CIUDAD DEL VATICANO, 14 ABR 2005 (VIS).-El arzobispo Leonardo Sandri, sustituto para Asuntos Generales de la secretaría de Estado, presidió ayer por la tarde en la basílica de San Pedro la sexta misa de los Novendiales en sufragio por el alma de Juan Pablo II.
En la celebración eucarística, a la que fueron invitados sobre todo los colaboradores de la Curia Romana, el arzobispo Sandri afirmó: "Nosotros tenemos el deber de custodiar lo que este Papa extraordinario ha entregado a la Iglesia y al mundo entero a lo largo de su vida y en el momento de la muerte".
"En la carta apostólica "Novo millennio ineunte", que firmó al final del Gran Jubileo del Año 2000, trazó las líneas de guía al inicio del tercer milenio cristiano, indicando el Concilio Ecuménico Vaticano II como 'la brújula segura' para orientar el camino de la Iglesia en el nuevo milenio. (...) Con el Año del Rosario quiso poner de relieve una vez más la importancia de la devoción a la Virgen María; con el especial Año de la Eucaristía que estamos viviendo (...) el Sumo Pontífice subrayó el carácter central del misterio eucarístico en la Iglesia".
El sustituto de la secretaría de Estado hizo hincapié en el gran amor del pontífice difunto "a Cristo realmente presente en el sacramento del Altar. Este amor se convierte casi en una invocación en el mismo título de la carta "Mane nobiscum Domine", su último documento para el Año de la Eucaristía".
"Quien ha podido compartir de cerca la actividad cotidiana del Papa ha sido testigo de su profundo amor por la Eucaristía. Antes de tomar una decisión importante pasaba mucho tiempo ante el Santísimo Sacramento, llevando a la capilla privada los documentos que tenía que examinar y reservándose un tiempo de reflexión y de oración ante el sagrario. Todas las decisiones brotaban siempre de su búsqueda de la voluntad de Dios para el verdadero bien de la Iglesia", dijo.
El arzobispo Sandri señaló que "hay un nuevo elemento de la personalidad y de la espiritualidad de Juan Pablo II que emergió, particularmente, en los meses marcados por el progresivo empeoramiento de su salud: su sencillez y pobreza de vida. Los que tuvieron la posibilidad de verlo en las últimas semanas de vida quedaron admirados por la modestia, la humildad y la sencillez, el sentido del desapego y la total disponibilidad con que se abandonaba en las manos de Dios".
"El gran ejemplo y la preciosa enseñanza que el difunto Papa deja a cada uno de nosotros, que trabajamos en la Curia Romana, centro de la catolicidad -terminó-, es un ejemplo de sencillez y desapego, de servicio fiel y desinteresado en la viña del Señor, de constante disponibilidad y dócil adhesión a la voluntad de Dios".
.../NOVENDIALES/SANDRI VIS 20050414 (470)
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