CIUDAD DEL VATICANO, 28 JUN 2003 (VIS) - Esta tarde, vigilia de la solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Santo Padre promulgó la Exhortación Apostólica "Ecclesia in Europa", durante las vísperas celebradas en la basílica de San Pedro.
El título completo del documento, fechado hoy, es Exhortación Apostólica Post-sinodal "Ecclesia in Europa", del Santo Padre Juan Pablo II a los obispos, a los presbíteros y diáconos , a los consagrados y consagradas y a todos los fieles laicos sobre Jesucristo vivo en su Iglesia y fuente de esperanza para Europa.
El texto tiene 130 páginas y consta de una introducción, seis capítulos y una conclusión. Siguen extractos de "Ecclesia in Europa":
INTRODUCCION.
"La profundización en el tema de la esperanza fue desde el principio el objetivo principal de la II Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos".
"El Sínodo anterior dedicado a Europa fue celebrado en 1991, apenas después de la caída del muro, sobre el tema 'Para ser testigos de Cristo que nos ha liberado'. Aquella primera Asamblea puso de relieve la urgencia y la necesidad de la 'nueva evangelización'."
"La (segunda) Asamblea sinodal, celebrada del 1 al 23 de octubre de 1999, ha sido una preciosa oportunidad de encuentro, escucha y confrontación".
"Al vivir la experiencia sinodal con discernimiento evangélico, ha madurado cada vez más la conciencia de la unidad que, sin negar las diferencias derivadas de las vicisitudes históricas, aglutina las diversas partes de Europa. Una unidad que, hundiendo sus raíces en la común inspiración cristiana, sabe articular las diferentes tradiciones culturales".
"Los Padres sinodales se han percatado de que, tal vez, lo más crucial, en el Este como en el Oeste, es su creciente necesidad de esperanza que pueda dar sentido a la vida y a la historia, y permita caminar juntos".
CAPITULO I. JESUCRISTO ES NUESTRA ESPERANZA
I. Retos y signos de esperanza para la Iglesia en Europa.
"Esta palabra se dirige hoy también a las Iglesias en Europa, afectadas a menudo por un oscurecimiento de la esperanza (...). Hay numerosos signos preocupantes y que, al principio del tercer milenio, perturban el horizonte del Continente europeo".
"Quisiera recordar la pérdida de la memoria y de la herencia cristianas, unida a una especie de agnosticismo pr ctico y de indiferencia religiosa, por lo cual muchos europeos dan la impresión de vivir sin base espiritual y como herederos que han despilfarrado el patrimonio recibido a lo largo de la historia. Por eso no han de sorprender demasiado los intentos de dar a Europa una identidad que excluye su herencia religiosa y, en particular, su arraigada alma cristiana, fundando los derechos de los pueblos que la conforman sin injertarlos en el tronco vivificado por la savia del cristianismo".
"En muchos ambientes públicos es más fácil declararse agnóstico que creyente; se tiene la impresión de que lo obvio es no creer, mientras que creer requiere una legitimación social que no es indiscutible ni puede darse por descontada".
"Esta pérdida de la memoria cristiana va unida a un cierto miedo en afrontar el futuro (...).Como manifestaciones y frutos de esta angustia existencial pueden mencionarse, en particular, el dram tico descenso de la natalidad, la disminución de las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, la resistencia, cuando no el rechazo, a tomar decisiones definitivas de vida incluso en el matrimonio".
"Se está dando una difusa fragmentación de la existencia; prevalece una sensación de soledad; se multiplican las divisiones y las contraposiciones".
"Junto con la difusión del individualismo, se nota un decaimiento creciente de la solidaridad interpersonal".
"En la raíz de la pérdida de la esperanza está el intento de hacer prevalecer una antropología sin Dios y sin Cristo. Esta forma de pensar ha llevado a considerar al hombre como el centro absoluto de la realidad, haciéndolo ocupar así falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el que hace a Dios sino que es Dios quien hace al hombre. No es extraño que en este contexto se haya abierto un amplísimo campo para el libre desarrollo del nihilismo, en la filosofía; del relativismo en la gnoseología y en la moral; y del pragmatismo y hasta del hedonismo cínico en la configuración de la existencia diaria".
"En esta perspectiva surgen los intentos, repetidos también últimamente, de presentar la cultura europea prescindiendo de la aportación del cristianismo, que ha marcado su desarrollo histórico y su difusión universal".
