CIUDAD DEL VATICANO, 9 NOV 2011 (VIS).-El Observador Permanente de la Santa Sede ante la UNESCO, Mons. Francesco Follo, intervino en el debate político de la conferencia general de este organismo, celebrado el 29 de octubre en París. Su discurso se centró en la paz mundial que, afirmó, ha de construirse a partir de las pequeñas comunidades, principalmente la familia, la escuela y la ciudad. Ofrecemos a continuación algunos extractos de la intervención:
“La paz local es una contribución obligatoria para alcanzar la paz universal. (…) El hombre es un ser social, hecho para vivir en comunidad. Y es primer lugar en las comunidades que constituyen una pequeña sociedad donde debemos encontrar modelos y enseñanzas para vivir en paz. Estas pequeñas sociedades son numerosas, pero mencionaré solo tres”.
“La primera de ellas es la familia. Si el hombre ha de aprender a ser humano, es dentro de la familia, y no en otro lugar, donde comenzará a hacerlo. (…) La familia es un lugar privilegiado para el primer encuentro con los demás. (…) Aprender a vivir en familia es, por tanto, una prioridad”.
“La escuela es la segunda: es el lugar donde los niños aprenden a comportarse como seres sociales. (…) El niño necesita una cultura y conocimientos diversificados. Pero la escuela faltaría a su misión si propusiera una enseñanza teórica olvidándose de favorecer una introducción a una vida común serena, que es necesaria para la plenitud de toda persona. (…) Por ello debemos emplear todos los medios a fin de que los niños aprendan a vivir juntos respetando las legítimas diferencias y experimentando la fraternidad humana y la amistad. (…) La sabiduría no es únicamente una acumulación de informaciones; es fruto de la experiencia y de un arte de vivir, y para los cristianos es un don de Dios. Lo importante no es saber por saber, sino saber para servir, saber para estar con los otros en paz”. (…)
“En un mundo profundamente dividido, amenazado por violentas confrontaciones, la escuela puede formar artífices de la paz y promover una cultura de diálogo abierta a la autocrítica. Así, la escuela puede combatir, a su modo y con sus medios, situaciones de gran desigualdad, exigir que los derechos humanos sean respetados por todos y, sobre todo, puede educar a comprender lo que nosotros somos: una sola familia humana”.
“La familia y la escuela se encuentran en lo que podríamos llamar la ciudad. (…) Nuestro mundo está cada vez más urbanizado, y la ciudad se ha convertido en el lugar de vida de la mayor parte de nuestros contemporáneos. Se ha transformado, de modo contradictorio, en el lugar donde se experimentan y se viven la cultura más refinada y la mayor violencia, la riqueza y la pobreza. Conviene entonces trabajar para que la ciudad o el pueblo sean verdaderamente humanos. Es decir, para que en su interior la comunidad de personas que la constituyen (…) acepten basar su existencia sobre los principios positivos que se derivan de sus respectivas culturas y llevan a una cultura de la paz y a la desaparición de la violencia en todas sus formas”.
“La edificación y la construcción de la paz utilizando estos tres estratos: familia-escuela-ciudad, puede conducir a una cultura de la paz que influencie, de manera más extensa, la convivencia armoniosa de las naciones”.
SS/ VIS 20111109 (570)
“La paz local es una contribución obligatoria para alcanzar la paz universal. (…) El hombre es un ser social, hecho para vivir en comunidad. Y es primer lugar en las comunidades que constituyen una pequeña sociedad donde debemos encontrar modelos y enseñanzas para vivir en paz. Estas pequeñas sociedades son numerosas, pero mencionaré solo tres”.
“La primera de ellas es la familia. Si el hombre ha de aprender a ser humano, es dentro de la familia, y no en otro lugar, donde comenzará a hacerlo. (…) La familia es un lugar privilegiado para el primer encuentro con los demás. (…) Aprender a vivir en familia es, por tanto, una prioridad”.
“La escuela es la segunda: es el lugar donde los niños aprenden a comportarse como seres sociales. (…) El niño necesita una cultura y conocimientos diversificados. Pero la escuela faltaría a su misión si propusiera una enseñanza teórica olvidándose de favorecer una introducción a una vida común serena, que es necesaria para la plenitud de toda persona. (…) Por ello debemos emplear todos los medios a fin de que los niños aprendan a vivir juntos respetando las legítimas diferencias y experimentando la fraternidad humana y la amistad. (…) La sabiduría no es únicamente una acumulación de informaciones; es fruto de la experiencia y de un arte de vivir, y para los cristianos es un don de Dios. Lo importante no es saber por saber, sino saber para servir, saber para estar con los otros en paz”. (…)
“En un mundo profundamente dividido, amenazado por violentas confrontaciones, la escuela puede formar artífices de la paz y promover una cultura de diálogo abierta a la autocrítica. Así, la escuela puede combatir, a su modo y con sus medios, situaciones de gran desigualdad, exigir que los derechos humanos sean respetados por todos y, sobre todo, puede educar a comprender lo que nosotros somos: una sola familia humana”.
“La familia y la escuela se encuentran en lo que podríamos llamar la ciudad. (…) Nuestro mundo está cada vez más urbanizado, y la ciudad se ha convertido en el lugar de vida de la mayor parte de nuestros contemporáneos. Se ha transformado, de modo contradictorio, en el lugar donde se experimentan y se viven la cultura más refinada y la mayor violencia, la riqueza y la pobreza. Conviene entonces trabajar para que la ciudad o el pueblo sean verdaderamente humanos. Es decir, para que en su interior la comunidad de personas que la constituyen (…) acepten basar su existencia sobre los principios positivos que se derivan de sus respectivas culturas y llevan a una cultura de la paz y a la desaparición de la violencia en todas sus formas”.
“La edificación y la construcción de la paz utilizando estos tres estratos: familia-escuela-ciudad, puede conducir a una cultura de la paz que influencie, de manera más extensa, la convivencia armoniosa de las naciones”.
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