CIUDAD DEL VATICANO, 14 SEP 2006 (VIS).-Benedicto XVI se trasladó esta mañana en helicóptero desde Ratisbona a Freising, la ciudad que fue un antiguo centro comercial de Europa central y en la actualidad un polo de economía agrícola y de la industria alimentaria. Cuenta con una célebre universidad y es sede de las oficinas administrativas de la archidiócesis, compuesta por München y Freising, mientras la capital bávara es sede arzobispal.
En el escudo papal de Benedicto XVI hay tres referencias a Baviera, de las cuales dos pertenecen a Freising: una cabeza de moro, símbolo tradicional de la diócesis de Freising y un oso cargado con un saco; el oso de San Corbiniano, obispo de esa sede, que domesticó al animal que le asaltó y símbolo por una parte de la gracia de Dios y del peso del episcopado.
Desde el helipuerto de Freising el Papa se trasladó a la catedral, construida en el 1205 y dedicada a Santa María y San Corbininano, para encontrarse con los sacerdotes y diáconos permanentes. Joseph Ratzinger fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951 en ese templo y enseñó teología en el seminario diocesano. En el encuentro con el clero tomaron parte 30 sacerdotes ordenados el mismo día que el pontífice. El Papa, dejando aparte el texto que iba a leer, comentó los puntos principales.
"Este es mi último encuentro antes de despedirme de esta amada tierra bávara -escribe el Santo Padre- y estoy muy contento de que se desarrolle con vosotros, sacerdotes y diáconos, piedras vivas y elegidas de la Iglesia. Cuando miro a esta magnífica catedral de Freising, vuelven a mi mente tantos recuerdos de los años en que mi camino hacia el sacerdocio y después el ejercicio de mi ministerio estaban ligados a este lugar".
El tema central del discurso del Papa fue el texto del Evangelio de San Mateo donde Jesús "reconoce en las personas que lo rodean la mies de Dios Padre, lista para ser recogida".
"Cristo ve el mundo como el campo de Dios -dice el Santo Padre-, donde madura una rica cosecha que necesita obreros. (...) La actitud principal de Jesús (...) es un optimismo de fondo basado en la confianza en la potencia del Padre, el dueño de la mies. Esta actitud es para nosotros motivo de esperanza".
"La vida del sacerdote y la naturaleza misma de su vocación y de su ministerio se colocan en esta perspectiva que Jesús nos ha revelado y que le llevó a recorrer ciudades y pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del Reino y curando a los enfermos"
La generosidad de Cristo, prosiguió, "se asentaba en la confianza en la potencia del Padre. (...) La asimilación progresiva de los sentimientos de su Maestro llevará al sacerdote a compartir su mirada llena de confianza. Entrando cada vez más profundamente en la lógica de Jesús, aprenderá a mirar a la gente que lo rodea como a la "mies de Dios".
Pero, observa el Papa, "hay que tener siempre presente cuanto afirma el texto bíblico: es "el Dueño de la mies" el que manda "los obreros" a su siembra. Jesús no dio a sus discípulos la tarea de ir a llamar a otros voluntarios o de organizar campañas de promoción para recoger nuevas adhesiones, sino la de "rezar" a Dios".
Este hecho no significa, puntualiza Benedicto XVI, que la pastoral vocacional "tenga que limitarse a la oración. Rezar al dueño de la mies quiere decir que (...) solo permaneciendo en íntima comunión con el Dueño, (...) que está lleno de amor y compasión por la humanidad, se puede involucrar a otros obreros en el trabajo por el reino de Dios".
"No hay que moverse dentro de una lógica de números y de eficiencia, sino de gratuidad y entrega. (...) Los obreros de la mies de Dios son los que siguen las huellas de Cristo y esto presupone el desprendimiento de sí mismo y la plena "sintonía" con su voluntad".
