CIUDAD DEL VATICANO, 25 APR 2004 (VIS).-Juan Pablo II beatificó esta mañana en la Plaza de San Pedro a un sacerdote, cuatro religiosas y una laica: los Siervos de Dios Augusto Czartoryski, Laura Montoya, María Guadalupe García Zavala, Nemesia Valle, Eusebia Palomino Yenes y Alejandrina María da Costa.
Del beato polaco Czartoryski, de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco, el Papa recordó que este joven príncipe "presentaba a Dios en la oración todas sus peticiones y perplejidades de fondo y después, con espíritu de obediencia seguía los consejos de sus guías espirituales. "Su vocación fue la de emprender una vida pobre para servir a los más pequeños". El Santo Padre pidió especialmente a los jóvenes que aprendieran del nuevo beato "a suplicar ardientemente en la oración la luz del Espíritu Santo y guías seguras" en su vida.
Juan Pablo II dijo que la beata colombiana Laura Montoya "viendo cómo tantos indígenas, lejos de los centros urbanos, desconocían a Dios, se decidió a fundar la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, para llevar la luz del Evangelio a los habitantes de las selvas. (…) Inspirándonos en su mensaje pacificador, le pedimos hoy que la amada Colombia goce pronto de paz, de justicia y de progreso integral".
"La Beata Guadalupe García Zavala, mexicana -continuó- renunciando al matrimonio, se dedicó al servicio de los más pobres, necesitados y enfermos, y fundó la Congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres. Con una fe profunda, una esperanza sin límites y un gran amor a Cristo, Madre Lupita buscó la propia santificación desde el amor al Corazón de Jesús y la fidelidad a la Iglesia".
El Papa señaló a continuación que la misión de la beata italiana Nemesia Valle, virgen, de la Congregación de las Religiosas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, fue "manifestar el amor de Dios a los pequeños, a los pobres, a todos los seres humanos, en todos los rincones de la tierra. (…) Es el ejemplo de una santidad luminosa, dirigida a las altas metas de la perfección evangélica, y que se traduce en los sencillos gestos de la vida cotidiana enteramente dedicada a Dios".
La salesiana española Eusebia Palomino Yenes, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, "estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba. (…) Con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo".
El Santo Padre concluyó refiriéndose a la beata portuguesa Alejandrina María da Costa, laica, de la Unión de los Cooperadores Salesianos, de quien destacó su "voluntad fuerte, que aceptaba todo para demostrar su amor a Dios. (…) Revivió místicamente la pasión de Cristo y se ofreció como víctima por los pecadores, recibiendo la fuerza de la Eucaristía, que fue el único alimento en sus trece últimos años de vida".
Al final de la misa y antes de rezar el Regina Coeli, Juan Pablo II saludó a los peregrinos en sus respectivas lenguas. Hablando en polaco del beato Czartoryski, dijo: "Para mí es una alegría poder acoger en esta ocasión en el Vaticano a la familia del beato, tan benemérita para Polonia. He estado ligado estrechamente a ella como obispo de Cracovia, sobre todo con el prelado Stanislao Czartoryski".
HML/BEATIFICACION/… VIS 20040426 (580)
Del beato polaco Czartoryski, de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco, el Papa recordó que este joven príncipe "presentaba a Dios en la oración todas sus peticiones y perplejidades de fondo y después, con espíritu de obediencia seguía los consejos de sus guías espirituales. "Su vocación fue la de emprender una vida pobre para servir a los más pequeños". El Santo Padre pidió especialmente a los jóvenes que aprendieran del nuevo beato "a suplicar ardientemente en la oración la luz del Espíritu Santo y guías seguras" en su vida.
Juan Pablo II dijo que la beata colombiana Laura Montoya "viendo cómo tantos indígenas, lejos de los centros urbanos, desconocían a Dios, se decidió a fundar la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, para llevar la luz del Evangelio a los habitantes de las selvas. (…) Inspirándonos en su mensaje pacificador, le pedimos hoy que la amada Colombia goce pronto de paz, de justicia y de progreso integral".
"La Beata Guadalupe García Zavala, mexicana -continuó- renunciando al matrimonio, se dedicó al servicio de los más pobres, necesitados y enfermos, y fundó la Congregación de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres. Con una fe profunda, una esperanza sin límites y un gran amor a Cristo, Madre Lupita buscó la propia santificación desde el amor al Corazón de Jesús y la fidelidad a la Iglesia".
El Papa señaló a continuación que la misión de la beata italiana Nemesia Valle, virgen, de la Congregación de las Religiosas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, fue "manifestar el amor de Dios a los pequeños, a los pobres, a todos los seres humanos, en todos los rincones de la tierra. (…) Es el ejemplo de una santidad luminosa, dirigida a las altas metas de la perfección evangélica, y que se traduce en los sencillos gestos de la vida cotidiana enteramente dedicada a Dios".
La salesiana española Eusebia Palomino Yenes, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, "estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba. (…) Con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo".
El Santo Padre concluyó refiriéndose a la beata portuguesa Alejandrina María da Costa, laica, de la Unión de los Cooperadores Salesianos, de quien destacó su "voluntad fuerte, que aceptaba todo para demostrar su amor a Dios. (…) Revivió místicamente la pasión de Cristo y se ofreció como víctima por los pecadores, recibiendo la fuerza de la Eucaristía, que fue el único alimento en sus trece últimos años de vida".
Al final de la misa y antes de rezar el Regina Coeli, Juan Pablo II saludó a los peregrinos en sus respectivas lenguas. Hablando en polaco del beato Czartoryski, dijo: "Para mí es una alegría poder acoger en esta ocasión en el Vaticano a la familia del beato, tan benemérita para Polonia. He estado ligado estrechamente a ella como obispo de Cracovia, sobre todo con el prelado Stanislao Czartoryski".
HML/BEATIFICACION/… VIS 20040426 (580)
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