido la tristeza amarga de la infidelidad, el drama de la debilidad propia, dice solamente: "Señor, te quiero" (Filô-se), es decir, "Te amo con mi pobre amor". (...) Simón entiende que a Jesús le basta su pobre amor, el único de que es capaz. (...) Casi se podría decir que es Jesús el que se ha adaptado a Pedro, antes que Pedro a Jesús".
"Es esta actitud divina la que da esperanza al discípulo. Desde aquel día Pedro siguió al Maestro con la conciencia precisa de su fragilidad; pero esta conciencia no le desanimó. Sabía que podía contar con la presencia del Resucitado a su lado".
"Del ingenuo entusiasmo de la adhesión inicial, pasando a través de la experiencia dolorosa de la negación y el llanto de la conversión -concluyó el Papa-, Pedro llegó a confiarse a aquel Jesús que se adaptó a su pobre capacidad de amar. Fue un largo camino que hizo de él un testigo en quien poder confiar, porque estuvo abierto siempre a la acción del Espíritu de Jesús. El mismo Pedro se calificará como "testigo del sufrimiento de Cristo y partícipe de la gloria que se manifestará". "
AG/PEDRO/... VIS 20060524 (590)
El Papa comenzó recordando el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, que Cristo interpreta "no en el sentido de realeza sobre Israel, como esperaba la multitud" que quería hacerle rey, "sino como don de sí": Jesús anuncia la Cruz, con la cruz el pan eucarístico, su modo absolutamente nuevo de ser rey".
"Podemos comprender que estas palabras del Maestro, como todo su comportamiento, fueran muy difíciles para la gente, incluso para los discípulos", explicó el Santo Padre, subrayando que la fe de Pedro "era todavía una fe inicial, una fe en camino que llegaría a su plenitud sólo con la experiencia de la Pascua. Pero era ya una fe abierta a la realidad más grande, (...) sobre todo porque no era fe en algo, era fe en alguien: en Cristo".
"La generosidad arrolladora de Pedro no lo salvaguarda, sin embargo, de los peligros ligados a la debilidad humana. (...) Llega el momento en que también él cede al miedo y cae: traiciona al Maestro. La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino lleno de sufrimientos y de amor, de pruebas y fidelidad que hay que renovar todos los días".
"Pedro, que había prometido fe absoluta, conoce la amargura y la humillación de los que reniegan: el orgulloso aprende, a costa suya, la humildad. (...) Cuando finalmente su máscara cae y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla en un llanto de arrepentimiento liberador. Después de este llanto está listo para su misión".
Junto al lago de Tiberíades "Jesús resucitado le confiará esta misión", como narra San Juan. El Papa observó que en el diálogo entre Pedro y Cristo hay "un juego de verbos muy significativo. En griego el verbo "filéo", expresa el amor de amistad, tierno pero no total, mientras el verbo "agapáo", significa el amor sin reservas, total e incondicional. Jesús pregunta a Pedro la primera vez: "Simón ¿tú me amas? (agapâs me)".
"Antes de la experiencia de la traición, el apóstol habría respondido ciertamente: "Te amo" (agapô-se). Ahora que ha conocido la tristeza amarga de la infidelidad, el drama de la debilidad propia, dice solamente: "Señor, te quiero" (Filô-se), es decir, "Te amo con mi pobre amor". (...) Simón entiende que a Jesús le basta su pobre amor, el único de que es capaz. (...) Casi se podría decir que es Jesús el que se ha adaptado a Pedro, antes que Pedro a Jesús".
"Es esta actitud divina la que da esperanza al discípulo. Desde aquel día Pedro siguió al Maestro con la conciencia precisa de su fragilidad; pero esta conciencia no le desanimó. Sabía que podía contar con la presencia del Resucitado a su lado".
"Del ingenuo entusiasmo de la adhesión inicial, pasando a través de la experiencia dolorosa de la negación y el llanto de la conversión -concluyó el Papa-, Pedro llegó a confiarse a aquel Jesús que se adaptó a su pobre capacidad de amar. Fue un largo camino que hizo de él un testigo en quien poder confiar, porque estuvo abierto siempre a la acción del Espíritu de Jesús. El mismo Pedro se calificará como "testigo del sufrimiento de Cristo y partícipe de la gloria que se manifestará". "
AG/PEDRO/... VIS 20060524 (590)
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