En este "camino pascual de muerte y resurrección Cristo no sólo nos ha precedido sino que nos acompaña", subraya el Papa, recordando que cuando San Pedro quiso caminar sobre las aguas, siguiendo a Jesús, lo logró solamente "teniendo fija la mirada en Él, (...) permaneciendo, por decirlo así, en la zona de gravitación de su Gracia".
"En el camino pascual, el discípulo se convierte en verdadero testigo del Señor" y "la esencia de la tarea del ministro ordenado, según dos definiciones clásicas de San Agustín" -explica Benedicto XVI-, es la de ser "servus Christi" y "vox Christi".
"El término siervo implica una relación: es tal en cuanto hay un patrón. Calificar al sacerdote como "servus Christi" significa subrayar que su existencia tiene una connotación relacional: cada una de sus fibras se refiere a Cristo" y "en virtud del carácter sacramental recibido en la ordenación pertenece a Cristo y comparte la dedicación sin reservas al "cuerpo" de la Iglesia".
Como "vox Christi", el sacerdote "depende de la "Palabra", que es Cristo -afirma el Papa-. Se revela aquí la grandeza y la humildad del ministerio ordenado. Como San Juan Bautista, el sacerdote y el diácono no son más que los precursores, los siervos de la Parola. El centro no son ellos sino Cristo, de quien deben ser "voz" con toda su existencia".
"De esta reflexión brota la respuesta a la pregunta que todo pastor de almas responsable se hace, sobre todo en la situación actual de carencia de sacerdotes: ¿Cómo conservar la unidad interior en el activismo a veces agotador del ministerio? El enfoque para resolver este problema está en la comunión íntima con Cristo. (...) De aquí emerge una nueva visión de la ascesis sacerdotal. (...) Es la ascesis del servicio (...) desplegado como la verdadera ascesis de la propia vida".
No obstante el sacerdote viva "el servicio como ascesis y el actuar sacramental como encuentro personal con Cristo -concluye el Papa-, necesitará también momentos para tomar aliento" porque "la entrega generosa a los demás no es posible sin la disciplina y la recuperación constante de una verdadera interioridad llena de fe. (...) Por eso, el tiempo del encuentro inmediato con Dios en la oración puede considerarse la prioridad pastoral por excelencia: es el aliento del alma".
PV-ALEMANIA/SACERDOTES/FREISING VIS 20060914 (900)
En el escudo papal de Benedicto XVI hay tres referencias a Baviera, de las cuales dos pertenecen a Freising: una cabeza de moro, símbolo tradicional de la diócesis de Freising y un oso cargado con un saco; el oso de San Corbiniano, obispo de esa sede, que domesticó al animal que le asaltó y símbolo por una parte de la gracia de Dios y del peso del episcopado.
Desde el helipuerto de Freising el Papa se trasladó a la catedral, construida en el 1205 y dedicada a Santa María y San Corbininano, para encontrarse con los sacerdotes y diáconos permanentes. Joseph Ratzinger fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951 en ese templo y enseñó teología en el seminario diocesano. En el encuentro con el clero tomaron parte 30 sacerdotes ordenados el mismo día que el pontífice. El Papa, dejando aparte el texto que iba a leer, comentó los puntos principales.
"Este es mi último encuentro antes de despedirme de esta amada tierra bávara -escribe el Santo Padre- y estoy muy contento de que se desarrolle con vosotros, sacerdotes y diáconos, piedras vivas y elegidas de la Iglesia. Cuando miro a esta magnífica catedral de Freising, vuelven a mi mente tantos recuerdos de los años en que mi camino hacia el sacerdocio y después el ejercicio de mi ministerio estaban ligados a este lugar".
El tema central del discurso del Papa fue el texto del Evangelio de San Mateo donde Jesús "reconoce en las personas que lo rodean la mies de Dios Padre, lista para ser recogida".
"Cristo ve el mundo como el campo de Dios -dice el Santo Padre-, donde madura una rica cosecha que necesita obreros. (...) La actitud principal de Jesús (...) es un optimismo de fondo basado en la confianza en la potencia del Padre, el dueño de la mies. Esta actitud es para nosotros motivo de esperanza".
