Inicio - VIS Vaticano - Recibir VIS - Contáctenos - Calendario VIS

El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

últimas 5 noticias

VISnews en Twitter Ver en YouTube

lunes, 12 de enero de 2015

El Papa habla ante el Cuerpo Diplomático de la humanidad herida y repite que la paz debe guiar el destino de los pueblos


Ciudad del Vaticano, 12 enero 2015 (VIS).-El Santo Padre ha encontrado esta mañana en la Sala Clementina a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede para el tradicional intercambio de saludos al inicio del nuevo año. Francisco agradeció al decano de los embajadores, Jean-Claude Michel, representante de Mónaco, el compromiso del Cuerpo por favorecer e incrementar, en espíritu de colaboración recíproca, las relaciones de los países y las organizaciones internacionales que representan con la Santa Sede y que en este último año, se han seguido consolidando, ya sea mediante el aumento del número de Embajadores residentes en Roma, o mediante la firma de nuevos Acuerdos bilaterales de carácter general, como el rubricado en enero con Camerún, y de interés específico, como los firmados con Malta y Serbia.

En el discurso que dirigió a los diplomáticos, Francisco examinó la situación internacional bajo la doble óptica de la esperanza de paz y la dimensión del rechazo, tanto personal como social, que ''acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y generar violencia y muerte''. El Papa citó entre otros eventos dramáticos la masacre de cien niños en Paquistán, la confrontación en Ucrania, la tensión constante en Oriente Medio, los recientes atentados en París, la violencia contra la población en Nigeria, los conflictos de carácter civil en Libia, República Centroafricana, Sudán del Sur, la República Democrática del Congo y subrayó que las guerras llevan consigo el horrible crimen de la violación de las mujeres. No olvidó la condición de los enfermos del virus ébola, ni el problema de los inmigrantes y refugiados ni tampoco la falta de ayuda a las familias. Sin embargo, el Pontífice no quiso que el panorama estuviese dominado por el pesimismo y recordó el resurgir de Albania, los frutos del diálogo ecuménico en Turquía, las expectativas de Jordania y Líbano, la decisión de Estados Unidos y Cuba de poner fin al silencio recíproco, las transformaciones en Burkina Faso, los esfuerzos por la paz estable en Colombia y Venezuela, la decisión de Estados Unidos de cerrar la cárcel de Guantánamo y, al final, manifestó el deseo de que en 2015 se adopten los Objetivos de Desarrollo Sostenible y se elabore un nuevo Acuerdo sobre el clima.

Ofrecemos a continuación el texto del discurso del Papa Francisco:

''Me gustaría hacer resonar hoy con fuerza una palabra que a nosotros nos gusta mucho: paz. La anuncian los ángeles en la noche de la Navidad como don precioso de Dios y, al mismo tiempo, como responsabilidad personal y social que reclama nuestra solicitud y diligencia. Pero, junto a la paz, la Navidad nos habla también de otra dramática realidad: el rechazo. En algunas representaciones iconográficas, tanto de Occidente como de Oriente –pienso, por ejemplo, en el espléndido icono de la Natividad de Andréi Rubliov–, el Niño Jesús no aparece recostado en una cuna sino en un sepulcro. Esta imagen, que pretende unir las dos fiestas cristianas principales –la Navidad y la Pascua–, indica que, junto a la acogida gozosa del recién nacido, está también todo el drama que sufre Jesús, despreciado y rechazado hasta la muerte en Cruz''.

Los mismos relatos de Navidad nos permiten ver el corazón endurecido de la humanidad, a la que le cuesta acoger al Niño. Desde el primer momento es rechazado, dejado fuera, al frío, obligado a nacer en un establo porque no había sitio en la posada . Y, si así ha sido tratado el Hijo de Dios, ¡cuánto más lo son tantos hermanos y hermanas nuestros! Hay un tipo de rechazo que nos afecta a todos, que nos lleva a no ver al prójimo como a un hermano al que acoger, sino a dejarlo fuera de nuestro horizonte personal de vida, a transformarlo más bien en un adversario, en un súbdito al que dominar. Esa es la mentalidad que genera la cultura del descarte que no respeta nada ni a nadie: desde los animales a los seres humanos, e incluso al mismo Dios. De ahí nace la humanidad herida y continuamente dividida por tensiones y conflictos de todo tipo.

En los relatos evangélicos de la infancia, es emblemático en este sentido el rey Herodes, que viendo amenazada su autoridad por el Niño Jesús, hizo matar a todos los niños de Belén. La mente vuela enseguida a Paquistán, donde hace un mes fueron asesinados cien niños con una crueldad inaudita. Deseo expresar de nuevo mi pésame a sus familias y asegurarles mi oración por los muchos inocentes que han perdido la vida.

