Ciudad
del Vaticano, 17 de febrero 2013 (VIS).-Más de ciento cincuenta mil
personas han asistido hoy en la Plaza de San Pedro al penúltimo
ángelus de Benedicto XVI antes de dejar el pontificado. El Papa, que
se asomó a la ventana de su estudio a mediodía, centró su
meditación dominical en la Cuaresma, “tiempo de conversión y de
penitencia en preparación a la Pascua”.
“La
Iglesia, que es madre y maestra - ha dicho- llama a todos sus
miembros a renovarse en el espíritu, a reorientarse decididamente
hacia Dios, renegando el orgullo y el egoísmo para vivir en el amor.
En este Año de la Fe, la Cuaresma es un tiempo favorable para
redescubrir la fe en Dios como criterio base de nuestra vida y de la
vida de la Iglesia. Esto implica siempre una lucha, un combate
espiritual, porque el espíritu del mal, naturalmente, se opone a
nuestra santificación, y trata de desviarnos del camino de Dios.
Jesús, después de haber recibido la “investidura” como Mesías,
“ungido por el Espíritu Santo, en el bautismo en el Jordán, fue
conducido por el mismo Espíritu al desierto para ser tentado por el
diablo. Al comenzar su ministerio público, Jesús tuvo que
desenmascarar y rechazar las falsas imágenes de Mesías que el
tentador le proponía. Pero estas tentaciones son también falsas
imágenes de hombre, que en todo tiempo acechan a la conciencia,
disfrazándose de propuestas convincentes y eficaces, e incluso
buenas”.
El
núcleo central de estas tentaciones, ha explicado Benedicto XVI
“consiste siempre en instrumentalizar a Dios para los propios
fines, dando más importancia al éxito o a los bienes materiales. El
tentador es astuto: no instiga directamente al mal, sino hacia un
falso bien, haciendo creer que lo que cuenta es el poder y la
satisfacción de las necesidades primarias. De este modo, Dios pasa
a ser secundario y se reduce a un medio;en definitiva se hace irreal,
no importa, se desvanece. En último análisis, en las tentaciones
está en juego la fe, porque está en juego Dios. En los momentos
decisivos de la vida, pero - pensándolo bien -en todo momento, nos
encontramos frente a una encrucijada: ¿Queremos seguir al yo o a
Dios? ¿Al interés individual o al verdadero Bien, a aquello que es
“realmente” bueno?.”
“Como
nos enseñan los Padres de la Iglesia, las tentaciones forman parte
del “descenso” de Jesús a nuestra condición humana, al abismo
del pecado y de sus consecuencias. Un “descenso” que Jesús
recorrió hasta el final, hasta la muerte de cruz y el infierno de la
extrema lejanía de Dios”, pero como afirma San Agustín, “Jesús
ha tomado nuestras tentaciones para darnos su victoria. ¡No tengamos
miedo de afrontar, también nosotros, el combate contra el espíritu
del mal!: lo importante es que lo hagamos con Él, con Cristo, el
Vencedor”, ha concluido el pontífice.
Después
de la oración mariana el Papa ha agradecido a todos la oración y
el afecto que ha sentido estos días. “Os suplico- ha dicho- que
continuéis rezando por mí y por el próximo Papa, así como por los
Ejercicios espirituales que empezaré esta tarde junto a los miembros
de la Curia romana”. También ha saludado a la “amada ciudad de
Roma”, ya que entre las personas que llenaban la Plaza de San
Pedro se encontraba una delegación del municipio encabezada por el
alcalde.
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