"La vida del sacerdote y la naturaleza misma de su vocación y de su ministerio se colocan en esta perspectiva que Jesús nos ha revelado y que le llevó a recorrer ciudades y pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del Reino y curando a los enfermos"
La generosidad de Cristo, prosiguió, "se asentaba en la confianza en la potencia del Padre. (...) La asimilación progresiva de los sentimientos de su Maestro llevará al sacerdote a compartir su mirada llena de confianza. Entrando cada vez más profundamente en la lógica de Jesús, aprenderá a mirar a la gente que lo rodea como a la "mies de Dios".
Pero, observa el Papa, "hay que tener siempre presente cuanto afirma el texto bíblico: es "el Dueño de la mies" el que manda "los obreros" a su siembra. Jesús no dio a sus discípulos la tarea de ir a llamar a otros voluntarios o de organizar campañas de promoción para recoger nuevas adhesiones, sino la de "rezar" a Dios".
Este hecho no significa, puntualiza Benedicto XVI, que la pastoral vocacional "tenga que limitarse a la oración. Rezar al dueño de la mies quiere decir que (...) solo permaneciendo en íntima comunión con el Dueño, (...) que está lleno de amor y compasión por la humanidad, se puede involucrar a otros obreros en el trabajo por el reino de Dios".
"No hay que moverse dentro de una lógica de números y de eficiencia, sino de gratuidad y entrega. (...) Los obreros de la mies de Dios son los que siguen las huellas de Cristo y esto presupone el desprendimiento de sí mismo y la plena "sintonía" con su voluntad".
En este "camino pascual de muerte y resurrección Cristo no sólo nos ha precedido sino que nos acompaña", subraya el Papa, recordando que cuando San Pedro quiso caminar sobre las aguas, siguiendo a Jesús, lo logró solamente "teniendo fija la mirada en Él, (...) permaneciendo, por decirlo así, en la zona de gravitación de su Gracia".
"En el camino pascual, el discípulo se convierte en verdadero testigo del Señor" y "la esencia de la tarea del ministro ordenado, según dos definiciones clásicas de San Agustín" -explica Benedicto XVI-, es la de ser "servus Christi" y "vox Christi".
"El término siervo implica una relación: es tal en cuanto hay un patrón. Calificar al sacerdote como "servus Christi" significa subrayar que su existencia tiene una connotación relacional: cada una de sus fibras se refiere a Cristo" y "en virtud del carácter sacramental recibido en la ordenación pertenece a Cristo y comparte la dedicación sin reservas al "cuerpo" de la Iglesia".
Como "vox Christi", el sacerdote "depende de la "Palabra", que es Cristo -afirma el Papa-. Se revela aquí la grandeza y la humildad del ministerio ordenado. Como San Juan Bautista, el sacerdote y el diácono no son más que los precursores, los siervos de la Parola. El centro no son ellos sino Cristo, de quien deben ser "voz" con toda su existencia".
"De esta reflexión brota la respuesta a la pregunta que todo pastor de almas responsable se hace, sobre todo en la situación actual de carencia de sacerdotes: ¿Cómo conservar la unidad interior en el activismo a veces agotador del ministerio? El enfoque para resolver este problema está en la comunión íntima con Cristo. (...) De aquí emerge una nueva visión de la ascesis sacerdotal. (...) Es la ascesis del servicio (...) desplegado como la verdadera ascesis de la propia vida".
No obstante el sacerdote viva "el servicio como ascesis y el actuar sacramental como encuentro personal con Cristo -concluye el Papa-, necesitará también momentos para tomar aliento" porque "la entrega generosa a los demás no es posible sin la disciplina y la recuperación constante de una verdadera interioridad llena de fe. (...) Por eso, el tiempo del encuentro inmediato con Dios en la oración puede considerarse la prioridad pastoral por excelencia: es el aliento del alma".
PV-ALEMANIA/SACERDOTES/FREISING VIS 20060914 (900)
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