CIUDAD DEL VATICANO, 28 NOV 2007 (VIS).-El cardenal Renato Raffaele Martino, el arzobispo Agostino Marchetto y monseñor Novatus Rugambwa, respectivamente presidente, secretario y subsecretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, presentaron hoy en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el Mensaje del Papa con motivo de la 94 Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado (13 enero 2008) sobre el tema: "Los jóvenes emigrantes".
El cardenal Martino afirmó que "en nuestra época, las migraciones juveniles han aumentado considerablemente. Los jóvenes se siente empujados a emigrar a causa de la pobreza y de la miseria, de la degradación del medio ambiente, de conflictos locales e internacionales, de persecuciones políticas y religiosas, de la demanda de mano de obra en los países industrializados, de la posibilidad de volver a reunirse con su familia".
Tras poner de relieve que el joven emigrante "a menudo se encuentra solo, a mitad de camino entre dos culturas -la suya y la del país que le acoge-, en tierra de nadie", el purpurado subrayó que esto le hace vivir "en una situación de gran incertidumbre, que le impide pensar en un proyectos creíbles para el propio futuro y multiplica los factores que le conducen a la marginación, que abren las puertas a la criminalidad, la prostitución, el alcohol, la droga y el ladronicio".
El presidente del consejo señaló que "la crisis de valores en nuestros días lleva a la muerte del espíritu de muchos jóvenes inmigrantes. La mayoría de ellos están relativamente lejos de las preocupaciones religiosas y a menudo reconocen que no han sido sensibilizados ni educados al respecto".
"La acción pastoral específica en favor de los jóvenes emigrantes -terminó- debe tener en cuenta la situación existencial de cada uno: (...) la lengua, cultura, religión, proveniencia e historia".
El arzobispo Marchetto se centró sobre todo en los aspectos relativos al derecho de asilo y a la situación de los refugiados. Tras recordar que los menores no acompañados en algunos Estados van a parar a menudo a los centros de detención, habló de la vida en los campos de refugiados.
"Los campos de acogida -dijo- deben volver a ser aquello para lo que fueron creados: un lugar donde permanecer durante un tiempo. (...) En cambio, actualmente, es una praxis general, sobre todo en los países del sur del mundo, obligar a las personas a vivir hacinados en campos, a veces en situaciones espantosas. Normalmente no les permiten ni siquiera trabajar, su libertad de movimiento es limitada, y así dependen completamente de la distribución de alimentos en los campos. La comida es casi siempre escasa, como lo son otros bienes necesarios para una vida con un mínimo de dignidad. (...) Por lo tanto es difícil que exista un futuro para los que viven en esos lugares, situados, casi siempre, en zonas remotas".
Por último, el arzobispo citó especialmente la labor de las religiosas "ayudadas por las ONGS católicas o por organizaciones de las Naciones Unidas, que trabajan con la juventud, sobre todo mujeres jóvenes, víctimas de violencia, violación o amenazas". "Existen además -precisó el prelado- algunos centros de acogida para chicas menores, que son ya madres, donde se les da una segunda oportunidad para completar la instrucción que han interrumpido o aprender un oficio".
Por su parte, monseñor Rugambwa habló de los estudiantes que emigran y subrayó que en su mensaje "el Santo Padre presenta a los estudiantes extranjeros como un don para el ser humano y para la Iglesia. Traen consigo los grandes recursos de su juventud y deberían ser abiertos y receptivos a las nuevas ideas y experiencias, siendo al mismo tiempo capaces de permanecer anclados a la verdad".
"Estos jóvenes, como afirma el Sumo Pontífice -puntualizó- no deben abrirse solamente al dinamismo de la enculturación, sino buscar también oportunidades de diálogo entre culturas y religiones, (...) lo que les permitirá experimentar la universalidad de la Iglesia".
OP/EMIGRANTES:REFUGIADOS/MARTINO:MARCHETTO VIS 20071128 (660)
El cardenal Martino afirmó que "en nuestra época, las migraciones juveniles han aumentado considerablemente. Los jóvenes se siente empujados a emigrar a causa de la pobreza y de la miseria, de la degradación del medio ambiente, de conflictos locales e internacionales, de persecuciones políticas y religiosas, de la demanda de mano de obra en los países industrializados, de la posibilidad de volver a reunirse con su familia".
Tras poner de relieve que el joven emigrante "a menudo se encuentra solo, a mitad de camino entre dos culturas -la suya y la del país que le acoge-, en tierra de nadie", el purpurado subrayó que esto le hace vivir "en una situación de gran incertidumbre, que le impide pensar en un proyectos creíbles para el propio futuro y multiplica los factores que le conducen a la marginación, que abren las puertas a la criminalidad, la prostitución, el alcohol, la droga y el ladronicio".
El presidente del consejo señaló que "la crisis de valores en nuestros días lleva a la muerte del espíritu de muchos jóvenes inmigrantes. La mayoría de ellos están relativamente lejos de las preocupaciones religiosas y a menudo reconocen que no han sido sensibilizados ni educados al respecto".
"La acción pastoral específica en favor de los jóvenes emigrantes -terminó- debe tener en cuenta la situación existencial de cada uno: (...) la lengua, cultura, religión, proveniencia e historia".
El arzobispo Marchetto se centró sobre todo en los aspectos relativos al derecho de asilo y a la situación de los refugiados. Tras recordar que los menores no acompañados en algunos Estados van a parar a menudo a los centros de detención, habló de la vida en los campos de refugiados.
"Los campos de acogida -dijo- deben volver a ser aquello para lo que fueron creados: un lugar donde permanecer durante un tiempo. (...) En cambio, actualmente, es una praxis general, sobre todo en los países del sur del mundo, obligar a las personas a vivir hacinados en campos, a veces en situaciones espantosas. Normalmente no les permiten ni siquiera trabajar, su libertad de movimiento es limitada, y así dependen completamente de la distribución de alimentos en los campos. La comida es casi siempre escasa, como lo son otros bienes necesarios para una vida con un mínimo de dignidad. (...) Por lo tanto es difícil que exista un futuro para los que viven en esos lugares, situados, casi siempre, en zonas remotas".
Por último, el arzobispo citó especialmente la labor de las religiosas "ayudadas por las ONGS católicas o por organizaciones de las Naciones Unidas, que trabajan con la juventud, sobre todo mujeres jóvenes, víctimas de violencia, violación o amenazas". "Existen además -precisó el prelado- algunos centros de acogida para chicas menores, que son ya madres, donde se les da una segunda oportunidad para completar la instrucción que han interrumpido o aprender un oficio".
Por su parte, monseñor Rugambwa habló de los estudiantes que emigran y subrayó que en su mensaje "el Santo Padre presenta a los estudiantes extranjeros como un don para el ser humano y para la Iglesia. Traen consigo los grandes recursos de su juventud y deberían ser abiertos y receptivos a las nuevas ideas y experiencias, siendo al mismo tiempo capaces de permanecer anclados a la verdad".
"Estos jóvenes, como afirma el Sumo Pontífice -puntualizó- no deben abrirse solamente al dinamismo de la enculturación, sino buscar también oportunidades de diálogo entre culturas y religiones, (...) lo que les permitirá experimentar la universalidad de la Iglesia".
OP/EMIGRANTES:REFUGIADOS/MARTINO:MARCHETTO VIS 20071128 (660)
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