Así pues, a la dimensión personal del rechazo, se une inevitablemente la dimensión social: una cultura que rechaza al otro, que destruye los vínculos más íntimos y auténticos, acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y generar violencia y muerte. Lo podemos comprobar lamentablemente en numerosos acontecimientos diarios, entre los cuales la trágica masacre que ha tenido lugar en París estos últimos días. Los otros ''ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos'' . Y el ser humano libre se convierte en esclavo, ya sea de las modas, del poder, del dinero, incluso a veces de formas tergiversadas de religión. Sobre estos peligros, he pretendido alertar en el Mensaje de la pasada Jornada Mundial de la Paz, dedicado al problema de las numerosas esclavitudes modernas. Todas ellas nacen de un corazón corrompido, incapaz de ver y de hacer el bien, de procurar la paz.

Constatamos con dolor las dramáticas consecuencias de esta mentalidad de rechazo y de la ''cultura de la esclavitud''en la constante proliferación de conflictos. Como una auténtica guerra mundial combatida por partes, se extienden, con modalidades e intensidad diversas, a diferentes zonas del planeta, como en la vecina Ucrania, convertida en un dramático escenario de confrontación y para la que deseo que, mediante el diálogo, se consoliden los esfuerzos que se están realizando para que cese la hostilidad, y las partes implicadas emprendan cuanto antes, con un renovado espíritu de respeto a la legalidad internacional, un sincero camino de confianza mutua y de reconciliación fraterna que permita superar la crisis actual.

Mi pensamiento se dirige, sobre todo, a Oriente Medio, comenzando por la amada tierra de Jesús, que he tenido la alegría de visitar el pasado mes de mayo y a la que no nos cansaremos nunca de desear la paz. Así lo hicimos, con extraordinaria intensidad, junto al entonces Presidente israelí, Shimon Peres, y al Presidente palestino, Mahmud Abbas, con la esperanza firme de que se puedan retomar las negociaciones entre las dos partes, para que cese la violencia y se alcance una solución que permita, tanto al pueblo palestino como al israelí, vivir finalmente en paz, dentro de unas fronteras claramente establecidas y reconocidas internacionalmente, de modo que ''la solución de dos Estados'' se haga efectiva.

Desgraciadamente, Oriente Medio sufre otros conflictos, que se arrastran ya durante demasiado tiempo y cuyas manifestaciones son escalofriantes también a causa de la propagación del terrorismo de carácter fundamentalista en Siria e Iraq. Este fenómeno es consecuencia de la cultura del descarte aplicada a Dios. De hecho, el fundamentalismo religioso, antes incluso de descartar a seres humanos perpetrando horrendas masacres, rechaza a Dios, relegándolo a mero pretexto ideológico. Ante esta injusta agresión, que afecta también a los cristianos y a otros grupos étnicos de la Región,–los yazidíes, por ejemplo– es necesaria una respuesta unánime que, en el marco del derecho internacional, impida que se propague la violencia, restablezca la concordia y sane las profundas heridas que han provocado los incesantes conflictos. Aprovecho esta oportunidad para hacer un llamamiento a toda la comunidad internacional, así como a cada uno de los gobiernos implicados, para que adopten medidas concretas en favor de la paz y la defensa de cuantos sufren las consecuencias de la guerra y de la persecución y se ven obligados a abandonar sus casas y su patria. Con una carta enviada poco antes de la Navidad, he querido manifestar personalmente mi cercanía y asegurar mi oración a todas las comunidades cristianas de Oriente Medio, que dan un testimonio valioso de fe y coraje, y tienen un papel fundamental como artífices de paz, de reconciliación y de desarrollo en las sociedades civiles de las que forman parte. Un Oriente Medio sin cristianos sería un Oriente Medio desfigurado y mutilado. A la vez que pido a la comunidad internacional que no sea indiferente ante esta situación, espero que los dirigentes religiosos, políticos e intelectuales, especialmente musulmanes, condenen cualquier interpretación fundamentalista y extremista de la religión, que pretenda justificar tales actos de violencia.

En otras partes del mundo, tampoco faltan parecidas formas de crueldad, que con frecuencia generan víctimas entre los más pequeños e indefensos. Pienso especialmente en Nigeria, donde no cesa la violencia que sufre indiscriminadamente la población, y crece cada vez más el trágico fenómeno de los secuestros de personas, a menudo jóvenes raptadas para ser objeto de trata. ¡Es un tráfico execrable que no puede continuar! Una plaga que hay que arrancar y que afecta a todos, desde las familias a la comunidad mundial .

