MISA EN SUFRAGIO POR LOS CARDENALES Y OBISPOS DIFUNTOS

CIUDAD DEL VATICANO, 11 NOV 2005 (VIS).-El Papa presidió esta mañana la Santa Misa en el altar de la cátedra de la basílica vaticana en sufragio por los cardenales y obispos difuntos en el último año. Concelebraron con el Santo Padre los miembros del colegio cardenalicio.

En la homilía, Benedicto XVI recordó que en el mes de noviembre, "la gran familia de la Iglesia" reza y "ofrece el sacrificio redentor de Cristo en sufragio por los fieles difuntos".

Recordando al difunto Juan Pablo II, afirmó: "Entre los luminosos ejemplos que nos ha dejado, se encuentra el preciosísimo de la oración, y también en este momento recogemos su herencia espiritual, conscientes de que su intercesión es ahora más intensa desde el cielo".

El Santo Padre señaló que en los doce últimos meses habían fallecido cinco cardenales: Juan Carlos Aramburu, Jan Pieter Schotte, Corrado Bafile, Jaime Sin y Giuseppe Caprio. "Junto con sus almas, confiamos hoy al Señor la de los arzobispos y obispos que, en este mismo período, han terminado su vida terrena".

Comentando un verso del Libro del Eclesiástico, que "contiene desde el inicio una exhortación a la constancia en la prueba y por tanto -dijo- una invitación a la confianza en Dios", el Papa afirmó: "Quien se pone al servicio del Señor y entrega la vida en el ministerio eclesial no está exento de pruebas; es más, las encuentra más insidiosas, como demuestra ampliamente la experiencia de los santos. Pero vivir en el temor de Dios libera el corazón del miedo y lo sumerge en la profundidad de su amor".

"Quien se fía de Jesús -continuó- deposita su confianza en Dios mismo. (...) Nosotros, seres humanos, tenemos necesidad de un amigo, de un hermano que nos tome de la mano y nos acompañe hasta "la casa del Padre"; tenemos necesidad de alguien que conozca bien el camino".

Benedicto XVI subrayó que "Jesús es el camino abierto a "todos"; no existen otros. Y los que parecen "otros", en la medida en que son auténticos, reconducen a El, porque si no, no llevan a la vida. Por eso, es inestimable el don que el Padre ha hecho a la humanidad, enviando al Hijo unigénito. A este don corresponde una responsabilidad, que es mayor en la medida en que es más estrecha la relación con Jesús".

"Mientras damos gracias a Dios -terminó- por todos los beneficios que ha concedido a nuestros hermanos difuntos, ofrezcamos por ellos los méritos de la pasión y muerte de Cristo, para que colmen las lagunas debidas a la fragilidad humana".
HML/CARDENALES:OBISPOS DIFUNTOS/... VIS 20051111 (430)