CIUDAD DEL VATICANO, 13 ABR 2006 (VIS).-Hoy, Jueves Santo, a las 9,30 en la basílica vaticana, el Papa presidió la Misa del Crisma, que se celebra en este día en todas las iglesias catedrales del mundo. Concelebraron con el Santo Padre los cardenales, obispos y sacerdotes que se encuentran en Roma. Tras la homilía tuvo lugar la renovación de las promesas sacerdotales y la bendición del óleo de los catecúmenos, de los enfermos y el santo crisma.
En la homilía, el Papa afirmó que "el significado profundo del ser sacerdote es ser amigo de Jesucristo. (...) Esto significa que debemos conocer a Jesús de un modo cada vez más personal, escuchándolo, viviendo junto con El, pasando tiempo con El".
Benedicto XVI subrayó que el presbítero "deber ser sobre todo hombre de oración. El mundo tiene necesidad de Dios, no de un dios cualquiera, sino del Dios de Jesucristo, del Dios que se hizo carne y sangre, que nos amó hasta morir por nosotros, que resucitó y creó en sí mismo un espacio para el hombre. Este Dios tiene que vivir en nosotros y nosotros en él. Esta es nuestra llamada sacerdotal: sólo así nuestra acción de sacerdotes puede dar fruto".
El Santo Padre recordó unas palabras de don Andrea Santoro, el sacerdote de la diócesis de Roma asesinado en Turquía el 5 de febrero, mientras rezaba: "Estoy aquí para vivir entre esta gente y permitir que Jesús lo haga prestándole mi carne. Sólo somos capaces de salvación ofreciendo la propia carne. Hay que cargar con el mal del mundo y compartir el dolor, absorbiéndolo en la propia carne hasta el final, como hizo Jesús".
A las 17,30, Benedicto XVI presidió en la basílica de San Juan de Letrán la concelebración de la Misa en la Cena del Señor. A imitación del gesto del Señor con los Apóstoles, el Papa lavó los pies a doce hombres, en esta ocasión, todos laicos. Durante la presentación de los dones, se le entregó al Santo Padre una oferta para sostener el proyecto de reconstrucción de las casas de las víctimas de los desprendimientos de tierras en Maasin (Filipinas).
"Dios desciende y se hace esclavo -dijo el Santo Padre-, nos lava los pies para que podamos sentarnos a su mesa. En esto se expresa todo el misterio de Jesucristo. En esto se hace visible lo que significa la redención"
Tras poner de relieve que el amor del Señor "no conoce límites, pero el ser humano puede poner un límite", el Papa afirmó que "lo que hace al hombre inmundo" es "el rechazo del amor, el no querer ser amado, el no amar. La soberbia que cree que no tiene necesidad de purificación, que se cierra a la bondad salvadora de Dios. La soberbia no quiere confesar ni reconocer que tenemos necesidad de purificación".
El Señor nos invita hoy, dijo, "a imitar su humildad, a confiar en ella, a dejarnos "contagiar" por ella. Nos invita -aun cuando nos podamos sentir desorientados- a volver a casa y a permitir que su bondad purificadora nos haga entrar en la comunión de la mesa con El, con Dios mismo".
"Lavarnos los pies unos a otros significa sobre todo perdonarnos incansablemente unos a otros, recomenzar siempre de nuevo a pesar de que pueda parecer inútil. Significa purificarnos unos a otros, soportándonos mutuamente y aceptando ser soportados por los demás; purificarnos unos a otros dándonos recíprocamente la fuerza santificante de la Palabra de Dios e introduciéndonos en el Sacramento del amor divino", concluyó.
BXVI-SEMANA SANTA/JUEVES SANTO/… VIS 20060420 (580)
En la homilía, el Papa afirmó que "el significado profundo del ser sacerdote es ser amigo de Jesucristo. (...) Esto significa que debemos conocer a Jesús de un modo cada vez más personal, escuchándolo, viviendo junto con El, pasando tiempo con El".
Benedicto XVI subrayó que el presbítero "deber ser sobre todo hombre de oración. El mundo tiene necesidad de Dios, no de un dios cualquiera, sino del Dios de Jesucristo, del Dios que se hizo carne y sangre, que nos amó hasta morir por nosotros, que resucitó y creó en sí mismo un espacio para el hombre. Este Dios tiene que vivir en nosotros y nosotros en él. Esta es nuestra llamada sacerdotal: sólo así nuestra acción de sacerdotes puede dar fruto".
El Santo Padre recordó unas palabras de don Andrea Santoro, el sacerdote de la diócesis de Roma asesinado en Turquía el 5 de febrero, mientras rezaba: "Estoy aquí para vivir entre esta gente y permitir que Jesús lo haga prestándole mi carne. Sólo somos capaces de salvación ofreciendo la propia carne. Hay que cargar con el mal del mundo y compartir el dolor, absorbiéndolo en la propia carne hasta el final, como hizo Jesús".
A las 17,30, Benedicto XVI presidió en la basílica de San Juan de Letrán la concelebración de la Misa en la Cena del Señor. A imitación del gesto del Señor con los Apóstoles, el Papa lavó los pies a doce hombres, en esta ocasión, todos laicos. Durante la presentación de los dones, se le entregó al Santo Padre una oferta para sostener el proyecto de reconstrucción de las casas de las víctimas de los desprendimientos de tierras en Maasin (Filipinas).
"Dios desciende y se hace esclavo -dijo el Santo Padre-, nos lava los pies para que podamos sentarnos a su mesa. En esto se expresa todo el misterio de Jesucristo. En esto se hace visible lo que significa la redención"
Tras poner de relieve que el amor del Señor "no conoce límites, pero el ser humano puede poner un límite", el Papa afirmó que "lo que hace al hombre inmundo" es "el rechazo del amor, el no querer ser amado, el no amar. La soberbia que cree que no tiene necesidad de purificación, que se cierra a la bondad salvadora de Dios. La soberbia no quiere confesar ni reconocer que tenemos necesidad de purificación".
El Señor nos invita hoy, dijo, "a imitar su humildad, a confiar en ella, a dejarnos "contagiar" por ella. Nos invita -aun cuando nos podamos sentir desorientados- a volver a casa y a permitir que su bondad purificadora nos haga entrar en la comunión de la mesa con El, con Dios mismo".
"Lavarnos los pies unos a otros significa sobre todo perdonarnos incansablemente unos a otros, recomenzar siempre de nuevo a pesar de que pueda parecer inútil. Significa purificarnos unos a otros, soportándonos mutuamente y aceptando ser soportados por los demás; purificarnos unos a otros dándonos recíprocamente la fuerza santificante de la Palabra de Dios e introduciéndonos en el Sacramento del amor divino", concluyó.
BXVI-SEMANA SANTA/JUEVES SANTO/… VIS 20060420 (580)
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