"Pero, como han subrayado los Padres sinodales, 'el hombre no puede vivir sin esperanza: su vida, condenada a la insignificancia, se convertiría en insoportable'.
"Considerando Europa como comunidad civil, no faltan signos que dan lugar a la esperanza. (...) Los Padres sinodales los han descrito así al final de sus trabajos: (...) la creciente apertura recíproca de los pueblos, la reconciliación entre naciones (...) la ampliación progresiva del proceso unitario a los países del Este europeo. Reconocimientos, colaboraciones e intercambios de todo tipo se están llevando a cabo, de forma que, poco a poco, se está creando una cultura, más aún, una conciencia europea. (...) Deseamos vivamente que, con fidelidad creativa a la tradición humanista y cristiana de nuestro continente, se garantice la supremacía de los valores éticos y espirituales".
"Quiero proponer a todos, para que nunca se olvide, el gran signo de esperanza constituido por los numerosos testigos de la fe cristiana que ha habido en el último siglo, tanto en el Este como en el Oeste. Ellos han sabido vivir el Evangelio en situaciones de hostilidad y persecución, frecuentemente hasta el testimonio supremo de la sangre".
"El Evangelio sigue dando sus frutos en las comunidades parroquiales, en las personas consagradas, en las asociaciones de laicos, en los grupos de oración y apostolado, en muchas comunidades juveniles, así como también a través de la presencia y difusión de nuevos movimientos y realidades eclesiales".
"Todavía hoy en Europa, tanto en los Países postcomunistas como en Occidente, la parroquia, si bien necesita una renovación constante, sigue conservando y ejerciendo su misión".
"Muchas asociaciones y organizaciones apostólicas (...) ayudan a los cristianos a vivir más radicalmente según el Evangelio; son cuna de diversas vocaciones, (...) favorecen la santidad del pueblo, (...) con frecuencia apoyan el camino ecuménico y abren cauces para el diálogo interreligioso; son un antídoto contra la difusión de las sectas; son una gran ayuda para difundir vivacidad y alegría en la Iglesia".
II. Volverá A Cristo, fuente de toda esperanza.
"En la Asamblea sinodal se ha consolidado la certeza, clara y apasionada, de que la Iglesia ha de ofrecer a Europa el bien más precioso y que nadie más puede darle: la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda, don que está en el origen de la unidad espiritual y cultural de los pueblos europeos, y que todavía hoy y en el futuro puede ser una aportación esencial a su desarrollo e integración". "Múltiples son las raíces ideales que han contribuido con su savia al reconocimiento del valor de la persona y de su dignidad inalienable, del car cter sagrado de la vida humana y el papel central de la familia, de la importancia de la educación y la libertad de opinión, de palabra, de religión, así como también a la tutela legal de los individuos y los grupos, a la promoción de la solidaridad y el bien común, al reconocimiento de la dignidad del trabajo. Tales raíces han favorecido que el poder político esté sujeto a la ley y al respeto de los derechos de la persona y de los pueblos. A este propósito se han de recordar el espíritu de la Grecia antigua y de la romanidad, las aportaciones de los pueblos celtas, germanos, eslavos, ugrofineses, de la cultura hebrea y del mundoáislámico. Sin embargo, se ha de reconocer que estas influencias han encontrado históricamente en la tradición judeocristiana una fuerza capaz de armonizarlas, consolidarlas y promoverlas. Se trata de un hecho que no se puede ignorar; por el contrario, en el proceso de construcción de la 'casa común europea', debe reconocerse que este edificio ha de apoyarse también sobre valores que encuentran en la tradición cristiana su plena manifestación. Tener esto en cuenta beneficia a todos".
"Las Iglesias particulares en Europa no son meras entidades u organizaciones privadas. En realidad, actúan con una dimensión institucional específica que merece ser valorada jurídicamente, en el pleno respeto del justo ordenamiento civil".
" La misión de cada Iglesia particular en Europa es tener en cuenta la sed de verdad de toda persona y la necesidad de valores auténticos que animen a los pueblos del Continente (...) enseñando con obras y argumentos convincentes cómo la nueva Europa necesita descubrirásus propias raíces últimas".
CAPITULO II. EL EVANGELIO DE LA ESPERANZA CONFIADO A LA IGLESIA DEL NUEVO MILENIO.
