Ciudad
del Vaticano, 24 de mayo 2015 (VIS).-El Santo Padre, como todos los
domingos a mediodía, se asomó a la ventana de su estudio para rezar
el Regina Coeli con los miles de peregrinos y fieles reunidos en la
Plaza de San Pedro.
Antes
de la oración mariana se refirió de nuevo a la solemnidad de
Pentecostés que representa ''el bautismo de la Iglesia que iniciaba
así su camino en la historia guiada por la fuerza del Espíritu
Santo''. ''Aquel acontecimiento que cambia el corazón y la vida de
los apóstoles y de los demás discípulos, repercute inmediatamente
fuera del Cenáculo -dijo-. Efectivamente, la puerta cerrada durante
cincuenta días, por fin se abre de par en par y la primera comunidad
cristiana, que ya no está replegada sobre sí misma, empieza a
hablar a la multitud de las grandes cosas que Dios ha hecho... Y
cada uno de los presentes oye hablar a los discípulos en su propia
lengua. El don del Espíritu restablece la armonía de las lenguas
que se había perdido en Babel y anticipa la dimensión universal de
la misión de los apóstoles''.
La
Iglesia ''no nace aislada, nace universal, una, católica, con una
identidad precisa pero abierta a todos, no cerrada, una identidad que
abraza al mundo entero, sin excluir a nadie. ¡La madre Iglesia no
cierra la puerta en la cara a nadie, a nadie! ¡Ni siquiera al más
pecador, a nadie! Y es así por la fuerza y la gracia del Espíritu
Santo. La madre Iglesia abre de par en par sus puertas a todos porque
es madre''.
Pentecostés
es también ''el inicio de una nueva estación: la estación del
testimonio y de la fraternidad. Es una estación que procede de las
alturas, que viene de Dios, como las lenguas de fuego que se posaron
en la cabeza de cada discípulo. Era la llama del amor que quema toda
aspereza; era la lengua del Evangelio que atraviesa los confines
erigidos por los hombres y toca los corazones de la multitud, sin
distinción de lengua, raza o nacionalidad. Como aquel día de
Pentecostés, también hoy el Espíritu Santo se efunde
constantemente sobre la Iglesia y sobre cada uno de nosotros para que
salgamos de nuestra mediocridad y nuestras cerrazones y comuniquemos
al mundo entero el amor misericordioso del Señor para que, al mismo
tiempo que anunciamos a Jesús resucitado, vivo y presente entre
nosotros, calentemos nuestros corazones y también el corazón de los
pueblos acercándolos a El, camino, verdad y vida''.
No hay comentarios:
Publicar un comentario