Sigo también con preocupación los no pocos conflictos de carácter civil que afectan a otras partes de África, como Libia, devastada por una larga guerra intestina que causa incontables sufrimientos entre la población y tiene graves repercusiones en el delicado equilibrio de la Región. Pienso en la dramática situación de la República Centroafricana, en la que constatamos con dolor cómo la buena voluntad que ha animado los trabajos de quienes quieren construir un futuro de paz, seguridad y prosperidad, encuentra resistencias e intereses egoístas de parte que ponen en peligro las expectativas de un pueblo que ha sufrido tanto y desea construir libremente su futuro. Particularmente preocupante es también la situación de Sudán del Sur y algunas regiones de Sudán, del Cuerno de África y de la República Democrática del Congo, donde no deja de aumentar el número de víctimas entre la población civil, y miles de personas, muchas de ellas mujeres y niños, se ven obligadas a huir y a vivir en condiciones de extrema necesidad. A este respecto, espero que los gobiernos y la comunidad internacional lleguen a un compromiso común para que se ponga fin a todo tipo de lucha, de odio y de violencia y se apueste por la reconciliación, la paz y la defensa de la dignidad transcendente de la persona.

No podemos olvidar que las guerras llevan consigo otro horrible crimen: la violación. Se trata de una ofensa gravísima a la dignidad de la mujer, que no sólo es deshonrada en la intimidad de su cuerpo, sino también en su alma, con un trauma que difícilmente desaparecerá y cuyas consecuencias son también de carácter social. Lamentablemente, se constata que también allí donde no hay guerras, muchas mujeres sufren violencia hoy.
Todos los conflictos bélicos son la manifestación más clara de la cultura del descarte, pues, en ellos, las vidas son deliberadamente pisoteadas por quien ostenta la fuerza. Existen, sin embargo, formas más sutiles y veladas de rechazo, que alimentan también esa cultura. Pienso sobre todo en los enfermos, aislados y marginados, como los leprosos de los que habla el Evangelio. Entre los leprosos de nuestro tiempo están también los afectados por esta nueva y tremenda epidemia del Ébola, que, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea, ha acabado con más de seis mil vidas. Quiero reconocer y agradecer hoy públicamente el trabajo de los agentes sanitarios que, junto a religiosos y voluntarios, prestan todos los cuidados posibles a los enfermos y a sus familiares, sobre todo a los niños que se han quedado huérfanos. Al mismo tiempo, hago de nuevo un llamamiento a la comunidad internacional para que se asegure una adecuada asistencia humanitaria a los pacientes y hagan un esfuerzo común por erradicar el virus.

A la lista de las vidas descartadas a causa de las guerras y de las enfermedades, hay que añadir las de los numerosos desplazados y refugiados. También en este caso podemos sacar luz de la infancia de Jesús, que es testigo de otra forma de cultura del descarte que rompe las relaciones y ''deshace'' la sociedad. Efectivamente, ante la crueldad de Herodes, la Sagrada Familia se ve obligada a huir a Egipto, de donde regresará unos años más tarde . Las situaciones de conflicto que acabamos de describir provocan con frecuencia la huida de miles de personas de su lugar de origen. A veces ni siquiera en busca de un futuro mejor, sino simplemente de un futuro, porque permanecer en su patria puede significar una muerte segura. ¿Cuántas personas pierden la vida en viajes inhumanos, sometidas a vejaciones por parte de auténticos verdugos, ávidos de dinero? Ya me referí a esto en mi reciente visita al Parlamento Europeo, indicando que ''no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio'' . Hay también otro dato alarmante: muchos emigrantes, sobre todo en América, son niños solos, más expuestos a los peligros y necesitados de mayor atención, cuidados y protección.

Cuando llegan sin documentos a lugares desconocidos, cuya lengua no hablan, es difícil para los inmigrantes situarse y encontrar trabajo. Además de los peligros de la huida, tienen que afrontar también el drama del rechazo. Es necesario un cambio de actitud: pasar de la indiferencia y del miedo a una sincera aceptación del otro. Esto requiere naturalmente ''poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los derechos de los ciudadanos y de garantizar al mismo tiempo la acogida a los inmigrantes'' (ibid.). A la vez que expreso mi agradecimiento a cuantos, incluso a costa de su propia vida, se dedican a prestar asistencia a los refugiados y a los inmigrantes, exhorto tanto a los Estados como a las Organizaciones internacionales a actuar decididamente para resolver estas graves situaciones humanitarias y prestar la ayuda necesaria a los países de origen de los inmigrantes para favorecer su desarrollo socio-político y la superación de los conflictos internos, que son la causa principal de este fenómeno. ''Es necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos''. Además, esto consentirá a los inmigrantes volver un día a su patria y contribuir a su crecimiento y desarrollo.