I. El Señor llama a la conversión.
"Europa ha sido impregnada amplia y profundamente por el cristianismo. 'No cabe duda de que, en la compleja historia de Europa, el cristianismo representa un elemento central y determinante, que se ha consolidado sobre la base firme de la herencia clásica y de las numerosas aportaciones que han dado los diversos flujos étnicos y culturales que se han sucedido a lo largo de los siglos. La fe cristiana ha plasmado la cultura del Continente y se ha entrelazado indisolublemente con su historia, hasta el punto de que ésta no se podría entender sin hacer referencia a las vicisitudes que han caracterizado, primero, el largo periodo de la evangelización y, después, tantos siglos en los que el cristianismo, aun en la dolorosa división entre Oriente y Occidente, se ha afirmado como la religión de los europeos".
"En efecto, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha mantenido lazos muy estrechos con nuestro Continente, de tal modo que la fisonomía espiritual de Europa se ha ido formando gracias a los esfuerzos de grandes misioneros y al testimonio de santos y mártires, a la labor asidua de monjes, religiosos y pastores. De la concepción bíblica del hombre, Europa ha tomado lo mejor de su cultura humanista, ha encontrado inspiración para sus creaciones intelectuales y artísticas, ha elaborado normas de derecho y, sobre todo, ha promovido la dignidad de la persona, fuente de derechos inalienables. De este modo la Iglesia, en cuanto depositaria del Evangelio, ha contribuido a difundir y a consolidar los valores que han hecho universal la cultura europea".
"Se pide a la Iglesia en Europa que cultive la certeza de que el Señor, por el don de su Espíritu, está siempre presente y actúa en ella y en la historia de la humanidad".
"Ante las insistentes tentaciones de división y contraposición, la diversas Iglesias particulares en Europa, bien unidas al Sucesor de Pedro, han de esforzarse en ser verdaderamente lugar e instrumento de comunión de todo el Pueblo de Dios en la fe y el amor".
"Para vivir de manera plena la comunión en la Iglesia, hace falta valorar la variedad de carismas y vocaciones, que confluyen cada vez más en la unidad y pueden enriquecerla. En esta perspectiva, es necesario también que, de una parte, los nuevos movimientos y las nuevas comunidades eclesiales 'abandonando toda tentación de reivindicar derechos de primogenitura y toda incomprensión recíproca' avancen en el camino de una comunión más auténtica entre sí y con todas las demás realidades eclesiales, y 'vivan con amor en total obediencia a los Obispos'".
"Para poder responder a la llamada del Evangelio a la conversión, 'debemos hacer todos juntos un humilde y valiente examen de conciencia para reconocer nuestros temores y nuestros errores, para confesar con sinceridad nuestras lentitudes, omisiones, infidelidades y culpas'".
"Finalmente, el Evangelio de la esperanza es también fuerza y llamada a la conversión en el campo ecuménico (...) que hoy se presenta como una necesidad para que sea más creíble la evangelización y la contribución a la unidad de Europa".
"Sin rendirse ante dificultades y cansancios, es preciso continuar con determinación el diálogo".
"¡No podemos detenernos ni volverá atrás!".
"Invito a todos a reconocer y valorar, con amor y fraternidad, la contribución que las Iglesias Católicas Orientales pueden ofrecer para una edificación más real de la unidad. (...) Al mismo tiempo, quiero asegurar una vez más a los pastores y a los hermanos y hermanas de las Iglesias ortodoxas, que la nueva evangelización en modo alguno debe ser confundida con el proselitismo, quedando firme el deber de respetar la verdad, la libertad y la dignidad de toda persona".
II. Toda la Iglesia enviada en misión.
"En virtud de su ministerio, los sacerdotes están llamados a celebrar, enseñar y servir de modo especial el Evangelio de la esperanza".
"En este marco adquiere relieve también el celibato sacerdotal, signo de una esperanza puesta totalmente en el Señor. No es una mera disciplina eclesiástica impuesta por la autoridad; por el contrario, es ante todo gracia, don inestimable de Dios para la Iglesia".
"(El celibato es) considerado conveniente para el sacerdocio en toda la Iglesia, requerido obligatoriamente por la Iglesia latina, sumamente respetado por las Iglesias Orientales. (...) A este respecto, una revisión de la disciplina actual no permitiría solucionar la crisis de las vocaciones al presbiterado que se percibe en muchas partes de Europa."
"Junto con los presbíteros, deseo recordar también a los diáconos , que participan, aunque en grado diferente, del mismo sacramento del Orden".
"El testimonio de las personas consagradas es particularmente elocuente. A este propósito, se ha de reconocer, ante todo, el papel fundamental que ha tenido el monacato y la vida consagrada en la evangelización de Europa y en la construcción de su identidad cristiana".
