CIUDAD DEL VATICANO, 16 DIC 2010 (VIS).-Benedicto XVI recibió esta mañana las cartas credenciales de cinco nuevos embajadores ante la Santa Sede: Suresh Prasad Pradhan, de Nepal; Royson Mabuku Mukwena, de Zambia; Miguel Ángel Canturri Montanya, de Andorra; Vivianne Fock Tave, de las Seychelles y Boubacar Sidiki Toure, de Mali.
El Santo Padre pronunció un discurso común para todos los nuevos diplomáticos y después entregó a cada uno un discurso específico para la nación que representaban.
El pontífice dedicó el discurso común al tema de la fraternidad humana, y recordó en este sentido los llamamientos que a lo largo del año se han hecho “en favor de Haití, devastada primero por el terremoto y después por el cólera”. “Desgraciadamente -prosiguió- otras tragedias se han cebado en diversos países durante este año. Vuestros países, la comunidad internacional y el sector del voluntariado han respondido a las llamadas de ayuda urgentes que ciertamente deben continuar e intensificarse. Por su parte, y a través de sus diversas instituciones, la Iglesia aporta una contribución multiforme extendida a lo largo del tiempo”.
“El bello ideal de la fraternidad, que forma parte del emblema nacional de muchos países, ha hallado en el desarrollo del pensamiento filosófico y político menor resonancia que la de otros ideales como la libertad, la igualdad, el progreso o la unidad”, observó el Papa. “Es un principio que, en gran parte, ha pasado a ser letra muerta en las sociedades políticas modernas y contemporáneas, sobre todo debido a la influencia de las ideologías individualistas o colectivistas. Pero la fraternidad tiene un significado especial para los cristianos, debido al diseño de amor fraternal de Dios, de la fraternidad que nos ha revelado Cristo”.
“Para vivir con dignidad, todos los seres humanos necesitan respeto, al igual que se haga justicia y que sus derechos se reconozcan concretamente. Sin embargo, esto no es suficiente para llevar una vida plenamente humana: de hecho, la persona necesita también fraternidad. Esto es cierto no sólo en las relaciones de proximidad, sino también a escala planetaria. Ahora bien, aunque el actual proceso de globalización acerque entre sí a las personas, no las hermana”.
“La razón humana -dijo Benedicto XVI- es capaz de reconocer la igualdad de todos los hombres y la necesidad de limitar las desigualdades excesivas entre ellos, pero es incapaz de instituir la fraternidad. Se trata de un don sobrenatural. Por su parte, la Iglesia ve la realización de la fraternidad humana en la tierra como una vocación que figura en el designio creador de Dios, que quiere que ella sea cada vez más fielmente, la hacedora de esa fraternidad, tanto en ámbito universal como local, como lo es en los países que representáis ante la Santa Sede”.
En la vida cotidiana, “la fraternidad -agregó el Santo Padre- se expresa concretamente en la gratuidad y el respeto, (...) incluyendo la actividad económica. La identidad esencial del hombre, su ser-en-relación, se expresa también en su actividad económica, que es uno de los principales campos de cooperación entre las personas”.
Sin embargo, “aunque la fraternidad vivida entre los hombres pueda encontrar un eco positivo en términos de “eficacia social”, no hay que olvidar que no es un medio, sino un fin en sí misma. La Iglesia cree que Cristo nos reveló que Dios es amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal”, concluyó el pontífice.
CD/ VIS 20101216 (600)
El Santo Padre pronunció un discurso común para todos los nuevos diplomáticos y después entregó a cada uno un discurso específico para la nación que representaban.
El pontífice dedicó el discurso común al tema de la fraternidad humana, y recordó en este sentido los llamamientos que a lo largo del año se han hecho “en favor de Haití, devastada primero por el terremoto y después por el cólera”. “Desgraciadamente -prosiguió- otras tragedias se han cebado en diversos países durante este año. Vuestros países, la comunidad internacional y el sector del voluntariado han respondido a las llamadas de ayuda urgentes que ciertamente deben continuar e intensificarse. Por su parte, y a través de sus diversas instituciones, la Iglesia aporta una contribución multiforme extendida a lo largo del tiempo”.
“El bello ideal de la fraternidad, que forma parte del emblema nacional de muchos países, ha hallado en el desarrollo del pensamiento filosófico y político menor resonancia que la de otros ideales como la libertad, la igualdad, el progreso o la unidad”, observó el Papa. “Es un principio que, en gran parte, ha pasado a ser letra muerta en las sociedades políticas modernas y contemporáneas, sobre todo debido a la influencia de las ideologías individualistas o colectivistas. Pero la fraternidad tiene un significado especial para los cristianos, debido al diseño de amor fraternal de Dios, de la fraternidad que nos ha revelado Cristo”.
“Para vivir con dignidad, todos los seres humanos necesitan respeto, al igual que se haga justicia y que sus derechos se reconozcan concretamente. Sin embargo, esto no es suficiente para llevar una vida plenamente humana: de hecho, la persona necesita también fraternidad. Esto es cierto no sólo en las relaciones de proximidad, sino también a escala planetaria. Ahora bien, aunque el actual proceso de globalización acerque entre sí a las personas, no las hermana”.
“La razón humana -dijo Benedicto XVI- es capaz de reconocer la igualdad de todos los hombres y la necesidad de limitar las desigualdades excesivas entre ellos, pero es incapaz de instituir la fraternidad. Se trata de un don sobrenatural. Por su parte, la Iglesia ve la realización de la fraternidad humana en la tierra como una vocación que figura en el designio creador de Dios, que quiere que ella sea cada vez más fielmente, la hacedora de esa fraternidad, tanto en ámbito universal como local, como lo es en los países que representáis ante la Santa Sede”.
En la vida cotidiana, “la fraternidad -agregó el Santo Padre- se expresa concretamente en la gratuidad y el respeto, (...) incluyendo la actividad económica. La identidad esencial del hombre, su ser-en-relación, se expresa también en su actividad económica, que es uno de los principales campos de cooperación entre las personas”.
Sin embargo, “aunque la fraternidad vivida entre los hombres pueda encontrar un eco positivo en términos de “eficacia social”, no hay que olvidar que no es un medio, sino un fin en sí misma. La Iglesia cree que Cristo nos reveló que Dios es amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que el camino del amor está abierto a todos los hombres y de que no es inútil el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal”, concluyó el pontífice.
CD/ VIS 20101216 (600)
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