CIUDAD DEL VATICANO, 30 MAY 2003 (VIS) - Juan Pablo II recibió esta mañana al nuevo embajador de Japón ante la Santa Sede, Gunkatsu Kano, que le presentó sus cartas credenciales. El Papa hizo extensivo su saludo al emperador, a la familia imperial, a los líderes gubernamentales y al pueblo japonés y recordó de forma especial a los heridos durante el reciente terremoto.
Al principio de su discurso Juan Pablo II recordó "el interés de Japón en servir a la causa de la paz. La situación internacional actual, caracterizada por el resurgir de las tensiones en diversas partes del mundo y por el recrudecimiento de las acciones terroristas, sigue siendo preocupante. Sin embargo, esta coyuntura no debe menoscabar las iniciativas de cuantos están comprometidos en la búsqueda de soluciones pacíficas para estos conflictos".
"Hay que proseguir -agregó- con los esfuerzos relativos a la eliminación progresiva, equilibrada y controlada de las armas de destrucción de masas, al igual que en favor de la no proliferación y el desarme nuclear. (...) Corresponde a la comunidad internacional la movilización permanente para que tanto a nivel mundial como regional se tomen medidas adecuadas para prevenir las agresiones potenciales, sin que estas medidas vayan en detrimento de las necesidades b sicas de las poblaciones civiles interesadas, que a veces se ven condenadas a la miseria y a la desesperación".
Después el Papa subrayó las "ricas tradiciones religiosas y filosóficas japonesas, que poseen recursos espirituales capaces de estimular de forma eficaz el ardiente deseo de trabajar por la paz y la reconciliación entre las comunidades humanas y entre las personas" y recordó que "la dolorosa visión de Hiroshima y Nagasaki, invita a todos a repetir las palabras de Pablo VI: '¡Nunca más guerra!'".
Refiriéndose al papel de Japón en la cooperación económica con los países asi ticos y en la "promoción de los pueblos", recalcó también el interés de esa nación en el medio ambiente y mencionó la exposición internacional que tendrá lugar en 2005 y que "permitirá a las numerosas naciones participantes debatir con serenidad soluciones concretas para los problemas ligados, entre otras cosas, a la protección del ambiente y la gestión de los recursos naturales".
El Santo Padre dedicó el final de su discurso a la pequeña pero activa comunidad católica en Japón y subrayó que la Iglesia prepara a las jóvenes generaciones, "especialmente mediante la educación integral facilitada en las escuelas y universidades, contribuyendo eficazmente a su crecimiento humano, espiritual, moral y civil que les capacite para tomar parte activa en la vida de la nación".
Por último mencionó la ayuda prestada por la Iglesia a los muchos emigrantes que llegan a Japón buscando "trabajo, dignidad y esperanza. Al lado de los hombres y mujeres de buena voluntad, quiere luchar contra los fenómenos de discriminación y de exclusión que marginan a los más débiles y socavan las relaciones entre los seres humanos".
CD;CARTAS CREDENCIALES;...;JAPON;VIS;20030530;490;
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