CIUDAD DEL VATICANO, 10 ENE 2007 (VIS).-Benedicto XVI dedicó a San Esteban, el primer mártir cristiano, la catequesis de la audiencia general de los miércoles que se celebró en la Sala Pablo VI y a la que asistieron 7.000 personas.
"San Esteban -dijo el Papa- es el más representativo de un grupo de siete compañeros", que "se ocupaban del servicio caritativo" de los necesitados de la comunidad cristiana, fueran de origen griego o judío.
"La tradición ve en este grupo el germen del futuro ministerio de los diáconos, (...) a los cuales impusieron las manos los apóstoles, (...) un gesto que en el Antiguo Testamento tiene sobre todo el significado de trasmitir un encargo importante".
Benedicto XVI subrayó que la importancia de ese acto "de llevar a cabo con discernimiento", constaba en las cartas de San Pablo a Timoteo, cuando el apóstol escribe: "No impongas las manos precipitadamente a nadie, ni te hagas cómplice de los pecados ajenos".
Además del servicio caritativo, Esteban desarrollaba "una tarea evangelizadora con sus compatriotas, los denominados "helenistas" y presentaba "el Antiguo Testamento desde la perspectiva de la muerte y resurrección de Cristo. Esta relectura (...) provocó la reacción de los judíos que la percibieron como blasfema".
Esteban demuestra que "el misterio de la Cruz es el punto central de la historia de la salvación" y que "el culto del templo ha acabado" porque "el Resucitado es el nuevo templo". Precisamente, el "no al templo y a su culto" desencadenan la condena a muerte del mártir. Tras su lapidación, el grupo de cristianos judíos y helenistas huyen de Jerusalén y "se transforma en misioneros itinerantes. (...) La persecución y la dispersión se convierten en misión".
El Santo Padre explicó que la historia de San Esteban nos recuerda que "nunca se pueden disociar el compromiso social de la caridad del anuncio valiente de la fe". El primer mártir, "cumpliendo con la caridad, anuncia también a Cristo crucificado hasta aceptar el martirio".
"La cruz es central en la vida de la Iglesia y en nuestra vida personal -dijo Benedicto XVI-. En la Iglesia nunca faltarán ni la pasión ni las persecuciones, pero la sangre de los cristianos se convierte siempre en semilla" y citó las palabras de Tertuliano: "Nos multiplicamos cada vez que nos siegan".
"También es nuestra vida la cruz, que no faltará nunca, se convierte en una bendición y aceptándola aprendemos a confiar en el Evangelio, aprendemos la alegría del cristianismo, incluso en los momentos más difíciles".
AG/ESTEBAN/... VIS 20070110 (420)
"San Esteban -dijo el Papa- es el más representativo de un grupo de siete compañeros", que "se ocupaban del servicio caritativo" de los necesitados de la comunidad cristiana, fueran de origen griego o judío.
"La tradición ve en este grupo el germen del futuro ministerio de los diáconos, (...) a los cuales impusieron las manos los apóstoles, (...) un gesto que en el Antiguo Testamento tiene sobre todo el significado de trasmitir un encargo importante".
Benedicto XVI subrayó que la importancia de ese acto "de llevar a cabo con discernimiento", constaba en las cartas de San Pablo a Timoteo, cuando el apóstol escribe: "No impongas las manos precipitadamente a nadie, ni te hagas cómplice de los pecados ajenos".
Además del servicio caritativo, Esteban desarrollaba "una tarea evangelizadora con sus compatriotas, los denominados "helenistas" y presentaba "el Antiguo Testamento desde la perspectiva de la muerte y resurrección de Cristo. Esta relectura (...) provocó la reacción de los judíos que la percibieron como blasfema".
Esteban demuestra que "el misterio de la Cruz es el punto central de la historia de la salvación" y que "el culto del templo ha acabado" porque "el Resucitado es el nuevo templo". Precisamente, el "no al templo y a su culto" desencadenan la condena a muerte del mártir. Tras su lapidación, el grupo de cristianos judíos y helenistas huyen de Jerusalén y "se transforma en misioneros itinerantes. (...) La persecución y la dispersión se convierten en misión".
El Santo Padre explicó que la historia de San Esteban nos recuerda que "nunca se pueden disociar el compromiso social de la caridad del anuncio valiente de la fe". El primer mártir, "cumpliendo con la caridad, anuncia también a Cristo crucificado hasta aceptar el martirio".
"La cruz es central en la vida de la Iglesia y en nuestra vida personal -dijo Benedicto XVI-. En la Iglesia nunca faltarán ni la pasión ni las persecuciones, pero la sangre de los cristianos se convierte siempre en semilla" y citó las palabras de Tertuliano: "Nos multiplicamos cada vez que nos siegan".
"También es nuestra vida la cruz, que no faltará nunca, se convierte en una bendición y aceptándola aprendemos a confiar en el Evangelio, aprendemos la alegría del cristianismo, incluso en los momentos más difíciles".
AG/ESTEBAN/... VIS 20070110 (420)
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