"En un contexto contaminado por el laicismo y subyugado por el consumismo, la vida consagrada, don del Espíritu a la Iglesia y para la Iglesia, se convierte cada vez más en signo de esperanza, en la medida en que da testimonio de la dimensión trascendente de la existencia".
"No se puede pasar por alto la preocupante escasez de seminaristas y de aspirantes a la vida religiosa, sobre todo en Europa occidental. Esta situación requiere que todos se comprometan en una adecuada pastoral de las vocaciones".
"La aportación de los fieles laicos a la vida eclesial es irrenunciable: es, efectivamente, insustituible el papel que tienen en el anuncio y el servicio al Evangelio de la esperanza".
"La Europa de ayer y de hoy cuenta con figuras significativas y ejemplos luminosos de laicos de este tipo".
"An loga estima merece la labor de laicas y laicos cristianos, realizada frecuentemente en lo recóndito de la vida ordinaria. (...) Hemos de agradecerles su audaz testimonio de caridad y de perdón, valores que evangelizan los grandes horizontes de la política, la realidad social, la economía, la cultura, la ecología, la vida internacional, la familia, la educación, las profesiones, el trabajo y el sufrimiento".
"La Iglesia es consciente de la aportación específica de la mujer al servicio del Evangelio de la esperanza. (...) Se debe recordar todo lo que han hecho, a menudo en silencio y con discreción, acogiendo y transmitiendo el don de Dios, bien mediante la maternidad física y espiritual, la actividad educativa, la catequesis y la realización de grandes obras de caridad, bien por la vida de oración y contemplación, las experiencias místicas y por escritos ricos de sabiduría evangélica."
"Para lograr todo esto es necesario que, ante todo, en la Iglesia se promueva la dignidad de la mujer, puesto que la dignidad del hombre y de la mujer es idéntica, creados ambos a imagen y semejanza de Dio y cada uno colmado de dones propios y particulares".
"La Iglesia no deja de alzar su voz para denunciar las injusticias y violencias cometidas contra las mujeres, en cualquier lugar y circunstancia que ocurran. Pide que se apliquen efectivamente las leyes que protegen a la mujer y que se establezcan medidas eficaces contra el empleo humillante de imágenes femeninas en la propaganda comercial, así como contra la plaga de la prostitución; desea que el servicio prestado por la madre, del mismo modo que por el padre, en la vida doméstica, se considere como una contribución al bien común, incluso mediante formas de reconocimiento económico".
CAPITULO III. ANUNCIAR EL EVANGELIO DE LA ESPERANZA.
I. Proclamar el misterio de Cristo.
"¡Iglesia en Europa, te espera la tarea de la 'nueva evangelización'! Recobra el entusiasmo del anuncio. (...) Que el anuncio de Jesús, que es el Evangelio de la esperanza, sea tu honra y tu razón de ser.
"En varias partes de Europa se necesita un primer anuncio del Evangelio: crece el número de las personas no bautizadas, sea por la notable presencia de emigrantes pertenecientes a otras religiones, sea porque también los hijos de familias de tradición cristiana no han recibido el Bautismo, unas veces por la dominación comunista y otras por una indiferencia religiosa generalizada".
"En el 'viejo' Continente existen también amplios sectores sociales y culturales en los que se necesita una verdadera y auténtica misión ad gentes".
"Es necesario un nuevo anuncio incluso a los bautizados. Muchos europeos contemporáneos creen saber qué es el cristianismo, pero realmente no lo conocen. (...) En muchos, un sentimiento religioso vago y poco comprometido ha suplantado a las grandes certezas de la fe; se difunden diversas formas de agnosticismo y ateísmo pr ctico; (...) algunos se han dejado contagiar por el espíritu de un humanismo inmanentista que ha debilitado su fe, llev ndoles frecuentemente, por desgracia, a abandonarla completamente".
"Para poder anunciar el Evangelio de la esperanza hace falta una sólida fidelidad al Evangelio mismo. Por tanto, la predicación de la Iglesia en todas sus formas, se ha de centrar siempre en la persona de Jesús y debe conducir cada vez más a l. Es preciso vigilar que se le presente en su integridad".
"Europa reclama evangelizadores creíbles, en cuya vida, en comunión con la cruz y la resurrección de Cristo, resplandezca la belleza del Evangelio".
"El hombre contemporáneo 'escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio'".
