CIUDAD DEL VATICANO, 14 MAY 2004 (VIS).-El cardenal Stephen Fumio Hamao, presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, presentó esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede el documento elaborado por ese dicasterio "Erga Migrantes Caritas Christi" (La caridad de Cristo hacia los emigrantes). Participaron también en el acto el arzobispo Agostino Marchetto y el padre Michael Blume S.V.D., respectivamente secretario y subsecretario del pontificio consejo.
El cardenal pasó revista a la historia del dicasterio que preside recordando que "el fenómeno de la movilidad humana ha ocupado sistemáticamente el centro de la atención de la Santa Sede a partir del siglo pasado" y habló de las "iniciativas pastorales encaminadas a la plena integración del inmigrante en el ambiente que le acoge".
Tras la Segunda Guerra mundial, prosiguió, la necesidad de prestar asistencia a los emigrantes y refugiados exigía "una autorizada intervención de la Santa Sede" que se concretó en 1952 con la constitución apostólica de Pío XII, "Exsul Familia", considerada "la carta magna del magisterio sobre las migraciones. De hecho es el primer documento oficial de la Santa Sede que afronta de forma global y sistemática, desde el punto de vista histórico, pastoral y canónico, el problema de la asistencia espiritual de los emigrantes".
El cardenal Hamao explicó que se instituyeron oficinas de ayuda a los emigrantes a nivel nacional, a menudo dentro de las conferencias episcopales pero sólo en 1970 se creó una oficina dentro de la Curia Romana cuando Pablo VI instituyó la Pontificia Comisión para la Pastoral de las Migraciones y el Turismo. En 1989, bajo Juan Pablo II, la oficina pasó a denominarse Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
El purpurado enumeró las categorías de la movilidad humana de las que se ocupa ese pontificio consejo: emigrantes por motivos económicos, refugiados, turistas y peregrinos, marineros, gitanos, circenses, feriantes, personal de aviación y estudiantes fuera de sus países nativos. "La Iglesia -dijo- ha emprendido también una confrontación y un diálogo con el Islam, con los emigrantes musulmanes y de otras confesiones religiosas (…) y no dirige su mirada sólo sobre sí, sino al mundo entero".
El arzobispo Marchetto afirmó que "las migraciones contemporáneas constituyen el movimiento más vasto de personas de todos los tiempos. En estas últimas décadas ese fenómeno que atañe en la actualidad a más de doscientos millones de personas (…) constituye una realidad compleja, social, cultural, política, económica, religiosa y pastoral".
El secretario del consejo indicó que "el documento, tras enumerar rápidamente los aspectos peculiares del fenómeno migratorio moderno (globalización, transición demográfica en curso sobre todo en los países de la primera industrialización, el aumento de la disparidad entre Norte y Sur del mundo, la proliferación de los conflictos y las guerras civiles) subraya el grave malestar que generalmente causa la emigración en las familias y en los individuos, sobre todo en las mujeres y niños".
"Ciertamente -dijo el arzobispo- hace cincuenta años no entraban todavía en nuestras casas las imágenes de los prófugos, de los exiliados y deportados de guerra, por ejemplo en los Balcanes o en Africa, ni de los buques repletos de clandestinos albaneses, curdos o africanos. La televisión aún no nos había mostrado los rostros de miles de seres humanos desamparados, agotados y hambrientos en busca de un puesto de trabajo, de seguridad, de futuro para sí mismos y sus familias. No habían aparecido todavía esas escenas de atropellos y muerte, esos rostros aterrorizados de tantos hermanos nuestros, la devastación de sus cuerpos y la desolación de sus aldeas destruidas por la violencia, el odio y la venganza". La Iglesia, dijo, también estaba allí entonces, para asegurar primeros auxilios, alimentos y cobijo. "La Iglesia está siempre allí, al lado de los emigrantes viejos y nuevos".
El padre Blume afirmó que "el espíritu que impregna la Instrucción es el del diálogo". Concretamente se refirió a tres tipos: Diálogo dentro de la Iglesia Católica, con otras Iglesias y Comunidades eclesiales y con los que pertenecen a otras religiones.
Por lo que concierne al primer nivel de diálogo, recordó que el documento se dirige "sobre todo a los católicos, pastores y fieles, tanto a los que forman la comunidad de acogida como a los emigrantes. (…) La experiencia pastoral -dijo- nos enseña que cuando los emigrantes se sienten comprendidos y a gusto se insertan más fácilmente en la comunidad y la enriquecen". Además, añadió, "es necesario que en los países de acogida haya estructuras pastorales que promuevan su identidad". Todo ello "requiere diálogo, de modo particular entre las Iglesias de origen y de acogida y con la Congregación para las Iglesias Orientales".
El padre Blume habló a continuación del diálogo con otras Iglesias y Comunidades eclesiales, que "refuerza lazos de unidad, hasta donde es posible, y caridad, y promueve una mayor comprensión recíproca. Como todo diálogo auténtico, este también se basa en la adhesión a la propia identidad católica y no descuida la importancia de tener en cuenta los problemas existentes entre cristianos, desgraciadamente todavía separados. Por eso, evita 'fáciles irenismos' y el otro extremo, el proselitismo".
Del diálogo con los que pertenecen a otras religiones, el subsecretario del dicasterio hizo hincapié en que "está basado en nuestra identidad y suscita el respeto recíproco y el descubrimiento de los valores religiosos y humanos del otro". También es cierto, añadió, que "requiere mucha paciencia y perseverancia".