Junto a los inmigrantes, a los desplazados y a los refugiados, hay también tantos ''exiliados ocultos'', que viven en el seno de nuestras casas y en nuestras mismas familias. Me refiero a los ancianos y a los discapacitados, y también a los jóvenes. Los primeros son rechazados cuando se convierten en un peso y en ''presencias que estorban'', mientras que los últimos son descartados porque se les niega la posibilidad de trabajar para forjarse su propio futuro. No existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo , y que convierte el trabajo en una forma de esclavitud. Ya me referí a esto en un reciente encuentro con los Movimientos populares, que están fuertemente comprometidos en la búsqueda de soluciones adecuadas a algunos problemas de nuestro tiempo, como la plaga cada vez más extendida del desempleo juvenil y del trabajo negro, y el drama de tantos trabajadores, especialmente niños, explotados por codicia. Todo esto es contrario a la dignidad humana y es fruto de una mentalidad que pone en el centro el dinero, los beneficios y los intereses económicos en detrimento del hombre.

No pocas veces, la misma familia es objeto de descarte, a causa de una cada vez más extendida cultura individualista y egoísta que anula los vínculos y tiende a favorecer el dramático fenómeno de la disminución de la natalidad, así como de leyes que privilegian diversas formas de convivencia en lugar de sostener adecuadamente a la familia por el bien de toda la sociedad.

Una de las causas de estos fenómenos es esa globalización uniformante que descarta incluso a las culturas, acabando así con los factores propios de la identidad de cada pueblo que constituyen la herencia imprescindible para un sano desarrollo social. En un mundo uniformado y carente de identidad, es fácil percibir el drama y la frustración de tantas personas, que han perdido literalmente el sentido de la vida. Este drama se ve agravado por la persistente crisis económica, que provoca desconfianza y favorece la conflictividad social. He podido notar sus consecuencias incluso aquí en Roma, donde me he encontrado con muchas personas que viven situaciones difíciles, y en los diversos viajes realizados en Italia.

Precisamente a la querida nación italiana quiero dedicarle unas palabras llenas de esperanza para que, en el continuo clima de incertidumbre social, política y económica, el pueblo italiano no ceda al desaliento y a la tentación del enfrentamiento, sino que redescubra los valores de la atención recíproca y la solidaridad sobre los que se funda su cultura y su convivencia ciudadana, y que son fuente de confianza tanto en el prójimo como en el futuro, sobre todo para los jóvenes.

Pensando en la juventud, deseo mencionar mi viaje a Corea, donde, el pasado mes de agosto, me encontré con miles de jóvenes en la VI Jornada Mundial de la Juventud Asiática y donde recordé que es necesario valorar a los jóvenes, ''intentando transmitirles el legado del pasado aplicándolo a los retos del presente''. Para eso, es necesario reflexionar ''sobre el modo adecuado de transmitir nuestros valores a la siguiente generación y sobre el tipo de mundo y sociedad que estamos construyendo para ellos''.

Esta tarde tendré la alegría de volver a Asia, para visitar Sri Lanka y Filipinas, y mostrar así el interés y la solicitud pastoral con que sigo los acontecimientos de los pueblos de ese vasto continente. A ellos y a sus gobiernos, deseo manifestarles una vez más el deseo de la Santa Sede de contribuir al bien común, a la armonía y a la concordia social. Especialmente, espero que se retome el diálogo entre las dos Coreas, países hermanos, que hablan la misma lengua.

Al inicio del nuevo año, no queremos, sin embargo, que nuestra mirada quede dominada por el pesimismo, los defectos y las deficiencias de nuestro tiempo. Queremos también dar las gracias a Dios por lo que nos ha dado, por los beneficios que nos ha dispensado, por los diálogos y los encuentros que nos ha concedido y por algunos frutos de paz que nos ha dado la alegría de saborear.

