CIUDAD DEL VATICANO, 19 ABR 2008 (VIS).-Benedicto XVI celebró esta mañana a las 9,15 la Santa Misa en la neogótica catedral de Saint Patrick. A su llegada el Santo Padre fue recibido por el cardenal Edward Egan, arzobispo de New York, el rector de la catedral Robert T. Ritchie y el alcalde de esa ciudad Michael Bloomberg.
La Santa Misa, por la Iglesia universal, que coincidió con el tercer aniversario de la elección al solio pontificio de Benedicto XVI, fue ofrecida por el clero y los religiosos y religiosas de las diócesis de la Costa Oriental (East Coast) de Estados Unidos, donde se encuentra New York.
En su homilía, el Santo Padre recordó que "en este país la misión de la Iglesia ha conllevado siempre atraer a la gente "de todas las naciones de la tierra" hacia una unidad espiritual, enriqueciendo el Cuerpo de Cristo con la multiplicidad de sus dones. Al mismo tiempo que damos gracias por las bendiciones del pasado y consideramos los desafíos del futuro, queremos implorar de Dios la gracia de un nuevo Pentecostés para la Iglesia en América".
"La Iglesia (...) -prosiguió- está llamada a proclamar el don de la vida, a proteger la vida y a promover una cultura de la vida. (...) La proclamación de la vida, de la vida abundante, debe ser el centro de la nueva evangelización. Pues la verdadera vida - nuestra salvación- se encuentra sólo en la reconciliación, en la libertad y en el amor, que son dones gratuitos de Dios".
"Éste es el mensaje de esperanza que estamos llamados a anunciar y encarnar en un mundo en el que egocentrismo, avidez, violencia y cinismo parecen sofocar muy a menudo el crecimiento frágil de la gracia en el corazón de la gente", observó el Papa, y afirmó a continuación que "quizá hemos perdido de vista que en una sociedad en la que la Iglesia parece a muchos que es legalista e "institucional", nuestro desafío más urgente es comunicar la alegría que nace de la fe y de la experiencia del amor de Dios".
Benedicto XVI se detuvo después en algunos aspectos de la catedral para relacionarlos con la misión del clero y los religiosos en la Iglesia.
"El primer aspecto -dijo- se refiere a los ventanales con vidrieras, que "vistos desde fuera (...) parecen oscuros, recargados y hasta lúgubres. Pero cuando se entra en el templo, de improviso toman vida; al reflejar la luz que las atraviesa revelan todo su esplendor", y subrayó que la Iglesia estaba llamada a "atraer dentro de este misterio de luz a toda la gente".
"No es un cometido fácil -aseguró -en un mundo que es propenso a mirar "desde fuera" a la Iglesia, igual que a aquellos ventanales: un mundo que siente profundamente una necesidad espiritual, pero que encuentra difícil "entrar en el" misterio de la Iglesia. También para algunos de nosotros, desde dentro, la luz de la fe puede amortiguarse por la rutina y el esplendor de la Iglesia puede ofuscarse por los pecados y las debilidades de sus miembros. La ofuscación puede originarse por los obstáculos encontrados en una sociedad que, a veces, parece haber olvidado a Dios e irritarse ante las exigencias más elementales de la moral cristiana"
"Sin embargo, la palabra de Dios nos recuerda que, en la fe, vemos los cielos abiertos y la gracia del Espíritu Santo que ilumina a la Iglesia y que lleva una esperanza segura a nuestro mundo".
Benedicto XVI habló después de la compleja estructura del templo, "cuyas proporciones precisas y armoniosas simbolizan la unidad de la creación de Dios. (...) Esta imagen, ¿no nos hace pensar quizá en la necesidad de ver todas las cosas con los ojos de la fe para, de este modo, poder comprenderlas en su perspectiva más auténtica, en la unidad del plan eterno de Dios? Esto requiere, como sabemos, una continua conversión y el esfuerzo de "renovarnos en el espíritu de nuestra mente para conseguir una mentalidad nueva y espiritual. (...) Esta constante conversión "intelectual", ¿acaso no es tan necesaria como la conversión "moral" para nuestro crecimiento en la fe, para nuestro discernimiento de los signos de los tiempos y para nuestra aportación personal a la vida y misión de la Iglesia?".