"Los cristianos, pues, han de tener una fe que les permita enfrentarse críticamente con la cultura actual, resistiendo a sus seducciones; incidir eficazmente en los ámbitos culturales, económicos, sociales y políticos; (...) transmitir con alegría la fe a las nuevas generaciones".
II. Testimoniar en la unidad y en el diálogo.
"Las Iglesias particulares no pueden estar solas a la hora de afrontar el reto que se les presenta. Se necesita una auténtica colaboración entre todas las Iglesias particulares del Continente, que sea expresión de su comunión esencial".
"Al mismo tiempo, el deber de una fraterna y sincera colaboración ecuménica es un imperativo irrenunciable".
"Para anunciar el Evangelio de la esperanza es necesario también que se establezca un diálogo interreligioso profundo e inteligente, en particular con el hebraísmo y eláislamismo".
"Es necesario, pues, favorecer el diálogo con el hebraísmo, sabiendo que éste tiene una importancia fundamental para la conciencia cristiana de sí misma y para superar las divisiones entre las Iglesias, y esforzarse para que florezca una nueva primavera en las relaciones recíprocas. (...) Dicho ejercicio implica, entre otras cosas, que 'se recuerde la parte que hayan podido desempeñar los hijos de la Iglesia en el nacimiento y difusión de una actitud antisemita en la historia, y que pida perdón a Dios por ello, favoreciendo toda suerte de encuentros de reconciliación y de amistad con los hijos de Israel'".
"Es importante una correcta relación con el Islam. (...) Esto (...) 'debe llevarse a cabo con prudencia, con ideas claras sobre sus posibilidades y límites, y con confianza en el designio salvífico de Dios con respecto a todos sus hijos'. Es necesario, además, ser conscientes de la notable diferencia entre la cultura europea, con profundas raíces cristianas, y el pensamiento musulmán".
"A este respecto, hay que preparar adecuadamente a los cristianos que viven cotidianamente en contacto con musulmanes para que conozcan el Islam de manera objetiva y sepan confrontarse con él. (...) Por lo demás, es comprensible que la Iglesia (...) reitere también que la reciprocidad en la garantía de la libertad religiosa se observe en Países de tradición religiosa distinta, en los cuales los cristianos son minoría".
"En este sentido, se comprende 'la extrañeza y sentimiento de frustración de los cristianos que acogen, por ejemplo en Europa, a creyentes de otras religiones y les dan la posibilidad de ejercer su culto, y a ellos se les prohíbe todo ejercicio del culto cristiano' en los países donde estos creyentes mayoritarios han hecho de su religión la única admitida y promovida. La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa y todos, en cualquier parte del mundo, 'deben estar libres de coacción, tanto por parte de personas particulares como de los grupos sociales y de cualquier poder humano'".
III. Evangelizar la vida social.
"El anuncio de Jesucristo tiene que llegar también a la cultura europea contemporánea. (...) Para ello, la pastoral ha de asumir la tarea de imprimir una mentalidad cristiana a la vida ordinaria: en la familia, la escuela, la comunicación social; en el mundo de la cultura, del trabajo y de la economía, de la política, del tiempo libre, de la salud y la enfermedad".
"En la tarea de evangelización de la cultura interviene el importante servicio desarrollado por las escuelas católicas".
"Tampoco puede olvidarse la aportación positiva que supone la valoración de los bienes culturales de la Iglesia".
"Animo además a la Iglesia en Europa a dedicar una creciente atención a la educación de los jóvenes en la fe. Al poner la mirada en el porvenir no podemos dejar de pensar en ellos: hemos de encontrarnos con la mente, el corazón y el car cter juvenil, para ofrecerles una sólida formación humana y cristiana".
"Para lograrlo hace falta renovar la pastoral juvenil, articulada por edades y atenta a las distintas condiciones de niños, adolescentes y jóvenes. Es necesario además dotarla de mayor organicidad y coherencia, escuchando pacientemente las preguntas de los jóvenes, para hacerlos protagonistas de la evangelización y edificación de la sociedad".
"Dada su importancia, la Iglesia en Europa ha de prestar particular atención al multiforme mundo de los medios de comunicación social. Entre otras cosas, esto comporta la adecuada formación de los cristianos que trabajan en ellos y de los usuarios de los mismos" con el fin de alcanzar un buen dominio de los nuevos lenguajes.
"Al principio del Gran Jubileo del año 2000, al pasar por la Puerta Santa levanté ante la Iglesia y el mundo el libro de los Evangelios. Este gesto, realizado por cada Obispo en las diversas catedrales del mundo, debe indicar el compromiso que la Iglesia tiene hoy y siempre en nuestro Continente".