"El diálogo y la evangelización -terminó- no se oponen. El diálogo de la vida, que ofrece un testimonio de caridad cristiana, también exige una explicación".
OP/CARIDAD:EMIGRANTES/HAMAO VIS 20040514 (900)
El cardenal pasó revista a la historia del dicasterio que preside recordando que "el fenómeno de la movilidad humana ha ocupado sistemáticamente el centro de la atención de la Santa Sede a partir del siglo pasado" y habló de las "iniciativas pastorales encaminadas a la plena integración del inmigrante en el ambiente que le acoge".
Tras la Segunda Guerra mundial, prosiguió, la necesidad de prestar asistencia a los emigrantes y refugiados exigía "una autorizada intervención de la Santa Sede" que se concretó en 1952 con la constitución apostólica de Pío XII, "Exsul Familia", considerada "la carta magna del magisterio sobre las migraciones. De hecho es el primer documento oficial de la Santa Sede que afronta de forma global y sistemática, desde el punto de vista histórico, pastoral y canónico, el problema de la asistencia espiritual de los emigrantes".
El cardenal Hamao explicó que se instituyeron oficinas de ayuda a los emigrantes a nivel nacional, a menudo dentro de las conferencias episcopales pero sólo en 1970 se creó una oficina dentro de la Curia Romana cuando Pablo VI instituyó la Pontificia Comisión para la Pastoral de las Migraciones y el Turismo. En 1989, bajo Juan Pablo II, la oficina pasó a denominarse Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes.
El purpurado enumeró las categorías de la movilidad humana de las que se ocupa ese pontificio consejo: emigrantes por motivos económicos, refugiados, turistas y peregrinos, marineros, gitanos, circenses, feriantes, personal de aviación y estudiantes fuera de sus países nativos. "La Iglesia -dijo- ha emprendido también una confrontación y un diálogo con el Islam, con los emigrantes musulmanes y de otras confesiones religiosas (…) y no dirige su mirada sólo sobre sí, sino al mundo entero".
El arzobispo Marchetto afirmó que "las migraciones contemporáneas constituyen el movimiento más vasto de personas de todos los tiempos. En estas últimas décadas ese fenómeno que atañe en la actualidad a más de doscientos millones de personas (…) constituye una realidad compleja, social, cultural, política, económica, religiosa y pastoral".
El secretario del consejo indicó que "el documento, tras enumerar rápidamente los aspectos peculiares del fenómeno migratorio moderno (globalización, transición demográfica en curso sobre todo en los países de la primera industrialización, el aumento de la disparidad entre Norte y Sur del mundo, la proliferación de los conflictos y las guerras civiles) subraya el grave malestar que generalmente causa la emigración en las familias y en los individuos, sobre todo en las mujeres y niños".
"Ciertamente -dijo el arzobispo- hace cincuenta años no entraban todavía en nuestras casas las imágenes de los prófugos, de los exiliados y deportados de guerra, por ejemplo en los Balcanes o en Africa, ni de los buques repletos de clandestinos albaneses, curdos o africanos. La televisión aún no nos había mostrado los rostros de miles de seres humanos desamparados, agotados y hambrientos en busca de un puesto de trabajo, de seguridad, de futuro para sí mismos y sus familias. No habían aparecido todavía esas escenas de atropellos y muerte, esos rostros aterrorizados de tantos hermanos nuestros, la devastación de sus cuerpos y la desolación de sus aldeas destruidas por la violencia, el odio y la venganza". La Iglesia, dijo, también estaba allí entonces, para asegurar primeros auxilios, alimentos y cobijo. "La Iglesia está siempre allí, al lado de los emigrantes viejos y nuevos".
El padre Blume afirmó que "el espíritu que impregna la Instrucción es el del diálogo". Concretamente se refirió a tres tipos: Diálogo dentro de la Iglesia Católica, con otras Iglesias y Comunidades eclesiales y con los que pertenecen a otras religiones.
Por lo que concierne al primer nivel de diálogo, recordó que el documento se dirige "sobre todo a los católicos, pastores y fieles, tanto a los que forman la comunidad de acogida como a los emigrantes. (…) La experiencia pastoral -dijo- nos enseña que cuando los emigrantes se sienten comprendidos y a gusto se insertan más fácilmente en la comunidad y la enriquecen". Además, añadió, "es necesario que en los países de acogida haya estructuras pastorales que promuevan su identidad". Todo ello "requiere diálogo, de modo particular entre las Iglesias de origen y de acogida y con la Congregación para las Iglesias Orientales".
El padre Blume habló a continuación del diálogo con otras Iglesias y Comunidades eclesiales, que "refuerza lazos de unidad, hasta donde es posible, y caridad, y promueve una mayor comprensión recíproca. Como todo diálogo auténtico, este también se basa en la adhesión a la propia identidad católica y no descuida la importancia de tener en cuenta los problemas existentes entre cristianos, desgraciadamente todavía separados. Por eso, evita 'fáciles irenismos' y el otro extremo, el proselitismo".
Del diálogo con los que pertenecen a otras religiones, el subsecretario del dicasterio hizo hincapié en que "está basado en nuestra identidad y suscita el respeto recíproco y el descubrimiento de los valores religiosos y humanos del otro". También es cierto, añadió, que "requiere mucha paciencia y perseverancia".
"El diálogo y la evangelización -terminó- no se oponen. El diálogo de la vida, que ofrece un testimonio de caridad cristiana, también exige una explicación".
OP/CARIDAD:EMIGRANTES/HAMAO VIS 20040514 (900)
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