En este contexto, el Papa dijo que una de "las grandes desilusiones que siguieron al Concilio Vaticano II, con su exhortación a un mayor compromiso en la misión de la Iglesia para el mundo" fue "la experiencia de división entre diferentes grupos, distintas generaciones y diversos miembros de la misma familia religiosa". "¡Podemos avanzar sólo si fijamos juntos nuestra mirada en Cristo! -exclamó-. Con la luz de la fe descubriremos entonces la sabiduría y la fuerza necesarias para abrirnos hacia puntos de vista que no siempre coinciden del todo con nuestras ideas o nuestras suposiciones .(...) De este modo caminaremos juntos hacia la verdadera renovación espiritual que quería el Concilio, la única renovación que puede reforzar a la Iglesia en la santidad y en la unidad, indispensable para la proclamación eficaz del Evangelio en el mundo de hoy".
"Aquí, en el contexto de nuestra necesidad de una perspectiva fundamentada en la fe, y de unidad y colaboración en el trabajo de edificación de la Iglesia, querría decir unas palabras sobre los abusos sexuales que han causado tantos sufrimientos. Ya he tenido ocasión de hablar de esto y del consiguiente daño para la comunidad de los fieles. Ahora deseo expresaros sencillamente, queridos sacerdotes y religiosos, mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que tratáis de responder con esperanza cristiana a los continuos desafíos surgidos por esta situación. Me siento unido a vosotros rezando para que éste sea un tiempo de purificación para cada uno y para cada Iglesia y comunidad religiosa, y también un tiempo de sanación".
"La unidad de una catedral gótica, es sabido, no es la unidad estática de un templo clásico, sino una unidad nacida de la tensión dinámica de diferentes fuerzas que empujan la arquitectura hacia arriba, orientándola hacia el cielo. Aquí podemos ver también un símbolo de la unidad de la Iglesia que es (...) unidad de un cuerpo vivo compuesto por muchos elementos diferentes, cada uno con su propia función y su propia determinación".
"Ciertamente, en la estructura de la Iglesia querida por Dios se ha de distinguir entre los dones jerárquicos y los carismáticos. Pero precisamente la variedad y riqueza de las gracias concedidas por el Espíritu nos invitan constantemente a discernir cómo estos dones tienen que ser insertados correctamente en el servicio de la misión de la Iglesia".
"De acuerdo con las tradiciones más nobles de la Iglesia en este país -finalizó el Santo Padre-, sed también los primeros amigos del pobre, del prófugo, del extranjero, del enfermo y de todos los que sufren! ¡Actuad como faros de esperanza, irradiando la luz de Cristo en el mundo y animando a los jóvenes a descubrir la belleza de una vida entregada enteramente al Señor y a su Iglesia!".
Al final de la celebración eucarística, el Santo Padre improvisó unas palabras relativas a su ministerio petrino:
"En este momento no me queda más que agradecerles su amor a la Iglesia y a Nuestro Señor; agradecerles su amor al pobre Sucesor de San Pedro. Intentaré hacer todo lo posible para ser un digno sucesor de este gran Apóstol, el cual era también un hombre con sus defectos y sus pecados, pero que al final sigue siendo la roca de la Iglesia. Con toda mi pobreza espiritual, también yo puedo ser ahora, por gracia del Señor, el Sucesor de Pedro. Ciertamente las plegarias y el amor de ustedes son lo que me da la certeza de que el Señor me ayudará en mi ministerio. Les agradezco profundamente, pues, su amor, sus oraciones. En este momento, mi respuesta a todo lo que me han dado durante mi visita es la bendición que ahora les imparto al final de esta hermosa celebración".