"Iglesia en Europa, ¡entra en el nuevo milenio con el libro de los Evangelios! (...) ¡Que la Sagrada Biblia siga siendo un tesoro para la Iglesia y para todo cristiano!".
"¡Tomemos este Libro en nuestras manos! Recib moslo del Señor que lo ofrece continuamente por medio de su Iglesia. Devorémoslo para que se convierta en vida de nuestra vida. Gustémoslo hasta el fondo".
CAPITULO IV. CELEBRAR EL EVANGELIO DE LA ESPERANZA. "A ti, Iglesia de Dios que vives en Europa, se te pide que seas comunidad que ora, celebrando a tu Señor con los Sacramentos, la liturgia y toda la existencia".
I. Descubrir la liturgia.
"No obstante las amplias reas descristianizadas en el Continente europeo, hay signos que ayudan a perfilar el rostro de una Iglesia que, creyendo, anuncia, celebra y sirve a su Señor. (...) Junto con muchos ejemplos de fe genuina, hay también en Europa una religiosidad vaga y, a veces, desencaminada. (...) Hay fenómenos claros de fuga hacia el espiritualismo, el sincretismo religioso y esotérico, una búsqueda de acontecimientos extraordinarios a todo coste, hasta llegar a opciones descarriadas, como la adhesión a sectas peligrosas o a experiencias pseudoreligiosas".
"Iglesia que vives en Europa: (...) sé una Iglesia que ora. (...) Descubre el sentido del misterio. (...) Celebra la salvación de Cristo".
"Es urgente que en la Iglesia se reavive el auténtico sentido de la liturgia (...) como acción de la Trinidad; (...) como anuncio y anticipación de la gloria futura. (...) Aunque se ha avanzado mucho después del Concilio Ecuménico Vaticano II en vivir el auténtico sentido de la liturgia, todavía queda mucho por hacer. Es necesaria una renovación continua y una constante formación de todos: ordenados, consagrados y laicos".
II. Celebrar los Sacramentos.
"Se debe dar gran relieve a la celebración de los Sacramentos, como acciones de Cristo y de la Iglesia orientadas a dar culto a Dios, a la santificación de los hombres y la edificación de la Comunidad eclesial. (...) Los Padres sinodales han destacado esta exigencia para contrarrestar dos peligros: por un lado, algunos ambientes eclesiales parecen haber perdido el auténtico sentido del sacramento y podrían banalizar los misterios celebrados; por otro, muchos bautizados, por costumbre y tradición, siguen recurriendo a los Sacramentos en momentos significativos de su existencia, pero sin vivir conforme a las normas de la Iglesia".
"Ante la pérdida tan extendida del sentido del pecado y la creciente mentalidad caracterizada por el relativismo y el subjetivismo en campo moral, es preciso que en cada comunidad eclesial se imparta una seria formación de las conciencias. Los Padres Sinodales ha insistido en que se reconozca claramente la verdad del pecado personal y la necesidad del perdón personal de Dios mediante el ministerio del sacerdote. Las absoluciones colectivas no son un modo alternativo de administrar el sacramento de la Reconciliación".
"Hace falta promoverá también otras formas de oración comunitaria. (...) En particular, manteniendo viva la tradición de la Iglesia latina, se han de promoverá las diversas manifestaciones del culto eucarístico fuera de la Misa: adoración personal, exposición y procesión, que se han de concebir como expresión de fe en la presencia real y permanente del Señor en el Sacramento del altar".
"Se ha de dedicar también una atención especial a la piedad popular. (...) Hay que vigilar constantemente los aspectos ambiguos de algunas de sus manifestaciones, preserv ndolas de desviaciones secularistas, consumismos desconsiderados o también de riesgos de superstición, para mantenerlas dentro de formas auténticas y juiciosas".
"Renuevo, por tanto, la invitación a recuperar el sentido más profundo del día del Señor, para que sea santificado con la participación en la Eucaristía y con un descanso lleno de fraternidad y regocijo cristiano. (...) Por eso no se ha de tener miedo a defenderlo contra toda insidia y a esforzarse por salvaguardarlo en la organización del trabajo, de modo que sea un día para el hombre y ventajoso para toda la sociedad".
CAPITULO V. SERVIR AL EVANGELIO DE LA ESPERANZA.
