Ciudad
del Vaticano, 2 junio 2012 (VIS).- El Santo Padre ha presidido esta
mañana a las 10.00, en el Duomo de Milán, la celebración de la
liturgia de la Hora Tercia, en la que han participado sacerdotes,
diáconos, seminaristas, religiosos y religiosas de la archidiócesis.
Después de la recitación de los Salmos, Benedicto XVI ha
pronunciado una meditación, de la que ofrecemos seguidamente algunos
extractos:
“En
este momento, vivimos el misterio de la Iglesia en su expresión más
alta, la de la oración litúrgica. En la oración eclesial, nuestros
labios, nuestros corazones y nuestras mentes se hacen intérpretes de
las necesidades y de los anhelos de toda la humanidad. (…) La
oración cotidiana de la Liturgia de las Horas constituye una tarea
esencial del ministerio ordenado en la Iglesia. También a través
del oficio divino, que prolonga en la jornada el misterio central de
la Eucaristía, los presbíteros están unidos de modo especial al
Señor Jesús”.
“El
sacerdocio: ¡Qué don precioso! (…) Si Cristo, para edificar su
Iglesia, se entrega en las manos del sacerdote, éste a su vez debe
confiarse a Él sin reservas: el amor por el Señor Jesús es el alma
y la razón del ministerio sacerdotal. (…) No existe oposición
entre el bien de la persona del sacerdote y su misión; por el
contrario, la caridad pastoral es el elemento unificador de vida que
parte de una relación cada vez más íntima con Cristo en la oración
para vivir el don total de sí mismos por el rebaño (...).
Efectivamente, cada una de nuestras acciones tiene como finalidad
conducir a los fieles a la unión con el Señor y hacer crecer la
comunión eclesial por la salvación del mundo”.
“Signo
luminoso de esta caridad pastoral y de un corazón indiviso son el
celibato sacerdotal y la virginidad consagrada. (…) Sin duda, el
amor por Jesús vale para todos los cristianos, pero adquiere un
significado singular para el sacerdote célibe y para quien ha
respondido a la vocación a la vida consagrada: la fuente y el modelo
para repetir diariamente el 'sí' a la voluntad de Dios se
encuentran solo y siempre en Cristo”. (…) En la Virgen María
“podemos reconocer el 'género de vida virginal y pobre que Cristo
Señor eligió para sí, y que la Virgen su Madre también abrazó',
una vida de plena obediencia a la voluntad de Dios”.
“Queridos
hermanos y hermanas consagrados (...), mirad al futuro con confianza,
contando con la fidelidad de Dios y la potencia de su gracia, capaz
de operar siempre nuevas maravillas. (…) En este momento deseo dar
gracias a Dios por la cantidad de sacerdotes ambrosianos, religiosos
y religiosas que han gastado sus energías al servicio del Evangelio,
llegando alguna vez incluso al sacrificio de la vida”. Entre ellos,
el Santo Padre citó los Beatos sacerdotes Luigi Talamoni, Luigi
Biraghi, Luigi Monza, Carlo Gnocchi y Serafino Morazzone; los Beatps
religiosos Giovanni Mazzucconi, Luigi Monti y Clemente Vismara; y las
religiosas Maria Anna Sala y Enrichetta Alfieri.
“Por
su común intercesión, pidamos confiados al Dador de todos los dones
que haga siempre fecundo el ministerio de los sacerdotes; que
refuerce el testimonio de las personas consagradas, para mostrar al
mundo la belleza de la donarse a Cristo y a la Iglesia; y que renueve
las familias cristianas según el plan de Dios, para que sean lugares
de gracia y santidad, terreno fértil para las vocaciones al
sacerdocio y a la vida consagrada”.
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