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lunes, 28 de enero de 2013

LA RELACIÓN ENTRE FE Y MATRIMONIO, TEMA DEL DISCURSO DEL PAPA AL TRIBUNAL DE LA ROTA

Ciudad del Vaticano, 26 enero 2013 (VIS).-El Santo Padre ha recibido esta mañana en la Sala Clementina, a los miembros del Tribunal de la Rota Romana, con ocasión de la apertura del año judicial. Su discurso, del que ofrecemos amplios extractos, se centró en la relación entre fe y matrimonio, a la luz de “la actual crisis de fe que afecta a varias partes del mundo y lleva aparejada una crisis de la sociedad conyugal”.

El Código de Derecho Canónico define la realidad natural del matrimonio como pacto irrevocable entre el hombre y la mujer. La confianza mutua, de hecho, es la base indispensable de cualquier acuerdo o pacto. En el plano teológico, la relación entre la fe y el matrimonio tiene un significado más profundo. El vínculo esponsal, aunque sea realidad natural, entre los bautizados, fue elevado por Cristo a la dignidad de sacramento”.

La cultura contemporánea, marcada por un fuerte subjetivismo y un relativismo ético y religioso plantea serios retos a la persona y a la familia. En primer lugar, el de la capacidad misma del ser humano para unirse, y el de si una unión que dure toda la vida es realmente posible (...) Es parte de una mentalidad muy extendida, pensar que la persona sea ella misma permaneciendo “autónoma” y entrando en contacto con el otro solo través de relaciones que pueden ser interrumpidas en cualquier momento (...) En la decisión del ser humano de unirse con un vínculo que dure toda la vida influye la perspectiva básica de cada uno, es decir, si está anclada en un terreno puramente humano o si se abre a la luz de la fe en Señor (...) "El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí no podéis hacer nada", así decía Jesús a sus discípulos, recordándoles la incapacidad sustancial del ser humano para efectuar , sólo por sí mismo, lo que es necesario para el verdadero bien. El rechazo de la propuesta divina conduce, de hecho, a un desequilibrio profundo en todas las relaciones humanas, incluida la matrimonial y facilita una errada comprensión de la libertad y la auto-realización, lo que unido a la fuga ante el sufrimiento soportado con paciencia condena al hombre a cerrarse en su egoísmo y egocentrismo. Por el contrario, la aceptación de la fe hace al hombre capaz de la entrega de sí (...); y descubre así la amplitud de ser persona humana”.

La fe en Dios, sostenida por la gracia divina, es por lo tanto un elemento muy importante para vivir la dedicación mutua y la fidelidad conyugal. No se pretende con esto afirmar que la fidelidad, como las otras propiedades, no sean posibles en el matrimonio natural entre los no bautizados. De hecho, éste no se encuentra desprovisto de bienes que "proceden de Dios Creador y se insertan de forma incoativa en el amor esponsal que une a Cristo con la Iglesia". Pero, por supuesto, el cerrarse a Dios o el rechazo de la dimensión sagrada de la unión conyugal y su valor en el orden de la gracia hacen ardua la encarnación concreta del altísimo modelo de matrimonio concebido por la Iglesia, según el plan de Dios, pudiendo llegar a socavar la validez misma del pacto, cuando(..) se traduzca en un rechazo del principio de la obligación conyugal de fidelidad o de los otros elementos o propiedades esenciales del matrimonio.”.

"Tertuliano, en su famosa "Carta a la esposa", hablando de la vida matrimonial marcada por la fe, escribe que las parejas cristianas "son verdaderamente dos en una sola carne y donde la carne es única, único es el espíritu. Juntos oran, juntos se postran y ayunan juntos, cada uno enseña al otro, el uno honra al otro, el que sabe sostiene al otro".

"Los santos que han vivido la unión matrimonial y familiar desde una perspectiva cristiana, fueron capaces de superar incluso las situaciones más adversas, logrando la santificación del cónyuge y los hijos con un amor que se ve reforzado por una solida fe en Dios, una sincera piedad religiosa y una intensa vida sacramental. Estas experiencias, marcadas por la fe, hacen comprender cómo, aún hoy, es precioso el sacrificio ofrecido por el cónyuge abandonado o que ha padecido un divorcio, si —reconociendo la indisolubilidad del vínculo matrimonial válido— consigue no dejarse "implicar en una nueva unión … En tal caso su ejemplo de fidelidad y de coherencia cristiana asume un particular valor de testimonio frente al mundo y a la Iglesia".

"Quisiera, por último, detenerme brevemente en el "bonum coniugum". La fe es importante en la realización del auténtico bien conyugal, que consiste simplemente en querer siempre y en cualquier caso el bien del otro, en función de un verdadero e indisoluble "consortium vitae". De hecho, en el propósito de los esposos cristianos de vivir una verdadera "communio coniugalis" hay un dinamismo propio de la fe, por lo que la "confessio", la respuesta personal y sincera al anuncio salvífico, implica al creyente en el movimiento de amor de Dios. "Confessio" y "caritas" son "las dos maneras en que Dios nos atrae, nos hace actuar con Él, en Él y para la humanidad, para su criatura... La "confessio" no es una cosa abstracta, es "caritas", es amor. Sólo así, es realmente el reflejo de la verdad divina, que como verdad es también inseparablemente amor" .

"Sólo a través de la llama de la caridad, la presencia del Evangelio no es ya sólo palabra, sino realidad vivida. En otras palabras, si bien es cierto que "la fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda", hemos de concluir que "fe y caridad se necesitan mutuamente, de modo que la una permite a la otra realizar su camino". Si esto es cierto en el contexto más amplio de la vida comunitaria, debe tener aún más valor en la unión matrimonial. Es en ella, en efecto, que la fe hace crecer y fructificar el amor de los esposos, dando espacio a la presencia del Dios Trino y haciendo que la misma vida conyugal, vivida así, sea "alegre noticia" ante mundo”.

"Reconozco las dificultades, desde un punto de vista jurídico y práctico, para dilucidar el elemento esencial del "bonum coniugum", entendido hasta ahora principalmente en relación a las hipótesis de incapacidad. El "bonum coniugum" es también relevante en el ámbito de la simulación del consentimiento. Ciertamente, en los casos sometidos a vuestro juicio, será la indagación "in facto" que verificará la posible validez de esta causa de nulidad, predominante o coexistente con los tres "bienes" agustinianos: la procreación, la exclusividad y la perpetuidad. Por lo tanto, no se debe prescindir de la consideración de que puedan darse casos en que, precisamente por la ausencia de fe, el bien de los cónyuges resulte dañado, es decir, excluido del mismo consenso, por ejemplo, en el caso de subversión por parte de uno de ellos, a causa de una concepción errónea del vínculo nupcial, del principio de paridad, o en el caso de rechazo de la unión dual que caracteriza el vínculo matrimonial, en relación con la posible coexistente exclusión de la fidelidad y del uso de la cópula realizada "humano modo".

"Con estas consideraciones ciertamente no quiero sugerir ningún automatismo fácil entre carencia de fe e invalidez de la unión matrimonial, sino más bien poner de relieve cómo tal carencia puede, aunque no necesariamente, dañar los bienes del matrimonio, ya que la referencia al orden natural querido por Dios es inherente al pacto conyugal."

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