CIUDAD DEL VATICANO, 7 MAY 2008 (VIS).-En la audiencia general de los miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro, y a la que asistieron más de 20.000 personas, el Papa habló del diálogo ecuménico, aprovechando la visita a Roma de Su Santidad Karekin II, Patriarca supremo y Catholicos de todos los armenios, que participó en la audiencia y tocó en un breve discurso el mismo tema, deteniéndose, además, en la historia del pueblo armenio.
Benedicto XVI, saludando al patriarca, se refirió a la estatua de San Gregorio el Iluminador, fundador de la Iglesia armenia, colocada en un nicho de la basílica y que "nos recuerda las graves persecuciones padecidas por los cristianos armenios, especialmente en el siglo pasado. Los mártires armenios son un signo de la potencia del Espíritu Santo, que obra en tiempos de oscuridad y una prenda de la esperanza cristiana en todo lugar".
La presencia del patriarca, dijo el Papa, "reaviva en nosotros la esperanza de la unidad plena entre todos los cristianos", y recordó que era bien conocido "el compromiso de la Iglesia Apostólica Armenia por el diálogo ecuménico".
"Estos días de preparación inmediata para la solemnidad de Pentecostés nos estimulan a avivar la esperanza en la ayuda del Espíritu Santo para avanzar por el camino del ecumenismo. Tenemos la certeza de que el Señor no nos abandona nunca en la búsqueda de la unidad porque su Espíritu obra incansablemente para sostener nuestros esfuerzos encaminados a superar cualquier división".
El Espíritu Santo es "fuerza para el perdón de los pecados, de renovación de nuestros corazones, de nuestra existencia; renueva la tierra y crea unidad donde había división". Cuando desciende sobre los apóstoles, éstos hablan en todas las lenguas; un signo, explicó el Papa, de que "la dispersión babilónica, fruto de la soberbia que separa a los hombres, es superada en el Espíritu, que es caridad y nos da unidad en la diversidad".
"La Iglesia habla desde el primer momento de su existencia gracias a la fuerza del Espíritu Santo (...) en todas las lenguas y vive en todas las culturas. No destruye nada de los dones ni de la historia propia, pero los asume todos en una unidad nueva y grande que reconcilia la unidad con la multitud de formas. El Espíritu Santo (...) une con su fuerza a los hombres dispersos en la caridad divina y crea así la (...) gran comunidad, que es la Iglesia en todo el mundo".
Benedicto XVI subrayó a continuación que también ahora "la Iglesia recogida en el Cenáculo (...) reza para conseguir nuevas efusiones de los dones del Espíritu Santo y, empujada por su animoso viento no teme anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Por eso, incluso frente a las dificultades y las divisiones los cristianos no pueden resignarse ni ceder al desaliento".
"Cristo pide a los cristianos que perseveren en la oración para mantener encendida la llama de la fe, de la esperanza, de la caridad y el anhelo de la unidad plena", afirmó el Santo Padre, evocando después su reciente viaje apostólico a Estados Unidos cuando recalcó "la centralidad de la oración en el movimiento ecuménico", porque "en este momento de globalización y, al mismo tiempo de fragmentación, "si no hay oración, las estructuras, las instituciones y los programas ecuménicos estarían privados de su corazón y de su alma".
Por último, el Papa citó la epístola de San Pablo a los Gálatas donde se lee que "los frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la continencia", y exclamó: "¡Estos son los dones del Espíritu que invocamos también nosotros hoy para todos los cristianos, para que en el servicio generoso y común al Evangelio, sean en el mundo signo del amor de Dios por la humanidad!".
AG/ECUMENISMO:PENTECOSTES/KAREKIN II VIS 20080507 (410)
Benedicto XVI, saludando al patriarca, se refirió a la estatua de San Gregorio el Iluminador, fundador de la Iglesia armenia, colocada en un nicho de la basílica y que "nos recuerda las graves persecuciones padecidas por los cristianos armenios, especialmente en el siglo pasado. Los mártires armenios son un signo de la potencia del Espíritu Santo, que obra en tiempos de oscuridad y una prenda de la esperanza cristiana en todo lugar".
La presencia del patriarca, dijo el Papa, "reaviva en nosotros la esperanza de la unidad plena entre todos los cristianos", y recordó que era bien conocido "el compromiso de la Iglesia Apostólica Armenia por el diálogo ecuménico".
"Estos días de preparación inmediata para la solemnidad de Pentecostés nos estimulan a avivar la esperanza en la ayuda del Espíritu Santo para avanzar por el camino del ecumenismo. Tenemos la certeza de que el Señor no nos abandona nunca en la búsqueda de la unidad porque su Espíritu obra incansablemente para sostener nuestros esfuerzos encaminados a superar cualquier división".
El Espíritu Santo es "fuerza para el perdón de los pecados, de renovación de nuestros corazones, de nuestra existencia; renueva la tierra y crea unidad donde había división". Cuando desciende sobre los apóstoles, éstos hablan en todas las lenguas; un signo, explicó el Papa, de que "la dispersión babilónica, fruto de la soberbia que separa a los hombres, es superada en el Espíritu, que es caridad y nos da unidad en la diversidad".
"La Iglesia habla desde el primer momento de su existencia gracias a la fuerza del Espíritu Santo (...) en todas las lenguas y vive en todas las culturas. No destruye nada de los dones ni de la historia propia, pero los asume todos en una unidad nueva y grande que reconcilia la unidad con la multitud de formas. El Espíritu Santo (...) une con su fuerza a los hombres dispersos en la caridad divina y crea así la (...) gran comunidad, que es la Iglesia en todo el mundo".
Benedicto XVI subrayó a continuación que también ahora "la Iglesia recogida en el Cenáculo (...) reza para conseguir nuevas efusiones de los dones del Espíritu Santo y, empujada por su animoso viento no teme anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Por eso, incluso frente a las dificultades y las divisiones los cristianos no pueden resignarse ni ceder al desaliento".
"Cristo pide a los cristianos que perseveren en la oración para mantener encendida la llama de la fe, de la esperanza, de la caridad y el anhelo de la unidad plena", afirmó el Santo Padre, evocando después su reciente viaje apostólico a Estados Unidos cuando recalcó "la centralidad de la oración en el movimiento ecuménico", porque "en este momento de globalización y, al mismo tiempo de fragmentación, "si no hay oración, las estructuras, las instituciones y los programas ecuménicos estarían privados de su corazón y de su alma".
Por último, el Papa citó la epístola de San Pablo a los Gálatas donde se lee que "los frutos del Espíritu Santo son la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la continencia", y exclamó: "¡Estos son los dones del Espíritu que invocamos también nosotros hoy para todos los cristianos, para que en el servicio generoso y común al Evangelio, sean en el mundo signo del amor de Dios por la humanidad!".
AG/ECUMENISMO:PENTECOSTES/KAREKIN II VIS 20080507 (410)
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