CIUDAD DEL VATICANO, 9 DIC 2004 (VIS).-El cardenal Stephen Fumio Hamao, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, presentó esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2005, cuyo tema es "La integración intercultural".
El cardenal Hamao señaló que "cuando se habla de intercultura a menudo se privilegia el tema de las diferencias culturales y se olvida la condición de los emigrantes que es de desigualdad social". En este sentido, subrayó la necesidad de "eliminar los obstáculos para la igualdad social de los emigrantes, valorando las subjetividades de las personas procedentes de diversos contextos culturales".
"Intercultura -continuó- es sobre todo intercambio entre personas de variada extracción cultural y de diferentes visiones legítimas de la sociedad. (...) La interculturalidad es un movimiento de reciprocidad, un camino con el otro y hacia el otro".
Refiriéndose al diálogo intercultural el presidente del dicasterio afirmó que su objetivo "no es sólo educar a la cultura y al saber del otro, sino sobre todo educar (...) a los métodos que han adoptado los demás para concebir el mundo, Dios, la vida, el amor, el sufrimiento".
El arzobispo Agostino Marchetto, secretario del pontificio consejo, comentó algunos puntos de la Instrucción "Erga migrantes caritas Christi" (La caridad de Cristo hacia los emigrantes), publicada el 14 de mayo de este año, que hacen referencia a la interculturalidad.
El documento, recordó, pone de relieve que nos encontramos "ante un pluralismo cultural y religioso que nunca ha sido experimentado de forma tan consciente como ahora". Por otra parte, "con mucho respeto y atención por las tradiciones y las culturas de los inmigrantes -se lee en el texto-, los cristianos estamos llamados a darles testimonio del Evangelio de la caridad y de la paz".
Hablando de las migraciones, del pluralismo étnico-cultural y de la unidad de la Iglesia, el arzobispo Marchetto señaló citando la instrucción que "Las migraciones brindan a la Iglesia local la oportunidad de medir su catolicidad, que consiste no sólo en acoger a las distintas etnias, sino y sobre todo, en realizar la comunión de esas etnias. El pluralismo étnico y cultural en la Iglesia no constituye una situación que hay que tolerar en cuanto transitoria, sino una propia dimensión estructural".
"Uno de los desafíos más difíciles del tercer milenio -concluyó- es aprender a vivir unidos en la diversidad y en la multiplicidad de las culturas, etnias, religiones. El respeto y el reconocimiento de las distintas identidades culturales no debe ser un obstáculo, sino una condición esencial para la construcción de una humanidad unida en la pluralidad".
El padre Michael Blume, S.V.D., subsecretario del consejo, habló del cuadro general de la integración y citó una serie de estadísticas acerca de los 175 millones de personas que viven como emigrantes en el mundo y se encuentran fuera de su tierra natal. Hay 56 millones en Europa, 50 millones en Asia, 41 millones en América del Norte, 16 millones en Africa y 6 millones en los países de América Latina, el Caribe y Oceanía.
Estados Unidos, como nación, cuenta con el mayor número de emigrantes (35 millones de personas procedentes de 40 países). En Alemania, la población extranjera procede de 18 países y en Japón de 10 naciones. "Estos datos -dijo el padre Blume- demuestran claramente que las sociedades actuales están compuestas por personas de diversa procedencia y, por lo tanto, de diversas culturas, tradiciones, lenguas, costumbres, religiones, valores, etc. (...) Los países de acogida no pueden ignorar el hecho de que su población ya no es homogénea".
El subsecretario explicó que la "integración" es un fenómeno complejo que atañe tanto al país de acogida como a los emigrantes. Estos deben integrarse en la sociedad que les acoge, aprendiendo su lengua y sus costumbres y adaptándose a su vida social pero sin perder de vista su valiosa y específica herencia cultural. Si los emigrantes "no consiguen poco a poco abrirse a la realidad más amplia de la sociedad donde han entrado, corren el peligro de formar un gueto y verse marginados".
Las comunidades cristianas, concluyó, pueden colaborar en la labor de acogida de los emigrantes y cooperar en el proceso de integración verdadera que "implica la estima y la simpatía mutuas y el aprecio recíproco (...) en un clima de 'auténtica comprensión y benevolencia'".
OP/MENSAJE MIGRANTES/HAMAO VIS 20041209 (720)
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