MENSAJE JORNADA MUNDIAL ORACION POR LAS VOCACIONES

CIUDAD DEL VATICANO, 5 DIC 2003 (VIS).-Hoy se hizo público el mensaje del Santo Padre con ocasión de la XLI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que tradicionalmente se celebra el cuarto domingo de Pascua.

En el mensaje, fechado el 23 de noviembre, el Papa manifiesta su alegría porque "en muchas iglesias particulares se forman cenáculos de oración por las vocaciones. (…) ¡Sí -exclama-, la vocación al servicio exclusivo de Cristo en su Iglesia es un don inestimable de la bondad divina, que hay que implorar con insistencia y humilde confianza!".

Juan Pablo II subraya el "valor especial de la oración unida al sacrificio y al sufrimiento. (…) Tantos enfermos en todo el mundo unen sus penas a la cruz de Jesús para implorar santas vocaciones. También me acompañan espiritualmente en el ministerio petrino que Dios me ha confiado, y ofrecen una contribución inestimable a la causa del Evangelio, a menudo de modo escondido".

"En el centro de todas las iniciativas de oración -continúa- se encuentra la Eucaristía. El sacramento del altar tiene un valor decisivo para el nacimiento de las vocaciones y para su perseverancia, porque los que han sido llamados pueden sacar fuerzas del sacrificio redentor de Cristo para dedicarse totalmente al anuncio del Evangelio. Es bueno que a la celebración eucarística se una la adoración al Santísimo Sacramento".

El Santo Padre pide que "todas las comunidades cristianas sean 'auténticas escuelas de oración', donde se reza para que no falten trabajadores en el vasto campo apostólico. Además, es necesario que la Iglesia acompañe con constante atención espiritual a aquellos que Dios ya ha llamado" para que "sean fieles a su vocación y alcancen la medida más alta posible de perfección evangélica".

"De la santidad de los que han recibido la llamada depende la fuerza de su testimonio, capaz de atraer a otras personas, empujándolas a confiar la propia vida a Cristo. Esta es la manera de contrastar la disminución de las vocaciones a la vida consagrada, que amenaza la existencia de muchas obras apostólicas, sobre todo en los países de misión".

Juan Pablo II concluye el mensaje con una oración a Dios en la que pide por intercesión de la Virgen que nunca falten vocaciones en la Iglesia y que ayude a los han recibido una llamada a seguirlo para que "respondan con alegría a la maravillosa misión que les confías por el bien de tu pueblo y de todos los seres humanos".
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