CIUDAD DEL VATICANO, 3 FEB 2006 (VIS).-Ayer, fiesta de la Presentación del Señor y X Jornada de la Vida Consagrada, el Papa presidió la celebración eucarística en la basílica vaticana para los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
La misa estuvo precedida, como es tradicional, por la liturgia de la luz, en la que se encendieron y bendijeron las velas, y después tuvo lugar la procesión hasta el altar de la Confesión.
Comentando en la homilía los textos de la liturgia de hoy, el Santo Padre recordó que "al llevar a su Hijo a Jerusalén, la Virgen Madre lo ofrece a Dios como verdadero Cordero que quita los pecados del mundo; lo presenta a Simeón y a Ana como anuncio de redención; lo presenta a todos como luz para un camino seguro por la vía de la verdad y del amor".
Benedicto XVI afirmó que esta fiesta, en la que se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, "es una ocasión oportuna para alabar al Señor y darle gracias por el don inestimable que representa la vida consagrada en sus diferentes formas. Al mismo tiempo, es un estímulo para promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima por quien está totalmente consagrado a Dios".
"Así como la vida de Jesús, en su obediencia y entrega al Padre, es parábola viva del "Dios con nosotros", del mismo modo, la entrega concreta de las personas consagradas a Dios y a los hermanos se convierte en signo elocuente de la presencia del Reino de Dios para el mundo de hoy".
"Su manera de vivir y actuar -continuó- es capaz de manifestar sin paliativos su plena pertenencia al único Señor; su entrega completa en las manos de Cristo y de la Iglesia es un anuncio fuerte y claro de la presencia de Dios en un lenguaje comprensible también para nuestros contemporáneos".
El Papa subrayó que "éste es el primer servicio que la vida consagrada hace a la Iglesia y al mundo. En el pueblo de Dios -concluyó-, los consagrados son como centinelas que vislumbran y anuncian la nueva vida ya presente en la historia".
HML/CONSAGRADOS/... VIS 20060203 (370)
La misa estuvo precedida, como es tradicional, por la liturgia de la luz, en la que se encendieron y bendijeron las velas, y después tuvo lugar la procesión hasta el altar de la Confesión.
Comentando en la homilía los textos de la liturgia de hoy, el Santo Padre recordó que "al llevar a su Hijo a Jerusalén, la Virgen Madre lo ofrece a Dios como verdadero Cordero que quita los pecados del mundo; lo presenta a Simeón y a Ana como anuncio de redención; lo presenta a todos como luz para un camino seguro por la vía de la verdad y del amor".
Benedicto XVI afirmó que esta fiesta, en la que se celebra la Jornada de la Vida Consagrada, "es una ocasión oportuna para alabar al Señor y darle gracias por el don inestimable que representa la vida consagrada en sus diferentes formas. Al mismo tiempo, es un estímulo para promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima por quien está totalmente consagrado a Dios".
"Así como la vida de Jesús, en su obediencia y entrega al Padre, es parábola viva del "Dios con nosotros", del mismo modo, la entrega concreta de las personas consagradas a Dios y a los hermanos se convierte en signo elocuente de la presencia del Reino de Dios para el mundo de hoy".
"Su manera de vivir y actuar -continuó- es capaz de manifestar sin paliativos su plena pertenencia al único Señor; su entrega completa en las manos de Cristo y de la Iglesia es un anuncio fuerte y claro de la presencia de Dios en un lenguaje comprensible también para nuestros contemporáneos".
El Papa subrayó que "éste es el primer servicio que la vida consagrada hace a la Iglesia y al mundo. En el pueblo de Dios -concluyó-, los consagrados son como centinelas que vislumbran y anuncian la nueva vida ya presente en la historia".
HML/CONSAGRADOS/... VIS 20060203 (370)
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