PV-EE.UU./HOMILIA:RELIGIOSOS/NUEVA YORK VIS 20080420 (1250)
La Santa Misa, por la Iglesia universal, que coincidió con el tercer aniversario de la elección al solio pontificio de Benedicto XVI, fue ofrecida por el clero y los religiosos y religiosas de las diócesis de la Costa Oriental (East Coast) de Estados Unidos, donde se encuentra New York.
En su homilía, el Santo Padre recordó que "en este país la misión de la Iglesia ha conllevado siempre atraer a la gente "de todas las naciones de la tierra" hacia una unidad espiritual, enriqueciendo el Cuerpo de Cristo con la multiplicidad de sus dones. Al mismo tiempo que damos gracias por las bendiciones del pasado y consideramos los desafíos del futuro, queremos implorar de Dios la gracia de un nuevo Pentecostés para la Iglesia en América".
"La Iglesia (...) -prosiguió- está llamada a proclamar el don de la vida, a proteger la vida y a promover una cultura de la vida. (...) La proclamación de la vida, de la vida abundante, debe ser el centro de la nueva evangelización. Pues la verdadera vida - nuestra salvación- se encuentra sólo en la reconciliación, en la libertad y en el amor, que son dones gratuitos de Dios".
"Éste es el mensaje de esperanza que estamos llamados a anunciar y encarnar en un mundo en el que egocentrismo, avidez, violencia y cinismo parecen sofocar muy a menudo el crecimiento frágil de la gracia en el corazón de la gente", observó el Papa, y afirmó a continuación que "quizá hemos perdido de vista que en una sociedad en la que la Iglesia parece a muchos que es legalista e "institucional", nuestro desafío más urgente es comunicar la alegría que nace de la fe y de la experiencia del amor de Dios".
Benedicto XVI se detuvo después en algunos aspectos de la catedral para relacionarlos con la misión del clero y los religiosos en la Iglesia.
"El primer aspecto -dijo- se refiere a los ventanales con vidrieras, que "vistos desde fuera (...) parecen oscuros, recargados y hasta lúgubres. Pero cuando se entra en el templo, de improviso toman vida; al reflejar la luz que las atraviesa revelan todo su esplendor", y subrayó que la Iglesia estaba llamada a "atraer dentro de este misterio de luz a toda la gente".
"No es un cometido fácil -aseguró -en un mundo que es propenso a mirar "desde fuera" a la Iglesia, igual que a aquellos ventanales: un mundo que siente profundamente una necesidad espiritual, pero que encuentra difícil "entrar en el" misterio de la Iglesia. También para algunos de nosotros, desde dentro, la luz de la fe puede amortiguarse por la rutina y el esplendor de la Iglesia puede ofuscarse por los pecados y las debilidades de sus miembros. La ofuscación puede originarse por los obstáculos encontrados en una sociedad que, a veces, parece haber olvidado a Dios e irritarse ante las exigencias más elementales de la moral cristiana"
"Sin embargo, la palabra de Dios nos recuerda que, en la fe, vemos los cielos abiertos y la gracia del Espíritu Santo que ilumina a la Iglesia y que lleva una esperanza segura a nuestro mundo".
Benedicto XVI habló después de la compleja estructura del templo, "cuyas proporciones precisas y armoniosas simbolizan la unidad de la creación de Dios. (...) Esta imagen, ¿no nos hace pensar quizá en la necesidad de ver todas las cosas con los ojos de la fe para, de este modo, poder comprenderlas en su perspectiva más auténtica, en la unidad del plan eterno de Dios? Esto requiere, como sabemos, una continua conversión y el esfuerzo de "renovarnos en el espíritu de nuestra mente para conseguir una mentalidad nueva y espiritual. (...) Esta constante conversión "intelectual", ¿acaso no es tan necesaria como la conversión "moral" para nuestro crecimiento en la fe, para nuestro discernimiento de los signos de los tiempos y para nuestra aportación personal a la vida y misión de la Iglesia?".
