Ciudad
del Vaticano, 21 marzo 2015 (VIS).-A las 9,00 el helicóptero del
Papa aterrizaba en el campo deportivo del barrio de Scampia, uno de
los más poblados de Nápoles, construido principalmente entre 1970 y
1990, y en muchos casos para responder a la emergencia del terremoto
que devastó Nápoles en 1980. Es también una de las zonas con el
porcentaje más alto de desempleo de toda la península.
Desde
el campo deportivo el Papa recorrió en papamóvil la distancia que
lo separaba de la Plaza Juan Pablo II donde se encontró con los
habitantes del barrio y con los representantes de diversas categorías
sociales. Francisco, rodeado de niños, recibió el saludo del
cardenal arzobispo de Nápoles, Crescenzio Sepe y de dos personas que
le dieron la bienvenida en nombre de los emigrantes y de los
trabajadores.
A
continuación pronunció un discurso cuyo texto oficial dejó en
varias ocasiones de lado, para dialogar abiertamente con los
presentes. ''Pertenecéis a un pueblo con una larga historia,
atravesada por vicisitudes complejas y dramáticas -dijo- La vida en
Nápoles nunca ha sido fácil, pero nunca ha sido triste Este es
vuestro recurso más grande, la alegría. El camino diario en esta
ciudad, con sus dificultades, su malestar y a veces sus duras
pruebas produce una cultura de la vida que siempre ayuda a levantarse
después de cada caída, y conseguir que el mal no tenga nunca la
última palabra. Es la esperanza, cómo sabéis bien, esta gran
herencia, esta "palanca del alma", tan preciosa, pero
también tan expuesta al asalto y al robo. El que voluntariamente
emprende el camino del mal roba un trozo de esperanza...Lo roba a sí
mismo y a tanta gente honrada y trabajadora, al buen nombre de la
ciudad, a su economía''.
Después
respondió a una inmigrante filipina, que había hablado también en
nombre de las personas sin hogar pidiendo una palabra que les
asegurase que eran ''hijos de Dios''. Francisco, visiblemente
emocionado, contestó que los emigrantes no solo tenían que estar
seguros de ser amados y queridos por Dios, sino tener también la
certeza de ser ciudadanos y recordó que hacer que se sintieran así
era responsabilidad de todos. Más aún, subrayó, que todos en esta
tierra somos emigrantes, hijos de Dios en camino, porque ninguno
tiene una morada fija en esta tierra.
La
falta de trabajo -dijo el Papa al segundo interlocutor- es un signo
negativo de nuestro tiempo, de un sistema que descarta a la gente y
esta vez el turno les ha tocado a los jóvenes que no pueden esperar
en un futuro. El Santo Padre reiteró que el desempleo, el no poder
llevar el pan a casa, comporta para el que lo padece, la pérdida de
la dignidad. También denunció las formas de explotación laboral,
como el trabajo sin contribuciones a la Seguridad Social o a la
jubilación y subrayó que no podía llamarse cristiana la persona
que propone un trabajo de once horas al día sin seguro de ningún
tipo pagado poco y mal y que, ante la perplejidad del trabajador le
dice que si no está dispuesto a aceptar hay muchos otros dispuestos
a ocupar su puesto. Francisco se refirió a esta forma de explotación
como esclavitud e invitó a todos a combatirla de raíz, a luchar por
la dignidad y a no callar ante la injusticia.
Por
último respondiendo al saludo de un representante de la
magistratura, que había hablado de la importancia de la educación
para crear ciudadanos honrados, afirmó que sin lugar a dudas el
camino de la educación era un camino de esperanza y la mejor
prevención para los males.
No
dejó tampoco de nombrar a la corrupción, afirmando que una sociedad
que cierra las puertas a los emigrantes y no da trabajo a la gente es
una sociedad corrupta, una sociedad descompuesta y advirtió, al
mismo tiempo, que ninguno de nosotros puede decir que está a salvo
de la corrupción, porque es muy fácil caer víctima de ella, es
''un deslizarse hacia los negocios
fáciles... hacia la explotación de las personas''. ''Un cristiano
que deja entrar dentro de sí la corrupción, no es un cristiano
-exclamó- hiede''.
Francisco alentó la presencia y el
compromiso de las instituciones ciudadanas porque ''una comunidad no
puede progresar sin su respaldo'' e invitó a realizar una ''buena
política'', que es un servicio a las personas, que se lleva a cabo
sobre todo en ámbito local, donde el peso de las omisiones y los
retrasos es todavía más fuerte. ''La buena política es una de las
manifestaciones más altas de la caridad, del servicio y del amor''.
''Haced una buena política -exclamó- pero entre vosotros: la
política se hace todos juntos''.
''Nápoles
-concluyó- está siempre dispuesta a resurgir, haciendo palanca
sobre una esperanza forjada con mil pruebas y por lo tanto, un
verdadero recurso con que contar siempre. Su raíz está en el ánimo
de los napolitanos, en su alegría, en su religiosidad, en su
piedad... Os deseo que tengáis el
valor de salir adelante con esta alegría... el valor de no robar
jamás la esperanza a ninguno... Os deseo que sigáis adelante
buscando fuentes de empleo, para que todos tengan la dignidad de
llevar el pan a casa y de salir adelante con la limpieza del alma
propia, con la limpieza de la ciudad, con la limpieza de la sociedad,
para que no haya ese hedor que da la corrupción''.
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