CIUDAD DEL VATICANO, 27 ENE 2006 (VIS).-El Papa recibió esta mañana al presidente y a un grupo de dirigentes de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores Italianos (ACLI), con motivo del 60 aniversario de la fundación.
En su discurso, el Santo Padre recordó las tres "consignas" que se han comprometido a encarnar a lo largo de su historia. La primera, dijo, "la fidelidad a los trabajadores". En este contexto, afirmó que el Magisterio siempre ha subrayado la dimensión humana del trabajo, sin olvidar el "mandamiento del descanso. Por eso, exigir que el domingo no se parangone al resto de los días de la semana es un deber a favor de la civilización".
"Del primado del valor ético del trabajo humano -continuó-, derivan otras prioridades: la del ser humano sobre el mismo trabajo, la del trabajo sobre el capital, la del destino universal de los bienes sobre el derecho a la propiedad privada: en resumen, la prioridad del ser sobre el tener".
Tras poner de relieve que en nuestro tiempo la ciencia y la técnica "ofrecen posibilidades extraordinarias para mejorar la existencia de todos", Benedicto XVI subrayó que "un uso equivocado de este poder puede provocar amenazas serias e irreparables para el destino de la misma vida".
"La tutela de la vida desde la concepción hasta su término natural donde se vea amenazada, ofendida o pisoteada, es el primer deber en el que se expresa una auténtica ética de la responsabilidad, que se extiende coherentemente a todas las demás formas de pobreza, de injusticia y de exclusión".
"La "fidelidad a la democracia", que solamente puede garantizar la igualdad y los derechos para todos", es -dijo- la segunda consigna". El Papa afirmó que "la justicia es el requisito indispensable de una auténtica democracia. Dicho esto, no hay que olvidar que la búsqueda de la verdad constituye al mismo tiempo la condición para una democracia real y no aparente: "Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia", dijo citando la encíclica de Juan Pablo II "Centesimus annus".
El Santo Padre señaló que la tercera consigna es "la fidelidad a la Iglesia". "Solo una adhesión cordial y apasionada al camino eclesial garantiza aquella necesaria identidad que se hace presente en todos los ámbitos de la sociedad y del mundo, sin perder el sabor y el perfume del Evangelio".
"Como laicos y trabajadores cristianos asociados -concluyó- cuidad siempre la formación de vuestros socios y dirigentes, en la perspectiva del servicio peculiar al que estáis llamados. (...) Estad presentes con valentía en los ámbitos cruciales de la vida social".
AC/TRABAJO/ACLI VIS 20060127 (440)
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