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miércoles, 18 de enero de 2012

EL PAPA: INVOCAD SIEMPRE EL DON DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS



CIUDAD DEL VATICANO, 18 ENE 2012 (VIS).-La Semana de Oración por la unidad de los cristianos, que comienza hoy, ha sido el tema tratado por Benedicto XVI en la audiencia general de esta mañana, celebrada en el Aula Pablo VI. El Santo Padre ha explicado que se trata de una iniciativa que tiene lugar anualmente desde hace ya más de un siglo, y en la que participan cristianos de todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, con el fin de invocar “el don extraordinario por el que el propio Señor Jesús rezó durante la Última Cena: ‘Para que todos sean una cosa sola’”.

  La Semana de Oración fue introducida en 1908 por el Padre Paul Wattson, fundador de una comunidad religiosa anglicana que entró después en la Iglesia Católica. El Papa afirmó que, en esta Semana, “el impulso dado por el Concilio Vaticano II a la búsqueda de la plena comunión entre todos los discípulos de Cristo encuentra una de sus expresiones más eficaces. Esta cita espiritual, que une cristianos de todas las tradiciones, acrecienta nuestra conciencia de que la unidad hacia la que tendemos no podrá ser tan sólo el resultado de nuestros esfuerzos, sino que será más bien un don recibido de lo alto, que hay que invocar siempre”.

  Este año, los textos para la Semana de Oración han sido propuestos por un grupo de representantes de la Iglesia Católica y del Consejo Ecuménico Polaco. Este último ha sugerido el tema: “Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor Jesucristo”. La historia de Polonia está marcada por invasiones y derrotas, por la lucha constante contra la opresión y a favor de la libertad; ello ha inducido al grupo ecuménico polaco a reflexionar sobre el verdadero significado de las palabras “victoria” y “derrota”.

  En este sentido, el Papa subrayó que “respecto a la ‘victoria’ entendida en términos triunfalistas, Cristo nos sugiere un camino bien distinto; su victoria no pasa a través del poder y la potencia. (…) Cristo habla de una victoria alcanzada mediante el amor, el servicio recíproco, la ayuda, la nueva esperanza y la confortación concreta dados a los últimos, a los olvidados, a los rechazados. Para todos los cristianos, la más alta expresión de este humilde servicio es Jesucristo mismo, su total entrega, la victoria de su amor sobre la muerte (…). Podemos tomar parte en esta victoria solamente si nos dejamos transformar por Dios”.

  Del mismo modo, “la unidad por la que rezamos requiere una conversión interior, tanto común como personal. No se trata simplemente de cordialidad y cooperación, es preciso reforzar nuestra fe en Dios (…); es necesario entrar en la nueva vida en Cristo, que es nuestra verdadera y definitiva victoria; hay que abrirse a los demás, reuniendo todos los elementos de unidad que Dios ha conservado para nosotros (…); es preciso sentir la urgencia de testimoniar al hombre de nuestro tiempo el Dios viviente que se ha dado a conocer en Cristo”.

  La tarea ecuménica, tal como subrayan el Concilio Vaticano II y el beato Juan Pablo II, “es responsabilidad de toda la Iglesia y de todos los bautizados, que deben hacer crecer la comunión parcial ya existente entre los cristianos hasta la plena comunión en la verdad y la caridad. Por eso, la oración por la unidad (…) debe ser parte integrante de la vida de oración de todos los cristianos, en cualquier lugar y tiempo, especialmente cuando se encuentran personas de tradiciones diversas y trabajan juntas por la victoria, en Cristo, sobre todo lo que es pecado, mal, injusticia, violación de la dignidad del hombre”.

  Benedicto XVI destacó también que “la falta de unidad de los cristianos impide un anuncio más eficaz del Evangelio, pone en peligro nuestra credibilidad. (…) Ciertamente, por lo que se refiere a las verdades fundamentales de la fe, es mucho más lo que nos une que lo que nos divide. (…) Se trata de un gran desafío para la nueva evangelización, que puede ser más fructífera si todos los cristianos anuncian juntos la verdad del Evangelio, dando una respuesta común a la sed espiritual de nuestro tiempo”.

  Para terminar, el Pontífice exhortó a los fieles a unirse en oración, de modo más intenso durante esta semana, “para que crezcan el testimonio común, la solidaridad y la colaboración entre los cristianos, esperando el día glorioso en el que podremos profesar juntos la fe transmitida por los Apóstoles y celebrar juntos los Sacramentos”.

   Al final de la audiencia general, el Santo Padre saludó a un grupo de abogados italianos  y les alentó a desempeñar su profesión “manteniéndose  siempre fieles  a la  verdad que es el presupuesto fundamental para la actuación de la justicia”
AG/                                                                                    VIS 20120118 (750)

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