"Para servir al Evangelio de la esperanza, la Iglesia que vive en Europa está llamada también a seguir el camino del amor".
I. El servicio de la caridad.
"Por su propia naturaleza, el testimonio de la caridad ha de extenderse más allá de los confines de la comunidad eclesial, para llegar a cada ser humano, de modo que el amor por todos los hombres fomente auténtica solidaridad en toda la vida social".
II. Servir al hombre en la sociedad.
"El amor preferencial a los pobres es una dimensión necesaria del ser cristiano y del servicio al Evangelio. (...) Es preciso también dejarse interpelar por el fenómeno del desempleo, que es una grave plaga social en muchas naciones de Europa. A esto se añaden, además, los problemas relacionados con los crecientes flujos migratorios".
"Se ha de promoverá también convenientemente la pastoral de los enfermos. (...) El cuidado de los enfermos ha de ser una de las prioridades, en una sociedad de la prosperidad y la eficiencia, en una cultura caracterizada por la idolatría del cuerpo, por la supresión del sufrimiento y el dolor y por el mito de la eterna juventud".
"La Iglesia en Europa, en todos sus estamentos, ha de proponer con fidelidad la verdad sobre el matrimonio y la familia. (...) El valor de la indisolubilidad matrimonial se tergiversa cada vez más; se reclaman formas de reconocimiento legal de las convivencias de hecho, equipar ndolas al matrimonio legítimo; no faltan proyectos para aceptar modelos de pareja en los que la diferencia sexual no se considera esencial. En este contexto, se pide a la Iglesia que anuncie con renovado vigor lo que el Evangelio dice sobre el matrimonio y la familia, para comprender su sentido y su valor en el designio salvador de Dios".
"Se ha de prestar una atención particular a que los jóvenes y los novios reciban una educación al amor. (...) Los creyentes que se han divorciado y vuelto a casar civilmente no están excluidos de la comunidad; al contrario, están invitados a participar en su vida, recorriendo un camino de crecimiento en el espíritu de las exigencias evangélicas".
"El envejecimiento y la disminución de la población que se advierte en muchos Países de Europa es motivo de preocupación. (...) Junto con la disminución de la natalidad, (...) se ha de mencionar con tristeza, ante todo, la difusión del aborto, recurriendo incluso a productos químico-farmacéuticos que permiten efectuarlo sin tener que acudir al médico y eludir cualquier forma de responsabilidad social; ello es favorecido por la existencia en muchos Estados del Continente de legislaciones permisivas de un acto que es siempre un crimen nefando y un grave desorden moral. Tampoco se pueden olvidar los atentados perpetrados por la intervención sobre los embriones humanos".
"Se ha de citar también la tendencia, detectada en algunas partes de Europa, a creer que se puede permitir poner conscientemente punto final a la propia vida o a la de otro ser humano: de aquí la difusión de la eutanasia, encubierta o abiertamente practicada, para la cual no faltan peticiones y tristes ejemplos de legalización".
"Ante este estado de cosas, es necesario 'servir al Evangelio de la vida' incluso mediante una ' movilización general de las conciencias' y un 'común esfuerzo ético', para poner en práctica una gran 'estrategia en favor de la vida'".
"Entre los retos que tiene hoy el servicio al Evangelio de la esperanza se debe incluir el creciente fenómeno de la inmigración, que llama en causa la capacidad de la Iglesia para acoger a toda persona, cualquiera que sea su pueblo o nación de pertenencia. Estimula también a toda la sociedad europea y sus instituciones a buscar un orden justo y modos de convivencia respetuosos de todos y de la legalidad, en un proceso de posible integración. (...) Ante el fenómeno de la inmigración, se plantea en Europa la cuestión de su capacidad para encontrar formas de acogida y hospitalidad inteligentes".
"Todos han de colaborar en el crecimiento de una cultura madura de la acogida que, teniendo en cuenta la igual dignidad de cada persona y la obligada solidaridad con los más débiles, exige que se reconozca a todo migrante los derechos fundamentales. A las autoridades públicas corresponde la responsabilidad de ejercer el control de los flujos migratorios considerando las exigencias del bien común. La acogida debe realizarse siempre respetando las leyes y, por tanto, armonizarse, cuando fuere necesario, con la firme represión de los abusos".
III. ¡Optemos por la caridad!
"Iglesia de Cristo que vives en Europa: Que las alegrías y esperanzas, las tristezas y angustias de los europeos de hoy, sobre todo de los pobres y de los que sufren, sean tus alegrías y esperanzas, tus tristezas y angustias, y que nada de lo genuinamente humano deje de tener eco en tu corazón".
