CIUDAD DEL VATICANO, 14 FEB 2002 (VIS) - Siguiendo una tradición al inicio de la Cuaresma, Juan Pablo II recibió esta mañana al clero de la diócesis de Roma en la Sala Clementina del Vaticano. Después de escuchar testimonios de varios sacerdotes, el Papa ofreció unas reflexiones sobre "la necesidad de las vocaciones para la vida, el testimonio y la acción pastoral de nuestras comunidades eclesiales".
El Papa afirmó que las vocaciones disminuyen cuando se "atenúa la intensidad de la fe y del fervor espiritual. Por tanto, no debemos contentarnos fácilmente con la explicación según la cual la escasez de vocaciones sacerdotales se compensa con el crecimiento del compromiso apostólico de los laicos, o que incluso es algo que desea la Providencia para favorecer el crecimiento del laicado. Al contrario, cuanto más numerosos son los laicos que quieren vivir con generosidad su propia vocación bautismal, más necesarias son la presencia y la obra específica de los ministros ordenados".
Refiriéndose a los obstáculos que dificultan la respuesta positiva a la llamada del Señor, dijo: "En la base del compromiso de la Iglesia por las vocaciones debe haber un gran esfuerzo común, que llama en causa a los laicos, sacerdotes y religiosos, y que consiste en volverá a descubrir aquella dimensión fundamental de nuestra fe por la que la vida misma, toda vida humana, es fruto de la llamada de Dios y puede realizarse positivamente solo como respuesta a esta llamada".
Juan Pablo II subrayó que la vocación sacerdotal en concreto "es un misterio", en el que el hombre se entrega a Cristo para que "El se pueda servir como instrumento de salvación. (...) Si no se descubre el misterio de este 'intercambio', no se puede entender como un joven, escuchando la palabra '¡Sígueme!', renuncie a todo por Cristo, con la seguridad de que su personalidad se realizará plenamente por este camino".
"De este modo -continuó-, se entiende claramente porqué el primer y principal compromiso por las vocaciones deba ser la oración". Esta "no es y no puede ser fruto de la resignación", como si fuese la única respuesta tras haber "hecho todo lo posible, obteniendo pocos frutos".
El Santo Padre señaló que la oración por las vocaciones es "una tarea de toda la comunidad cristiana" y debe formar parte de la pastoral. En este sentido, "las familias cristianas tienen una misión y una responsabilidad grande e insustituible. (...) Del mismo modo, la catequesis y toda la pastoral de iniciación cristiana deben comprender una primera propuesta vocacional. (...) Finalmente, todas las parroquias y comunidades cristianas (...) deben sentirse responsables de la propuesta y del acompañamiento vocacional".
La pastoral vocacional está confiada en primer lugar "a nuestra oración, a nuestro ministerio, a nuestro testimonio personal", añadió. Por eso, dijo, para que nazca una vocación al sacerdocio debe haber un contacto personal, amistad y guía espiritual con el presbítero.
"Si los chicos y los jóvenes ven sacerdotes ajetreados en demasiadas cosas, que se desaniman o lamentan, que descuidan la oración y las tareas propias de su ministerio, ¿cómo podrán sentirse fascinados por el camino del sacerdocio? Sin embargo -concluyó-, si experimentan en nosotros la alegría de ser ministros de Cristo, la generosidad en el servicio a la Iglesia, la prontitud para hacerse cargo del crecimiento humano y espiritual de las personas que se nos han confiado, sentirán el estímulo a interrogarse si esta pudiera ser, también para ellos, la 'parte mejor', la decisión más hermosa para sus jóvenes vidas".
AC;VOCACION SACERDOTAL;...;...;VIS;20020214;570;
El Papa afirmó que las vocaciones disminuyen cuando se "atenúa la intensidad de la fe y del fervor espiritual. Por tanto, no debemos contentarnos fácilmente con la explicación según la cual la escasez de vocaciones sacerdotales se compensa con el crecimiento del compromiso apostólico de los laicos, o que incluso es algo que desea la Providencia para favorecer el crecimiento del laicado. Al contrario, cuanto más numerosos son los laicos que quieren vivir con generosidad su propia vocación bautismal, más necesarias son la presencia y la obra específica de los ministros ordenados".
Refiriéndose a los obstáculos que dificultan la respuesta positiva a la llamada del Señor, dijo: "En la base del compromiso de la Iglesia por las vocaciones debe haber un gran esfuerzo común, que llama en causa a los laicos, sacerdotes y religiosos, y que consiste en volverá a descubrir aquella dimensión fundamental de nuestra fe por la que la vida misma, toda vida humana, es fruto de la llamada de Dios y puede realizarse positivamente solo como respuesta a esta llamada".
Juan Pablo II subrayó que la vocación sacerdotal en concreto "es un misterio", en el que el hombre se entrega a Cristo para que "El se pueda servir como instrumento de salvación. (...) Si no se descubre el misterio de este 'intercambio', no se puede entender como un joven, escuchando la palabra '¡Sígueme!', renuncie a todo por Cristo, con la seguridad de que su personalidad se realizará plenamente por este camino".
"De este modo -continuó-, se entiende claramente porqué el primer y principal compromiso por las vocaciones deba ser la oración". Esta "no es y no puede ser fruto de la resignación", como si fuese la única respuesta tras haber "hecho todo lo posible, obteniendo pocos frutos".
El Santo Padre señaló que la oración por las vocaciones es "una tarea de toda la comunidad cristiana" y debe formar parte de la pastoral. En este sentido, "las familias cristianas tienen una misión y una responsabilidad grande e insustituible. (...) Del mismo modo, la catequesis y toda la pastoral de iniciación cristiana deben comprender una primera propuesta vocacional. (...) Finalmente, todas las parroquias y comunidades cristianas (...) deben sentirse responsables de la propuesta y del acompañamiento vocacional".
La pastoral vocacional está confiada en primer lugar "a nuestra oración, a nuestro ministerio, a nuestro testimonio personal", añadió. Por eso, dijo, para que nazca una vocación al sacerdocio debe haber un contacto personal, amistad y guía espiritual con el presbítero.
"Si los chicos y los jóvenes ven sacerdotes ajetreados en demasiadas cosas, que se desaniman o lamentan, que descuidan la oración y las tareas propias de su ministerio, ¿cómo podrán sentirse fascinados por el camino del sacerdocio? Sin embargo -concluyó-, si experimentan en nosotros la alegría de ser ministros de Cristo, la generosidad en el servicio a la Iglesia, la prontitud para hacerse cargo del crecimiento humano y espiritual de las personas que se nos han confiado, sentirán el estímulo a interrogarse si esta pudiera ser, también para ellos, la 'parte mejor', la decisión más hermosa para sus jóvenes vidas".
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