CIUDAD DEL VATICANO, 14 NOV 2006 (VIS).-El cardenal Renato Raffaele Martino y el arzobispo Agostino Marchetto, respectivamente presidente y secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, presentaron esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el Mensaje del Papa con motivo de la 93 Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado (14 enero 2007) sobre el tema: "La familia emigrante".
El cardenal Martino afirmó que "en las sociedades en las que la inmigración es notable, el papel de la célula familiar cede el paso al individuo en su capacidad productiva o de éxito". Además, dijo, "la lengua, que es vehículo de comunicación, se convierte en una barrera divisoria entre la primera y las sucesivas generaciones dentro de la misma familia. De este modo se acentúa el aislamiento de los miembros del núcleo familiar, que a veces supera los límites de la soledad y la marginación".
"El aislamiento resulta más acentuado -continuó- entre las mujeres, encerradas entre los muros domésticos, con pocas posibilidades de relaciones externas, cuando no "acaban siendo, incluso, víctimas del tráfico de seres humanos y de la prostitución".
El purpurado subrayó que junto a los que emigran con documentos en regla, "son cada vez más aquellos que huyen de su patria en busca de un futuro mejor en los países desarrollados". "A menudo, el viaje se transforma en una trampa mortal" y muchos acaban envueltos en la "corrupción, la criminalidad o la prostitución". En este contexto, recordó la invitación del Santo Padre a "ratificar "los instrumentos legales internacionales para defender los derechos de los emigrantes, de los refugiados y de sus familias".
Refiriéndose a la parte final del mensaje en la que el Papa habla de los estudiantes extranjeros, el presidente del consejo señaló que "se calcula que son más de dos millones, con notable presencia en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania". Tras poner de relieve la existencia de "problemas económicos para los que provienen de países pobres, así como de integración en el país de llegada", el cardenal concluyó afirmando que "además de la ayuda, la Iglesia está llamada a ofrecer un apoyo moral y la formación cristiana".
"Las familias de refugiados deberían encontrar una acogida calurosa en los países que los hospedan -observó el arzobispo Marchetto-, pero hoy es doloroso constatar que la comprensión y la simpatía hacia ellos disminuye y lo demuestra el hecho de que se toman medidas para hacer la vida más difícil a los que buscan asilo. (...) La situación de los desplazados internos es, en general, aún más difícil porque todavía no hay una legislación internacional en esta materia".
El prelado citó después los datos del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) que se ocupa de 20 millones de personas, mientras los desplazados dentro del propio país son 24 millones. "En los países del Sur del mundo -agregó- viven desde hace cinco años en "campos" donde se respetan poco sus derechos unos 6 millones de refugiados que (...) no pueden trabajar propiamente, ni salir libremente del campo porque sus movimientos son limitados" y " a menudo las raciones de comida no son suficientes".
"Sostener una familia en esas condiciones es evidentemente difícil y este hecho repercute (...) negativamente en sus relaciones internas, (...) la estructura social se debilita y las personas pierden sus valores, su humanidad y su dignidad".
Por último, el arzobispo se refirió a las familias de refugiados que han encontrado asilo en otros países y habló de la labor de "acompañamiento" necesaria para su adaptación al nuevo ambiente, que podría correr a cargo de "las iglesias locales". "El acompañamiento -dijo- es necesario para el proceso de integración. Manifiesta el respeto por el otro y al mismo tiempo permite que la persona ayudada cambie, según el verdadero concepto de integración que no es asimilación. Para nosotros, esa actitud hunde sus raíces en el cristianismo y también hoy, en concreto, muestra lo que la Iglesia es y lo que promueve".
OP/EMIGRANTES:REFUGIADOS/MARTINO:MARCHETTO VIS 20061114 (670)
El cardenal Martino afirmó que "en las sociedades en las que la inmigración es notable, el papel de la célula familiar cede el paso al individuo en su capacidad productiva o de éxito". Además, dijo, "la lengua, que es vehículo de comunicación, se convierte en una barrera divisoria entre la primera y las sucesivas generaciones dentro de la misma familia. De este modo se acentúa el aislamiento de los miembros del núcleo familiar, que a veces supera los límites de la soledad y la marginación".
"El aislamiento resulta más acentuado -continuó- entre las mujeres, encerradas entre los muros domésticos, con pocas posibilidades de relaciones externas, cuando no "acaban siendo, incluso, víctimas del tráfico de seres humanos y de la prostitución".
El purpurado subrayó que junto a los que emigran con documentos en regla, "son cada vez más aquellos que huyen de su patria en busca de un futuro mejor en los países desarrollados". "A menudo, el viaje se transforma en una trampa mortal" y muchos acaban envueltos en la "corrupción, la criminalidad o la prostitución". En este contexto, recordó la invitación del Santo Padre a "ratificar "los instrumentos legales internacionales para defender los derechos de los emigrantes, de los refugiados y de sus familias".
Refiriéndose a la parte final del mensaje en la que el Papa habla de los estudiantes extranjeros, el presidente del consejo señaló que "se calcula que son más de dos millones, con notable presencia en Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania". Tras poner de relieve la existencia de "problemas económicos para los que provienen de países pobres, así como de integración en el país de llegada", el cardenal concluyó afirmando que "además de la ayuda, la Iglesia está llamada a ofrecer un apoyo moral y la formación cristiana".
"Las familias de refugiados deberían encontrar una acogida calurosa en los países que los hospedan -observó el arzobispo Marchetto-, pero hoy es doloroso constatar que la comprensión y la simpatía hacia ellos disminuye y lo demuestra el hecho de que se toman medidas para hacer la vida más difícil a los que buscan asilo. (...) La situación de los desplazados internos es, en general, aún más difícil porque todavía no hay una legislación internacional en esta materia".
El prelado citó después los datos del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) que se ocupa de 20 millones de personas, mientras los desplazados dentro del propio país son 24 millones. "En los países del Sur del mundo -agregó- viven desde hace cinco años en "campos" donde se respetan poco sus derechos unos 6 millones de refugiados que (...) no pueden trabajar propiamente, ni salir libremente del campo porque sus movimientos son limitados" y " a menudo las raciones de comida no son suficientes".
"Sostener una familia en esas condiciones es evidentemente difícil y este hecho repercute (...) negativamente en sus relaciones internas, (...) la estructura social se debilita y las personas pierden sus valores, su humanidad y su dignidad".
Por último, el arzobispo se refirió a las familias de refugiados que han encontrado asilo en otros países y habló de la labor de "acompañamiento" necesaria para su adaptación al nuevo ambiente, que podría correr a cargo de "las iglesias locales". "El acompañamiento -dijo- es necesario para el proceso de integración. Manifiesta el respeto por el otro y al mismo tiempo permite que la persona ayudada cambie, según el verdadero concepto de integración que no es asimilación. Para nosotros, esa actitud hunde sus raíces en el cristianismo y también hoy, en concreto, muestra lo que la Iglesia es y lo que promueve".
OP/EMIGRANTES:REFUGIADOS/MARTINO:MARCHETTO VIS 20061114 (670)
No hay comentarios:
Publicar un comentario