JUAN PABLO II: MAÑANA FIRMARE LA ENCICLICA SOBRE LA EUCARISTIA

CIUDAD DEL VATICANO, 16 ABR 2003 (VIS) - Juan Pablo II dedicó la audiencia general de hoy al Triduo Pascual, al que definió "fulcro de todo el año litúrgico". El Triduo comienza mañana, Jueves Santo, el mismo día, como observó, en que firmar su decimocuarta encíclica.

"Mientras la Santa Misa del Crisma -dijo al principio de la audiencia que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro- que se celebra normalmente el Jueves Santo por la mañana resalta sobre todo el sacerdocio ministerial, los ritos de la Santa Misa en la Cena del Señor invitan con decisión a contemplar la Eucaristía, misterio central de la fe y la vida cristiana. Precisamente para subrayar la importancia de este sacramento, he escrito la Carta Encíclica 'Ecclesia de Eucharistia', que tendré la alegría de firmar durante la Misa en la Cena del Señor. Con este texto quiero ofrecer a cada creyente una reflexión orgánica sobre el sacrificio eucarístico, que encierra en sí todo el bien espiritual de la Iglesia".

"El Viernes Santo, día de ayuno y penitencia -prosiguió- recordaremos la pasión y la muerte de Jesús, absorbidos en la adoración de la Cruz. (...) El silencio del Sábado Santo, día cargado de espera y esperanza, sigue al drama del Viernes. (...) En la Noche Santa de Pascua todo se renueva en Cristo resucitado. De todos los rincones de la tierra subir al cielo el c ntico del Gloria y del Aleluya, mientras la luz rasgar las tinieblas de la noche. En el Domingo de Pascua exultaremos con el Resucitado, que nos hará desear la paz".

"Recordar este misterio central de la fe -explicó el Santo Padre- lleva también aparejado el compromiso de actualizarlo en la realidad concreta de nuestra existencia. Significa reconocer que la pasión de Cristo prosigue en los dramáticos hechos que, desgraciadamente, también en nuestra época afligen a tantos hombres y mujeres en todos los rincones de la tierra".

"El misterio de la Cruz y de la Resurrección -concluyó Juan Pablo II- nos asegura, sin embargo, que el odio, la violencia, la sangre, la muerte no tienen la última palabra en las vivencias humanas. La victoria definitiva es de Cristo y tenemos que volverá a empezar desde El, si queremos construir para todos un futuro de paz, justicia y solidaridad auténticas".

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