CIUDAD DEL VATICANO, 28 MAY 2003 (VIS) - El Salmo 107, "Alabanza a Dios e invocación de ayuda", fue el tema de la catequesis durante la audiencia general celebrada este miércoles en la Plaza de San Pedro y en la que participaron 18.000 personas.
Juan Pablo II explicó que el Salmo 107 es fruto de la fusión de dos fragmentos preexistentes de los Salmos 56 y 59, "que muestran como ya Israel en el Antiguo Testamento actualizaba la Palabra de Dios revelada".
"El Salmo 107, resultado de esta combinación -dijo- es por tanto algo más que la simple suma o yuxtaposición de los dos pasajes preexistentes. (...) La esperanza y la angustia se funden y se convierten en la sustancia de la nueva oración, para sembrar confianza también en el tiempo de la prueba vivida por toda la comunidad".
El Santo Padre recordó que el Salmo inicia con "un himno alegre de alabanza". Por "la fidelidad amorosa del Señor, el pueblo está seguro de no ser abandonado nunca por Dios en el precipicio de la nada y de la desesperación".
En la segunda parte del Salmo, continuó, "en la angustia de Israel, que siente a Dios como ausente y distante se alza la voz del Señor que resuena en el templo. En esta revelación Dios se presenta como rbitro y señor de toda la tierra. (...) Si el Señor reina no hay que temer: no nos sacuden las fuerzas oscuras del hado o del caos. También en los momentos tenebrosos existe siempre un proyecto superior que rige la historia".
"Esta fe -concluyó- enciende la llama de la esperanza. (...) Esto significa que a pesar de la prueba y del silencio, Dios volverá a revelarse, a sostener y a guiar a su pueblo. Sólo de El puede venir la ayuda decisiva y no de las alianzas militares externas, es decir, de la fuerza de las armas. Y sólo con El se obtendrá la libertad y se harán 'cosas grandes'".
AG;SALMO 107;...;...;VIS;20030528;330;
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