Ciudad
del Vaticano, 25 octubre 2014
(VIS).-El cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, intervino el
pasado viernes, 24 de octubre, en la conferencia organizada por el
Instituto Kellogg de Estudios Internacionales en el Global Gateway de
la Universidad de Notre Dame en Roma, dedicada al tema ''Dignidad
humana y desarrollo humano''.
''Los
argumentos tratados -observó el cardenal- indican que cuando se
habla de la relación entre desarrollo y dignidad humana, los
términos "economía", "sistemas económicos" y
similares, pueden emplearse como sinónimos del término
"desarrollo". Este dato, de por sí, nos ayuda a entender
mejor los desafíos que plantea actualmente la promoción de la
dignidad humana. De hecho, el desarrollo está estrechamente
vinculado sea a la gestión adecuada de los recursos en los países
más pobres, que a las decisiones económicas tomadas por los países
ricos, que tienen repercusiones positivas o negativas en la economía
de los países en desarrollo. Pero la razón fundamental para empezar
por la economía es que el magisterio social de la Iglesia ha
señalado constantemente que los mayores obstáculos para el
desarrollo humano universal e integral se encuentran en una visión
distorsionada del ser humano y de la actividad económica que amenaza
la dignidad de la persona humana''.
El
Secretario de Estado recordó después la continuidad, en este
ámbito, del magisterio del Papa Francisco con el de sus
predecesores, en particular con Benedicto XVI, porque uno y otro con
palabras muy similares, ''advierten que la cuestión del desarrollo y
la justa regulación de la economía son insolubles sin una visión
integral de la persona humana y un comportamiento moral siempre
firme y coherente anclado en la ley natural y la búsqueda del bien
común'' porque como escribía Benedicto XVI en su encíclica
''Caritas in Veritate'': ''El desarrollo nunca estará plenamente
garantizado por fuerzas que en gran medida son automáticas e
impersonales, ya provengan de las leyes de mercado o de políticas de
carácter internacional. El desarrollo es imposible sin hombres
rectos, sin operadores económicos y agentes políticos que sientan
fuertemente en su conciencia la llamada al bien común''.
''La
auténtica orientación de toda la actividad económica hacia el
desarrollo humano integral requiere, por lo tanto, una conversión de
la inteligencia y del corazón -subrayó el purpurado al final de su
discurso- Es necesario sustituir la fe prometeica en el mercado o
en otras ideologías y formas de pensamiento apriorísticas
alternativas o contrarias con la fe en Dios y en una visión
trascendente de los hombres y mujeres como hijos de Dios. Esto, a su
vez, llevará a una conversión de las inteligencias, en el
sentido de desarrollar una ciencia y una praxis económica cuyo
punto de partida sea una definición integral de la persona y que
estén al servicio de su desarrollo; es decir, que sepan orientar la
producción y el consumo a la realización, plena y verdadera del
ser humano en su relación con Dios y con el prójimo''.
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