CIUDAD DEL VATICANO, 8 MAR 2005 (VIS).-La profesora Mary Ann Glendon, presidenta de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, habló ayer en la Comisión del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas sobre la condición femenina, en el seguimiento de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en 1995. En esa ocasión, Glendon presidió la delegación de la Santa Sede.
"En 2005 las Naciones Unidas -dijo- celebrarán el aniversario de cinco fechas históricas en que la familia de las naciones alentó e impulsó a las mujeres en su búsqueda del reconocimiento de sus derechos y su dignidad. La primera y más importante (...) fue en la primavera de 1945, cuando los fundadores de Naciones Unidas sorprendieron a tantas personas declarando su 'fe (...) en la dignidad y el valor de la persona humana' y 'en la igualdad de derechos de hombres y mujeres'. Una declaración seguida y completada por cuatro conferencias de Naciones Unidas sobre la mujer en Ciudad de México, Copenhague, Nairobi y Beijing".
A pesar de los logros conseguidos, muchas mujeres "padecen nuevas formas de pobreza" y "nuevas amenazas a la vida y la dignidad humana". La Plataforma de Beijing, observó Glendon, "proclamó que 'la clave para que las mujeres y sus familias salgan de la pobreza' es la educación. (...) La Santa Sede, que desde hace tiempo se dedica a la educación de las mujeres y las niñas, nota con preocupación que los progresos en este frente han sido lentos".
Otro problema, subrayó Glendon, es "el cambio de edad en la estructura de la población mundial. La combinación de mayor longevidad, descenso de la tasa de natalidad, costes elevados de la sanidad y escasez de personal que presta cuidados están creando tensiones entre las nuevas y las viejas generaciones".
"En su declaración final en la Conferencia de Beijing, la Santa Sede expresó el temor de que la parte de los documentos de Beijing dedicados a las mujeres pobres pasasen a ser promesas vacías a menos que estuvieran respaldadas por programas concretos y compromisos económicos. Hoy, en vista de las crecientes disparidades de riqueza y oportunidades, nos vemos obligados a manifestar de nuevo esa preocupación".
La humanidad cuenta con medios para combatir el hambre y la pobreza, afirmó. Sin embargo, como observa Juan Pablo II: "Hace falta una vasta movilización moral de la opinión pública, especialmente en esos países que disfrutan de un nivel de vida adecuado o incluso próspero".
"El problema de armonizar las aspiraciones de las mujeres a una participación más completa en la vida económica y social con su papel en la vida familiar -concluyó- es algo que ellas son perfectamente capaces de resolver por sí solas. Pero el problema no se resolverá sin determinados e importantes cambios (...) en la sociedad. En primer lugar, los responsables políticos deben prestar más atención a lo que interesa realmente a las mujeres antes que a algunos grupos con intereses especiales".
DELSS/MUJERES/ONU:GLENDON VIS 20050308 (490)
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