CAPITULO VI. EL EVANGELIO DE LA ESPERANZA PARA UNA NUEVA EUROPA.
I. La vocación espiritual de Europa.
"La historia del Continente europeo se caracteriza por el influjo vivificante del Evangelio. (...) No se puede dudar de que la fe cristiana es parte, de manera radical y determinante, de los fundamentos de la cultura europea. En efecto, el cristianismo ha dado forma a Europa, acuñando en ella algunos valores fundamentales. La modernidad europea misma, que ha dado al mundo el ideal democr tico y los derechos humanos, toma los propios valores de su herencia cristiana".
"En el proceso de transformación que está viviendo, Europa está llamada, ante todo, a reencontrar su verdadera identidad. (...) En el proceso de integración del Continente, es de importancia capital tener en cuenta que la unión no tendrá solidez si queda reducida sólo a la dimensión geográfica y económica, pues ha de consistir ante todo en una concordia sobre los valores, que se exprese en el derecho y en la vida".
"Las beligerancias étnicas más recientes, que han ensangrentado de nuevo el Continente europeo, han mostrado también a todos lo fr gil que es la paz, la necesidad de un compromiso activo por parte de todos y que sólo puede garantizarse abriendo nuevas perspectivas de contactos, de perdón y reconciliación entre las personas, los pueblos y las naciones. Ante este estado de cosas, Europa, con todos sus habitantes, ha de comprometerse incansablemente a construir la paz dentro de sus fronteras y en el mundo entero".
II. La construcción europea.
"Junto con los Padres Sinodales, pido a las Instituciones europeas y a cada uno de los Estados de Europa que reconozcan que un buen ordenamiento de la sociedad debe basarse en auténticos valores éticos y civiles, compartidos lo más posible por los ciudadanos, haciendo notar que dichos valores son patrimonio, en primer lugar, de los diversos cuerpos sociales. Es importante que las Instituciones y cada uno de los Estados reconozcan que, entre estos cuerpos sociales, están también las Iglesias, las Comunidades eclesiales y las demás organizaciones religiosas. (...) A luz de lo que acabo de resaltar, deseo dirigirme una vez más a los redactores del tratado constitucional europeo para que figure en él una referencia al patrimonio religioso y, especialmente, cristiano de Europa. Respetando plenamente el car cter laico de las Instituciones, espero que se reconozcan, sobre todo, tres elementos complementarios: el derecho de las Iglesias y de las comunidades religiosas a organizarse libremente, en conformidad con los propios estatutos y convicciones; el respeto de la identidad específica de las Confesiones religiosas y la previsión de un diálogo reglamentado entre la Unión Europea y las Confesiones mismas; el respeto del estatuto jurídico del que ya gozan las Iglesias y las instituciones religiosas en virtud de las legislaciones de los Estados miembros de la Unión".
"Para que Europa pueda edificarse sobre bases sólidas, necesita apuntalarse sobre los valores auténticos, que tienen su fundamento en la ley moral universal, inscrita en el corazón de todo hombre. (...) Hoy te repito, Europa, que estás comenzando el tercer milenio, 'vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces'. ¡No temas! El Evangelio no está contra ti, sino en tu favor. Lo confirma el hecho de que la inspiración cristiana puede transformar la integración política, cultural y económica en una convivencia en la cual todos los europeos se sientan en su propia casa y formen una familia de naciones, en la que otras regiones del mundo pueden inspirarse con provecho. (...) ¡Ten confianza! En el Evangelio, que es Jesús, encontrar s la esperanza firme y duradera a la que aspiras. (...) ¡Ten seguridad! ¡El Evangelio de la esperanza no defrauda!".
CONCLUSION. CONSAGRACION A MARIA.
"Iglesia en Europa, continua, pues, contemplando a María y reconoce que ella está 'maternalmente presente y partícipe en los múltiples y complejos problemas que acompañan hoy la vida de los individuos, de las familias y de las naciones', y que es auxiliadora del 'pueblo cristiano en la lucha incesante entre el bien y el mal, para que 'no caiga' o, si cae, 'se levante'. (...) A ella, Madre de la esperanza y del consuelo, dirigimos confiadamente nuestra oración: pongamos en sus manos el futuro de la Iglesia en Europa y de todas las mujeres y hombres de este Continente".
EXOR;ECCLESIA IN EUROPA;...;...;VIS;20030630;5800;
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