En este contexto, el Papa dijo que una de "las grandes desilusiones que siguieron al Concilio Vaticano II, con su exhortación a un mayor compromiso en la misión de la Iglesia para el mundo" fue "la experiencia de división entre diferentes grupos, distintas generaciones y diversos miembros de la misma familia religiosa". "¡Podemos avanzar sólo si fijamos juntos nuestra mirada en Cristo! -exclamó-. Con la luz de la fe descubriremos entonces la sabiduría y la fuerza necesarias para abrirnos hacia puntos de vista que no siempre coinciden del todo con nuestras ideas o nuestras suposiciones .(...) De este modo caminaremos juntos hacia la verdadera renovación espiritual que quería el Concilio, la única renovación que puede reforzar a la Iglesia en la santidad y en la unidad, indispensable para la proclamación eficaz del Evangelio en el mundo de hoy".
"Aquí, en el contexto de nuestra necesidad de una perspectiva fundamentada en la fe, y de unidad y colaboración en el trabajo de edificación de la Iglesia, querría decir unas palabras sobre los abusos sexuales que han causado tantos sufrimientos. Ya he tenido ocasión de hablar de esto y del consiguiente daño para la comunidad de los fieles. Ahora deseo expresaros sencillamente, queridos sacerdotes y religiosos, mi cercanía espiritual, al mismo tiempo que tratáis de responder con esperanza cristiana a los continuos desafíos surgidos por esta situación. Me siento unido a vosotros rezando para que éste sea un tiempo de purificación para cada uno y para cada Iglesia y comunidad religiosa, y también un tiempo de sanación".
"La unidad de una catedral gótica, es sabido, no es la unidad estática de un templo clásico, sino una unidad nacida de la tensión dinámica de diferentes fuerzas que empujan la arquitectura hacia arriba, orientándola hacia el cielo. Aquí podemos ver también un símbolo de la unidad de la Iglesia que es (...) unidad de un cuerpo vivo compuesto por muchos elementos diferentes, cada uno con su propia función y su propia determinación".
"Ciertamente, en la estructura de la Iglesia querida por Dios se ha de distinguir entre los dones jerárquicos y los carismáticos. Pero precisamente la variedad y riqueza de las gracias concedidas por el Espíritu nos invitan constantemente a discernir cómo estos dones tienen que ser insertados correctamente en el servicio de la misión de la Iglesia".
"De acuerdo con las tradiciones más nobles de la Iglesia en este país -finalizó el Santo Padre-, sed también los primeros amigos del pobre, del prófugo, del extranjero, del enfermo y de todos los que sufren! ¡Actuad como faros de esperanza, irradiando la luz de Cristo en el mundo y animando a los jóvenes a descubrir la belleza de una vida entregada enteramente al Señor y a su Iglesia!".
Al final de la celebración eucarística, el Santo Padre improvisó unas palabras relativas a su ministerio petrino:
"En este momento no me queda más que agradecerles su amor a la Iglesia y a Nuestro Señor; agradecerles su amor al pobre Sucesor de San Pedro. Intentaré hacer todo lo posible para ser un digno sucesor de este gran Apóstol, el cual era también un hombre con sus defectos y sus pecados, pero que al final sigue siendo la roca de la Iglesia. Con toda mi pobreza espiritual, también yo puedo ser ahora, por gracia del Señor, el Sucesor de Pedro. Ciertamente las plegarias y el amor de ustedes son lo que me da la certeza de que el Señor me ayudará en mi ministerio. Les agradezco profundamente, pues, su amor, sus oraciones. En este momento, mi respuesta a todo lo que me han dado durante mi visita es la bendición que ahora les imparto al final de esta hermosa celebración".
PV-EE.UU./HOMILIA:RELIGIOSOS/NUEVA YORK VIS 20080420 (1250)
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