CIUDAD DEL VATICANO, 12 MAR 2004 (VIS).-Juan Pablo II recibió hoy a los obispos de los Países Bajos al final de su visita "ad limina" y en el discurso que les dirigió habló de los temas preparados por los prelados en sus informes: secularización, proclamación del Evangelio y testimonio de Cristo, la renovación emprendida por la Iglesia en esa región y la crisis de las vocaciones.
"Vuestro país ha experimentado -dijo el Papa- un intenso fenómeno de secularización durante treinta años que ha atacado de frente a la Iglesia Católica y que desgraciadamente sigue caracterizando a la sociedad holandesa", provocando un grave descenso del número de los fieles. En este sentido, Juan Pablo II recordó que en 1980 convocó un sínodo especial de los obispos de los Países Bajos, dada la gravedad de la situación en este país.
El Santo Padre subrayó la necesidad de que las familias, parroquias y escuelas católicas proclamen "el Evangelio de la esperanza" constantemente y en todos los lugares y que "anuncien la Buena Nueva del amor de Cristo, especialmente a los jóvenes, (…) que viven en una sociedad caracterizada por el relativismo moral y el pluralismo religioso", y añadió que "la enseñanza católica debe mantener y reforzar la propia identidad, compaginándola con las nuevas exigencias de la educación en el seno de una sociedad pluralista, respetando a los demás, pero sin renunciar a su riqueza original".
"Ser testigos de Cristo, con palabras y hechos -agregó- es una responsabilidad que comparten todos los bautizados y que implica muchas exigencias. ¿Cómo se puede dar lo que no se tiene? ¿Cómo se puede hablar de Cristo y transmitir las ganas de conocerlo sin ser un discípulo suyo?". A continuación, el Papa manifestó su "alegría porque las parroquias han vuelto a descubrir la Eucaristía dominical como la base y el corazón de su vida cristiana", y recordó que "la comunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con su obispo y con el romano pontífice".
Juan Pablo II se refirió al proceso de renovación emprendido por los obispos holandeses y les invitó a "no limitarlo a una reestructuración formal, sino a que sea la ocasión para volver a descubrir el papel esencial de la parroquia y de la misión propia de los fieles que la forman, para movilizar más adecuadamente a todos en el anuncio del Evangelio". El Santo Padre recordó "el rostro cosmopolita" de muchas parroquias debido a la presencia de los emigrantes y exhortó a los obispos a "recibirlos como hermanos, dándoles la posibilidad de aportar su propia piedra para la construcción del edificio común".
El Papa habló entonces de la grave crisis de vocaciones, tanto sacerdotales como religiosas, afirmando que para los prelados debe ser "una misión prioritaria absoluta" crear un ambiente apropiado para que florezcan las vocaciones. Observó que algunas parroquias acogen sacerdotes procedentes de otras parroquias locales, incluso de otros continentes, por motivos de estudio, y aclaró que ese tipo de colaboración es saludable pero "sabemos -dijo- que cada Iglesia debe promover las propias vocaciones". Juan Pablo II recalcó también el papel de los padres en la creación de un ambiente propicio para las vocaciones.
Al final, el Santo Padre, citando las observaciones de los obispos sobre "una nueva sed de espiritualidad" en su país, afirmó que esperaba que todos en la Iglesia, "sobre todo los fieles laicos, se empeñen en dar testimonio de su fe llevando la luz del Evangelio a los diferentes sectores de la vida social. Que demuestren la grandeza y belleza de la familia, (…) la dignidad inalienable de todos los seres humanos en cualquier situación, (…) así como en las cuestiones éticas suscitadas por el progreso tecnológico o las presiones económicas, y que sean testigos de los valores cristianos que han contribuido a forjar la Europa de hoy".
AL/…/PAISES BAJOS VIS 20040312 (660)
"Vuestro país ha experimentado -dijo el Papa- un intenso fenómeno de secularización durante treinta años que ha atacado de frente a la Iglesia Católica y que desgraciadamente sigue caracterizando a la sociedad holandesa", provocando un grave descenso del número de los fieles. En este sentido, Juan Pablo II recordó que en 1980 convocó un sínodo especial de los obispos de los Países Bajos, dada la gravedad de la situación en este país.
El Santo Padre subrayó la necesidad de que las familias, parroquias y escuelas católicas proclamen "el Evangelio de la esperanza" constantemente y en todos los lugares y que "anuncien la Buena Nueva del amor de Cristo, especialmente a los jóvenes, (…) que viven en una sociedad caracterizada por el relativismo moral y el pluralismo religioso", y añadió que "la enseñanza católica debe mantener y reforzar la propia identidad, compaginándola con las nuevas exigencias de la educación en el seno de una sociedad pluralista, respetando a los demás, pero sin renunciar a su riqueza original".
"Ser testigos de Cristo, con palabras y hechos -agregó- es una responsabilidad que comparten todos los bautizados y que implica muchas exigencias. ¿Cómo se puede dar lo que no se tiene? ¿Cómo se puede hablar de Cristo y transmitir las ganas de conocerlo sin ser un discípulo suyo?". A continuación, el Papa manifestó su "alegría porque las parroquias han vuelto a descubrir la Eucaristía dominical como la base y el corazón de su vida cristiana", y recordó que "la comunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con su obispo y con el romano pontífice".
Juan Pablo II se refirió al proceso de renovación emprendido por los obispos holandeses y les invitó a "no limitarlo a una reestructuración formal, sino a que sea la ocasión para volver a descubrir el papel esencial de la parroquia y de la misión propia de los fieles que la forman, para movilizar más adecuadamente a todos en el anuncio del Evangelio". El Santo Padre recordó "el rostro cosmopolita" de muchas parroquias debido a la presencia de los emigrantes y exhortó a los obispos a "recibirlos como hermanos, dándoles la posibilidad de aportar su propia piedra para la construcción del edificio común".
El Papa habló entonces de la grave crisis de vocaciones, tanto sacerdotales como religiosas, afirmando que para los prelados debe ser "una misión prioritaria absoluta" crear un ambiente apropiado para que florezcan las vocaciones. Observó que algunas parroquias acogen sacerdotes procedentes de otras parroquias locales, incluso de otros continentes, por motivos de estudio, y aclaró que ese tipo de colaboración es saludable pero "sabemos -dijo- que cada Iglesia debe promover las propias vocaciones". Juan Pablo II recalcó también el papel de los padres en la creación de un ambiente propicio para las vocaciones.
Al final, el Santo Padre, citando las observaciones de los obispos sobre "una nueva sed de espiritualidad" en su país, afirmó que esperaba que todos en la Iglesia, "sobre todo los fieles laicos, se empeñen en dar testimonio de su fe llevando la luz del Evangelio a los diferentes sectores de la vida social. Que demuestren la grandeza y belleza de la familia, (…) la dignidad inalienable de todos los seres humanos en cualquier situación, (…) así como en las cuestiones éticas suscitadas por el progreso tecnológico o las presiones económicas, y que sean testigos de los valores cristianos que han contribuido a forjar la Europa de hoy".
AL/…/PAISES BAJOS VIS 20040312 (660)
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