Una clara demostración de que la cultura del encuentro es posible, la he experimentado durante mi visita a Albania, una nación llena de jóvenes, que son esperanza de futuro. A pesar de las heridas de su historia reciente, el país se caracteriza por ''la convivencia pacífica y la colaboración entre los que pertenecen a diversas religiones'', en un clima de respeto y confianza recíproca entre católicos, ortodoxos y musulmanes. Es un signo importante de que la fe sincera en Dios abre al otro, genera diálogo y contribuye al bien, mientras que la violencia nace siempre de una mistificación de la religión, tomada como pretexto para proyectos ideológicos que tienen como único objetivo el dominio del hombre sobre el hombre. Asimismo, en el reciente viaje a Turquía, puente histórico entre Oriente y Occidente, he podido constatar los frutos del diálogo ecuménico e interreligioso, además del compromiso a favor de los refugiados provenientes de otros países de Oriente Medio. He encontrado este mismo espíritu de acogida en Jordania, país que visité al inicio de mi peregrinación a Tierra Santa, así como en los testimonios que me llegan del Líbano, al que deseo que pueda superar las dificultades políticas actuales.

Un ejemplo que aprecio particularmente de cómo el diálogo puede verdaderamente edificar y construir puentes es la reciente decisión de los Estados Unidos de América y Cuba de poner fin a un silencio recíproco que ha durado medio siglo y de acercarse por el bien de sus ciudadanos. En este mismo sentido, dirijo un pensamiento al pueblo de Burkina Faso, que está pasando por un período de importantes transformaciones políticas e institucionales, para que un renovado espíritu de colaboración pueda contribuir al desarrollo de una sociedad más justa y fraterna. Quiero destacar también con satisfacción la firma, el paso mes de mayo, del Acuerdo que pone fin a largos años de tensión en Filipinas. Igualmente, animo los esfuerzos realizados para lograr una paz estable en Colombia, así como las iniciativas encaminadas a restablecer la concordia en la vida política y social de Venezuela. Sin olvidar los esfuerzos realizados hasta el momento, espero que se pueda llegar cuanto antes a un entendimiento definitivo entre Irán y el así llamado Grupo 5+1, sobre el uso de la energía nuclear para fines pacíficos. Me llena de satisfacción también la decisión de los Estados Unidos de cerrar la cárcel de Guantánamo, para lo cual algunos países han manifestado generosamente su disponibilidad para acoger a los presos, lo cual les agradezco de corazón.Finalmente, deseo expresar mi reconocimiento y animar a todos aquellos países que están comprometidos activamente en la consecución del desarrollo humano, la estabilidad política y la convivencia civil entre sus ciudadanos.

El 6 de agosto de 1945, la humanidad asistía a una de las catástrofes más tremendas de su historia. De un modo nuevo y sin precedentes, el mundo experimentaba hasta qué punto podía llegar el poder destructivo del hombre. De las cenizas de aquella terrible tragedia que ha sido la segunda Guerra mundial surgió una voluntad nueva de diálogo y de encuentro entre las naciones que dio vida a la Organización de las Naciones Unidas, cuyo 70º Aniversario celebraremos este año. En la visita que realizó al Palacio de Cristal mi predecesor, el Beato Pablo VI, hace ya cincuenta años, recordaba que ''la sangre de millones de hombres, que sufrimientos inauditos e innumerables, que masacres inútiles y ruinas espantosas sancionan el pacto que les une en un juramento que debe cambiar la historia futura del mundo. ¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra! Es la paz, la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la humanidad''.

También yo pido lo mismo para el nuevo año, en el que además culminarán dos importantes procesos: la redacción de la Agencia del Desarrollo post-2015, con la adopción de los Objetivos del desarrollo sostenible, y la elaboración de un nuevo Acuerdo sobre el clima, que es algo urgente. Su condición indispensable es la paz, que proviene de la conversión del corazón, antes incluso que del final de las guerras.


Con estos sentimientos, les deseo de nuevo a cada uno de ustedes, a sus familias y a sus conciudadanos, un año 2015 de esperanza y de paz''.

El Papa bautiza a treinta y tres niños en la Capilla Sixtina


Ciudad del Vaticano, 11 de enero 2015 (VIS).-Esta mañana en la Capilla Sixtina el Santo Padre celebró la eucaristía durante la cual bautizó a treinta y tres niños y niñas hijos de empleados del Vaticano. En la homilía, citando la primera lectura, el Papa recordó que el Señor se preocupa por sus hijos, como un padre, dándoles un alimento sustancioso. ''Dios -dijo- como un buen papá o una buena mamá quiere darle cosas buenas a sus hijos. Y el alimento sustancioso que da es su Palabra''.

La Palabra ''nos hace crecer y dar buenos frutos en la vida, como la lluvia y la nieve hacen bien a la tierra y la hacen fecunda. Así, vosotros, padres y también vosotros, padrinos y madrinas, abuelos, tíos, ayudaréis a estos niños a crecer bien si les dais la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús. Y también hay que darlo con el ejemplo. Todos los días, acostumbraos a leer un pasaje del evangelio y llevad siempre con vosotros un evangelio pequeño en el bolsillo, en el bolso para leerlo. Y este será el ejemplo para los hijos: ver cómo papá, mamá, los padrinos, el abuelo, la abuela, los tíos, leen la Palabra de Dios''.

