CIUDAD DEL VATICANO, 26 ENE 2005 (VIS).-Ayer tarde, festividad de la conversión de San Pablo, el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, presidió en nombre del Santo Padre la celebración de las vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros, al final de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
En su homilía, centrada en el tema "Jesucristo, nuestro cimiento común", el cardenal citó las palabras de San Pablo a los Corintios -"Nadie puede poner otro cimiento distinto del que está puesto, que es Jesucristo"-, y recordó a los líderes religiosos que participaban en la ceremonia que "así se explica la razón de nuestro compromiso ecuménico".
"Hoy -dijo el cardenal Kasper-, al inicio de este año nuevo no queremos mirar al pasado, sino al futuro, al futuro del ecumenismo. Desde sus albores, al principio del siglo XX., el movimiento ecuménico ha cambiado mucho en el mundo y en nuestras iglesias. La situación ecuménica también es distinta. A veces, el empuje inicial parece correr el peligro de caer en un estado letárgico y de perder credibilidad. Brotan, por una parte señales de reticencia y resistencia y, por otra, signos de resignación y frustración. Por eso, no podemos seguir repitiendo 'business as usual', todo como de costumbre. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué podemos hacer?".
Tenemos que reflexionar, dijo el purpurado, sobre Jesucristo, nuestro cimiento, sobre "la fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que es el fundamento del bautismo, que nos hace cristianos, incorporándonos en la Iglesia. (...) Jesucristo no es solamente el cimiento, sino el fin de nuestro compromiso ecuménico: en El todos seremos uno. (...) Hoy precisamente, cuando en la sociedad post-moderna todo es relativo y arbitrario y cada uno se crea la propia religión 'a la carta', necesitamos un cimiento sólido y un punto fiable de referencia común para nuestra vida personal y para nuestro trabajo ecuménico".
"¿Qué significa todo esto en concreto? Mencionaré solo tres consecuencias. En primer lugar, nos dividimos a propósito de la Biblia y solamente a través de la lectura, del estudio y de la meditación de la Biblia encontraremos la unidad. (...) En segundo lugar, a través del bautismo somos incorporados a Jesucristo. No partimos de cero en nuestro compromiso ecuménico. A través del bautismo estamos ya en una comunión fundamental que nos une a Jesucristo y a unos con otros. (...) En tercer lugar, Jesucristo está presente en la Iglesia por medio de su palabra y de sus sacramentos. Es el jefe de la Iglesia y la Iglesia es su cuerpo".
"Podemos y debemos distinguir a Cristo de la Iglesia, pero no podemos separar uno y otra -concluyó el cardenal-. San Agustín nos enseña la fórmula 'Christus totus', la plenitud de Cristo como Jefe y Cuerpo. Este es el punto de divergencia más profundo entre las Iglesias y las comunidades eclesiales de Occidente, el que nos impide ser plenamente signo e instrumento de Cristo".
CON-UC/SEMANA ORACION UNIDAD/KASPER VIS 20050126 (510)
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