CIUDAD DEL VATICANO, 21 NOV 2009 (VIS).-Esta mañana, en la Capilla Sixtina, tuvo lugar el encuentro de Benedicto XVI con los artistas, promovido por el Pontificio Consejo de la Cultura en el décimo aniversario de la Carta de Juan Pablo II a los artistas (4 abril 1999) y 45 años después del encuentro de Pablo VI con los artistas (7 mayo 1964).
Los 262 artistas presentes en el acto procedían de los distintos continentes, y estaban divididos en cinco categorías: pintura y escultura; arquitectura; literatura y poesía; música y canto; cine, teatro, danza y fotografía.
Antes del discurso del Papa, la Capilla Musical Pontificia Sixtina cantó "Domine, quando veneris", de G.P. da Palestrina y el actor italiano Sergio Castellitto leyó algunos párrafos de la Carta a los artistas de Juan Pablo II.
"Con este encuentro -dijo el Santo Padre- deseo expresar y renovar la amistad de la Iglesia con el mundo del arte, una amistad consolidada en el tiempo, porque el cristianismo, desde sus orígenes, ha comprendido bien el valor de las artes y ha usado sabiamente sus multiformes lenguajes para comunicar su inmutable mensaje de salvación. Esta amistad hay que promoverla y sostenerla continuamente para que sea auténtica y fecunda, adecuada a los tiempos y tenga en cuenta las situaciones y los cambios sociales y culturales".
El Papa recordó que en 1964 tuvo lugar "un histórico evento fuertemente querido por el Papa Pablo VI", cuando "asumió el compromiso de "restablecer la amistad entre la Iglesia y los artistas" y les pidió que hicieran lo mismo y lo compartieran, analizando con seriedad y objetividad los motivos que habían turbado esa relación y asumiéndose cada uno con valentía y pasión la responsabilidad de un renovado, profundo itinerario de conocimiento y de diálogo, en vista de un auténtico "renacimiento" del arte, en el contexto de un nuevo humanismo".
Hablando del fresco del "Juicio Universal", Benedicto XVI explicó que "recuerda que la historia de la humanidad (...) es una tensión inexhausta hacia la plenitud, hacia la felicidad íntima. (...) Sin embargo, en su dramatismo, este fresco pone ante nuestros ojos el peligro de la caída definitiva del ser humano. (...) El fresco lanza un fuerte grito profético contra el mal; contra toda forma de injusticia. Pero para el creyente, Cristo resucitado es el Camino, la Verdad y la Vida. Para quien lo sigue fielmente es la Puerta que introduce en aquel "cara a cara", en aquella visión de Dios de la que deriva sin más limitaciones la felicidad plena y definitiva".
El Santo Padre se refirió a continuación al momento actual caracterizado por la crisis económica y "por una debilitación de la esperanza, por una cierta desconfianza en las relaciones humanas, por lo que crecen los signos de resignación, de agresividad, de desesperación".
"¿Qué puede devolver entusiasmo y confianza, alentar el ánimo humano para volver a hallar el camino, elevar la mirada al horizonte, soñar una vida digna de su vocación, si no la belleza?"
“La belleza (...) recuerda al ser humano su último destino, (...) le da el valor de vivir hasta el fondo el don único de la existencia. La búsqueda de la belleza de la que hablo, evidentemente, no consiste en alguna fuga en lo irracional o en el mero esteticismo”.
“Demasiado a menudo, sin embargo -observó el pontífice-, la belleza que se propaganda es ilusoria y mendaz, (...) seductora pero hipócrita, (...) que atiza el deseo y la voluntad de poder, de posesión, de dominio sobre los otros y que se transforma, enseguida, en lo contrario, asumiendo el rostro de la obscenidad, la trasgresión, y la provocación finalizadas a sí mismas. La belleza auténtica, en cambio, abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de amar, de ir hacia el Otro, hacia lo que va más allá de uno mismo”.
“El arte, en todas sus expresiones, a partir del momento en que se confronta con los grandes interrogantes de la existencia (...) puede asumir una valencia religiosa y transformarse en un recorrido de profunda reflexión interior y de espiritualidad. Esta afinidad, esta sintonía entre camino de fe e itinerario artístico, la atestiguan un número incalculable de obras de arte cuyos protagonistas son los personajes, las historias, los símbolos de ese inmenso depósito de “figuras” -en sentido lato- que es la Biblia, la Sagrada Escritura”.
El Papa se refirió en este contexto a la “via pulchritudinis", el camino de la belleza que constituye al mismo tiempo un recorrido artístico, estético y un itinerario de fe, de búsqueda teológica. (...) El camino de la belleza nos lleva, por tanto, a captar el Todo en el fragmento, lo Infinito en el Finito, Dios en la historia de la humanidad..
“Simone Weil escribía al respecto: “En todo lo que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de lo bello, está realmente la presencia de Dios. Hay casi una especie de encarnación de Dios en el mundo, de la que la belleza es un signo. Lo bello es la prueba experimental de que la encarnación es posible. Por eso, toda arte de primer orden es, por su misma esencia, religiosa”.
Benedicto XVI recordó la Carta a los artistas de Juan Pablo II, donde “reafirmaba el deseo de la Iglesia de renovar el diálogo y la colaboración” con ellos, y escribía: “Para transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado la Iglesia tiene necesidad del arte”, pero se preguntaba a continuación: “¿El arte tiene necesidad de la Iglesia?”, llamando así a los artistas a reencontrar en la experiencia religiosa, en la revelación cristiana y en el “gran código” que es la Biblia un manantial de inspiración renovada”.
“Sois custodios de la belleza -dijo el Papa a los artistas-; gracias a vuestro talento tenéis la posibilidad de hablar al corazón de la humanidad. (...) ¡Sed también, a través de vuestra arte, anunciadores y testigos de esperanza para la humanidad! Y no tengáis miedo de confrontaos con la primera y última fuente de la belleza, de dialogar con los creyentes, con los que, como vosotros, se sienten peregrinos en el mundo y en la historia hacia la Belleza infinita”.
“La fe no quita nada a vuestro genio, a vuestra arte, al contrario, los exalta y los nutre, los empuja a cruzar el umbral y a contemplar con ojos fascinados y conmovidos la última y definitiva meta, el sol sin ocaso que ilumina y embellece el presente”.
Tras el discurso del Santo Padre, la Capilla Musical Pontificia Sixtina cantó "Veni dilecte mi", de G. P. da Palestrina. Después de que el Papa se despidió de los artistas, el arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, entregó una medalla a cada uno en nombre de Benedicto XVI con motivo de este evento.
AC/ENCUENTRO ARTISTAS/RAVASI VIS 20091123 (1130)
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