''Vosotras,madres, -prosiguió Francisco- dad a vuestros hijos la leche, también ahora, si lloran porque tienen hambre, dadles de mamar, tranquilas. Demos gracias al Señor por el don de la leche y recemos por esas madres -desgraciadamente, son tantas- que no pueden dan de comer a sus hijos. Recemos por ellas e intentemos ayudarlas. Lo que la leche hace por el cuerpo, lo hace la Palabra de Dios por el espíritu: la Palabra de Dios hace que crezca la fe. Y gracias a la fe somos generados por Dios. Es lo que sucede en el bautismo, como hemos escuchado en las palabras de San Juan: ''El que cree que Jesús es el Cristo, ha sido generado por Dios''. En esta fe son bautizados vuestros hijos. Hoy es vuestra fe, queridos padres, padrinos y madrinas. Es la fe de la Iglesia en la que estos pequeños reciben el bautismo. Pero mañana, por la gracia de Dios, será su fe, su sí personal a Jesucristo que nos da el amor del Padre''.

''El Bautismo nos inserta en el cuerpo de la Iglesia, en el pueblo santo de Dios. Y en este cuerpo, en este camino, la fe se transmite de generación en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de María, nuestra madre, la fe de san José, de San Pedro, de san Andrés, de san Juan, de los apóstoles y los mártires que ha llegado a nosotros a través del bautismo: una cadena de transmisión de la fe''.

''Es un pasarse de mano en mano la vela de la fe'', explicó el Papa, aludiendo así al cirio pascual durante el rito del bautismo que representa a Cristo resucitado y vivo entre nosotros. ''Vosotros, familias -agregó- tomáis de El la luz de la fe que transmitiréis a vuestros hijos. Esa luz la tomáis en la Iglesia, en el cuerpo de Cristo, en el Pueblo de Dios que camina en todo tiempo y en todo lugar. Enseñad a vuestros hijos que no se puede ser cristiano fuera de la Iglesia, no se puede seguir a Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre y nos hace crecer en el amor a Jesucristo''-

Francisco abordó al final otro aspecto de las lecturas bíblicas de hoy, la consagración por el Bautismo al Espíritu Santo. ''La palabra cristiano -subrayó-significa consagrado como Jesús, en el mismo Espíritu en que fue inmerso Jesucristo durante su existencia terrenal. El es ''el Cristo'', el ungido, el consagrado; los bautizados somos ''cristianos'', es decir, consagrados, ungidos. Y por eso, queridos padres, padrinos y madrinas, si queréis que vuestros hijos sean cristianos auténticos, ayudadles a crecer inmersos en el Espíritu Santo, es decir en el calor del amor de Dios, en la luz de su Palabra''.


''Y para ello -concluyó- no os olvidéis de invocar a menudo al Espíritu Santo... A menudo rezamos a Jesús. Cuando rezamos el Padre Nuestro invocamos al Padre. Pero no rezamos tanto al Espíritu Santo. Y es muy importante rezar al Espíritu Santo para que nos enseñe a llevar adelante a la familia, a los niños, para que estos niños crezcan en la atmósfera de la Trinidad Santa. Es el Espíritu quien los empuja. Por eso no os olvidéis de invocarlo a menudo''.

Ángelus: La sordera a la voz del Espíritu Santo lleva a la comunidad cristiana a la mudez evangelizadora


Ciudad del Vaticano, 11 de enero 2015 (VIS).-Con la festividad del Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad y el Papa, en el Ángelus del mediodía, citando el pasaje del evangelio de san Marcos -cuando los cielos se abren en el momento en que Juan Bautista bautiza a Jesús en el Jordán- afirmó que ese evento ponía fin ''al tiempo de lo cielos cerrados que indicaban la separación entre Dios y el ser humano como consecuencia del pecado''.

El pecado ''nos aleja de Dios e interrumpe el lazo entre la tierra y el cielo, determinando así nuestra miseria y el fracaso de nuestra vida. Los cielos abiertos indican que Dios nos da su gracia para que la tierra de sus frutos. Así, la tierra se convierte en la morada de Dios entre los hombres y cada uno de nosotros tiene la posibilidad de encontrar al Hijo de Dios experimentando todo su amor y su misericordia infinita. Lo podemos encontrar realmente presente en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. Lo podemos reconocer -reiteró Francisco- en el rostro de nuestros hermanos, en particular en los pobres, en los enfermos, en los presos, en los prófugos: son la carne viva de Cristo que sufre e imagen visible del Dios invisible''.

