CIUDAD DEL VATICANO, 20 FEB 2004 (VIS).-El Santo Padre recibió esta mañana a los obispos franceses de la provincia de París, junto con el ordinario militar, al final de su visita "ad limina". En su discurso, el Papa manifestó su preocupación por la secularización de la sociedad francesa y subrayó la necesidad de una evangelización renovada en muchos lugares, y en algunos casos, de una "primera proclamación del Evangelio".
Juan Pablo II puso de relieve que la secularización "es comprendida con frecuencia como un rechazo en la vida social de los valores antropológicos, religiosos y morales que la han marcado profundamente. Por eso es necesario tanto un anuncio renovado del Evangelio" como "un primer anuncio". Refiriéndose a la catequesis de los niños y los jóvenes dijo que "es importante ofrecerles una educación religiosa y moral de calidad, proporcionándoles los elementos claros y sólidos de la fe que les conduzcan a una vida espiritual intensa".
El Papa señaló que "la formación catequética debe estar acompañada por una práctica religiosa regular. Las propuestas hechas a los niños, ¿cómo pueden arraigar verdaderamente en ellos y cómo puede transformar Cristo su proprio ser y su actuar si no se encuentran con El a menudo?". La formación religiosa debe ser tanto personal como comunitaria, "teniendo presente que esta dimensión de su vida tiene una incidencia positiva en sus lazos sociales y en la vida de las personas".
La fe, continuó, debe ser profunda, enraizada en las enseñanzas sólidas del magisterio, y por encima de todo, vivida diariamente, especialmente en nuestras relaciones con los demás. "los pastores y los catequistas -dijo- tienen que recordar que los niños y los jóvenes son especialmente sensibles a la coherencia entre la palabra de una persona y su vida concreta. Realmente, ¿cómo pueden los jóvenes ser conscientes de la necesidad de participar en la Eucaristía dominical o de la práctica del sacramento de la penitencia si sus padres o sus educadores no viven una vida religiosa y eclesial?".
Hablando de la formación de los jóvenes, Juan Pablo II exhortó a los obispos a buscar "formas de enseñanza que, teniendo en cuenta su deseo de hacer una experiencia humana seria, les proponga conocer a Cristo y encontrarle en un clima de oración personal y comunitario fuerte".
Enseñar la fe, continuó, también implica capacitar a los fieles "a armonizar sus conocimientos religiosos con su saber humano, de modo que puedan realizar una síntesis cada vez más sólida entre su saber científico y técnico y la experiencia religiosa". El Papa expresó su alegría por la Escuela Catedral de París, en la que se "invita a cada persona a profundizar continuamente en el misterio de la fe, (…) transmitiéndolo con un lenguaje adecuado, sin cambiar la sustancia".
El Santo Padre concluyó refiriéndose a "la misión catequética y evangelizadora de la liturgia, que debe ser comprendida como un camino de santidad, la fuerza interior del dinamismo apostólico y de naturaleza misionera de la Iglesia. (…) Los pastores deben estar siempre atentos, en colaboración con los laicos, a la hora de preparar la liturgia dominical, prestando una atención particular al rito y a la belleza de la celebración. (…) En sus homilías, los sacerdotes tratarán de enseñar a los fieles los fundamentos sobre la doctrina y las escrituras de la fe. Hago un nuevo llamamiento con fuerza a todos los fieles para que fundamenten su experiencia espiritual y su misión en la Eucaristía, junto al obispo, ministro y garante de la comunión en la iglesia diocesana, porque 'donde está el obispo, está la Iglesia'".
AL/CATEQUESIS/FRANCIA VIS 20040220 (600)
Juan Pablo II puso de relieve que la secularización "es comprendida con frecuencia como un rechazo en la vida social de los valores antropológicos, religiosos y morales que la han marcado profundamente. Por eso es necesario tanto un anuncio renovado del Evangelio" como "un primer anuncio". Refiriéndose a la catequesis de los niños y los jóvenes dijo que "es importante ofrecerles una educación religiosa y moral de calidad, proporcionándoles los elementos claros y sólidos de la fe que les conduzcan a una vida espiritual intensa".
El Papa señaló que "la formación catequética debe estar acompañada por una práctica religiosa regular. Las propuestas hechas a los niños, ¿cómo pueden arraigar verdaderamente en ellos y cómo puede transformar Cristo su proprio ser y su actuar si no se encuentran con El a menudo?". La formación religiosa debe ser tanto personal como comunitaria, "teniendo presente que esta dimensión de su vida tiene una incidencia positiva en sus lazos sociales y en la vida de las personas".
La fe, continuó, debe ser profunda, enraizada en las enseñanzas sólidas del magisterio, y por encima de todo, vivida diariamente, especialmente en nuestras relaciones con los demás. "los pastores y los catequistas -dijo- tienen que recordar que los niños y los jóvenes son especialmente sensibles a la coherencia entre la palabra de una persona y su vida concreta. Realmente, ¿cómo pueden los jóvenes ser conscientes de la necesidad de participar en la Eucaristía dominical o de la práctica del sacramento de la penitencia si sus padres o sus educadores no viven una vida religiosa y eclesial?".
Hablando de la formación de los jóvenes, Juan Pablo II exhortó a los obispos a buscar "formas de enseñanza que, teniendo en cuenta su deseo de hacer una experiencia humana seria, les proponga conocer a Cristo y encontrarle en un clima de oración personal y comunitario fuerte".
Enseñar la fe, continuó, también implica capacitar a los fieles "a armonizar sus conocimientos religiosos con su saber humano, de modo que puedan realizar una síntesis cada vez más sólida entre su saber científico y técnico y la experiencia religiosa". El Papa expresó su alegría por la Escuela Catedral de París, en la que se "invita a cada persona a profundizar continuamente en el misterio de la fe, (…) transmitiéndolo con un lenguaje adecuado, sin cambiar la sustancia".
El Santo Padre concluyó refiriéndose a "la misión catequética y evangelizadora de la liturgia, que debe ser comprendida como un camino de santidad, la fuerza interior del dinamismo apostólico y de naturaleza misionera de la Iglesia. (…) Los pastores deben estar siempre atentos, en colaboración con los laicos, a la hora de preparar la liturgia dominical, prestando una atención particular al rito y a la belleza de la celebración. (…) En sus homilías, los sacerdotes tratarán de enseñar a los fieles los fundamentos sobre la doctrina y las escrituras de la fe. Hago un nuevo llamamiento con fuerza a todos los fieles para que fundamenten su experiencia espiritual y su misión en la Eucaristía, junto al obispo, ministro y garante de la comunión en la iglesia diocesana, porque 'donde está el obispo, está la Iglesia'".
AL/CATEQUESIS/FRANCIA VIS 20040220 (600)
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