Con el Bautismo de Jesús, no solo se abren los cielos, sino que Dios ''habla de nuevo haciendo resonar su voz: ''Tu eres mi Hijo amado: en ti me complazco''... Y la bajada del Espíritu Santo en forma de paloma, consiente que Cristo, el consagrado del Señor, inaugure su misión que es la de salvarnos''. ''El Espíritu Santo es el gran olvidado en nuestras oraciones -volvió a decir el Papa- Necesitamos, en cambio, pedir su ayuda, su fortaleza, su inspiración. El Espíritu Santo que animó completamente la vida y el ministerio de Jesús es el mismo Espíritu que hoy guía la existencia cristiana, la existencia de todo hombre y toda mujer que dicen que son y quieren ser cristianos. Poner bajo la acción del Espíritu Santo nuestra vida de cristianos y la misión, que todos hemos recibido en el Bautismo, significa reencontrar el valor apostólico necesario para superar los fáciles acomodos mundanos...Un cristiano y una comunidad ''sordos'' a la voz del Espíritu Santo, que empuja a llevar el Evangelio a los extremos confines de la tierra y de la sociedad se vuelven también un cristiano y una comunidad ''mudos'' que no hablan ni evangelizan''.


''Acordaos de rezar a menudo al Espíritu Santo para que nos ayude, nos de fortaleza, nos inspire y nos lleve adelante'', concluyó Francisco que, después de rezar el Ángelus pidió a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, especialmente a los procedentes de Sri Lanka y Filipinas que rezasen por él durante el viaje apostólico que emprenderá mañana a esos países.

''Reconstruir el país, reconstruir la persona'', dice el Papa a los participantes en la conferencia sobre Haití


Ciudad del Vaticano, 10 de enero de 2015 (VIS).- El Papa Francisco recibió esta mañana a los participantes en la conferencia ''La comunión de la Iglesia: memoria y esperanza para Haití cinco años después del terremoto'' organizada por el Consejo Pontificio Cor Unum y la Comisión Pontificia para América Latina en colaboración con los obispos de Haíti, y sus primera palabras fueron de agradecimiento para todos los que ''de tantas maneras han ayudado al pueblo de Haití después de una tragedia, que dejó tras de si la muerte, la destrucción y la desesperación''. ''Con la ayuda a nuestros hermanos y hermanas en Haití- subrayó- manifestamos que la Iglesia es un gran cuerpo, donde los diversos miembros cuidan unos de otros En esta comunión animada por el Espíritu Santo encuentra su razón profunda nuestro servicio de caridad''.

''¡Mucho se ha hecho en estos años para reconstruir el país!.Sin embargo, no nos escondemos que queda mucho trabajo por hacer. Y tanto lo hecho como lo que queda por hacer -siempre con la ayuda de Dios - se asienta en tres pilares fundamentales: la persona humana, la comunión eclesial y la Iglesia local'', agregó el Pontífice pasando a explicar esas bases.

En primer lugar, ''la persona que constituye el centro de la acción de la Iglesia Acabamos de celebrar la Navidad, y precisamente la Encarnación nos dice lo importante que es el hombre para Dios, que quiso asumir la naturaleza humana''. De ahí que nuestra primera preocupación deba ser ayudar al ser humano, a cada ser humano, a vivir plenamente como persona. No hay verdadera reconstrucción de un país sin reconstrucción de la persona en toda su plenitud. Esto implica asegurar que cada persona en Haití tenga lo necesaria desde el punto de vista material, pero, al mismo tiempo que pueda vivir su libertad, sus responsabilidades y su vida espiritual y religiosa. La persona humana tiene un horizonte trascendente que es propio de ella y la Iglesia, en primer lugar, no puede descuidar este horizonte, cuya meta es el encuentro con Dios. Por eso, también en esta fase de reconstrucción, la actividad humanitaria y la pastoral no compiten, se complementan, se necesitan mutuamente: contribuyen juntas a formar en Haití personas maduras y cristianos que a su vez podrán dedicarse a sus hermanos''.

Hablando del segundo pilar, la comunión eclesial, el Papa recordó que en Haití funciona muy bien la cooperación de diversas instituciones eclesiales -diócesis, instituciones religiosas, organizaciones de caridad -, así como la de muchos fieles a título individual y que cada uno con sus propias peculiaridades ha desempeñado una labor benéfica. ''Esa pluralidad de los sujetos, y por lo tanto de los enfoques en las tareas de asistencia y desarrollo -señaló- es un factor positivo, ya que es un signo de la vitalidad de la Iglesia y de la generosidad de muchos... Pero la caridad es todavía mas auténtica y eficaz cuando se vive en comunión. La comunión testifica que la caridad no es sólo ayudar a los demás, sino una dimensión que impregna toda la vida y rompe las barreras del individualismo que impiden el encuentro. La caridad es la vida íntima de la Iglesia y se manifiesta en la comunión eclesial. La comunión entre los obispos y con los obispos, que son los primeros responsables del servicio de la caridad. La comunión entre los diversos carismas y las instituciones de caridad, porque ninguno de nosotros trabaja para sí mismo, sino en el nombre de Cristo, que nos mostró el camino de servicio. ¡Sería una contradicción vivir la caridad separados! Os invito, por eso, a fortalecer las metodologías que hacen posible trabajar juntos. La comunión eclesial se refleja también en la cooperación con las autoridades del Estado y con las instituciones internacionales, para que todos busquen el auténtico progreso del pueblo haitiano, en el espíritu del bien común''.

Por último, Francisco destacó la importancia de la iglesia local, ''porque en ella la experiencia cristiana se hace tangible. Es necesario que la Iglesia en Haití sea cada vez más viva y fecunda, para dar testimonio de Cristo y dar su contribución al progreso del país''. Y, en ese ámbito, llamó a los obispos, sacerdotes y responsables de la pastoral en la isla a ''suscitar en los fieles un empeño renovado en la formación cristiana y la evangelización alegre y fructífera'', recordando que ''el testimonio de caridad evangélica es eficaz cuando se apoya en una relación personal con Jesús en la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la asiduidad en los sacramentos. Esta es la "fuerza" de la Iglesia local''.

El Papa concluyó renovando su agradecimiento y exhortando a todos a continuar el camino iniciado asegurándoles siempre sus oraciones y su bendición.



Encuentro de los Presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas


Ciudad del Vaticano, 10 enero 2015 (VIS).-Los presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas y los Superiores de la Congregación para la Doctrina de la Fe se reunirán del 13 al 15 de enero en Esztergom (Hungría).

Con la Instrucción del 23 de febrero de 1967, la Congregación para la Doctrina de la Fe, por encargo del beato Pablo VI, pidió a las Conferencias Episcopales que instituyesen dentro de ellas una Comisión Doctrinal, como órgano de asesoramiento para ellas mismas y para los obispos en su solicitud por la doctrina de la fe.

Para fortalecer la colaboración entre la Congregación para la Doctrina de la Fe y las Comisiones Doctrinales, en 1982 se decidió reunir periódicamente a los presidentes de esas comisiones a nivel continental. Una de las características originales de estas reuniones es que son los superiores de la Congregación los que se desplazan por los diferentes continentes, destacando así la importancia de las instancias locales y regionales y sus responsabilidades en el tratamiento de cuestiones doctrinales. La primera de estas reuniones, en el período de la Prefectura del entonces cardenal Joseph Ratzinger, se llevó a cabo en América Latina, en Bogotá (1984) a la que siguieron los encuentros en Kinshasa, África (1987); en Viena, Europa (1989); en Hong Kong, Asia (1993); Guadalajara, América Latina (1996) y San Francisco, Estados Unidos (1999). Durante la Prefectura del cardenal William Levada se celebró otra reunión en África, Dar es Salaam (2009).


Ahora el cardenal Péter Erdö arzobispo de Esztergom-Budapest y presidente del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), ha aceptado la petición del cardenal Gerhard L. Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para una nueva reunión con los Presidentes de las Comisiones Doctrinales europeas en Esztergom. Este encuentro demuestra la voluntad de la Congregación para la Doctrina de la Fe de apoyar a los Episcopados locales - como subraya el Papa Francisco - en su compromiso con la promoción y tutela de la doctrina de la fe, teniendo en cuenta los desafíos específicos que enfrenta hoy el continente europeo.

Nota sobre la seguridad en el Vaticano


Ciudad del Vaticano, 12 enero 2015 (VIS).-El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Padre Federico Lombardi, S.I. ha declarado esta mañana a los periodistas cuanto sigue:

''Contrariamente a cuanto han publicado algunos medios de información, no es cierto que la Santa Sede haya recibido informaciones de los servicios de seguridad de otros países acerca de los riesgos específicos que pudiera correr.

Se mantienen los normales y oportunos contactos entre los servicios de seguridad que, con referencia a la situación actual, invitan a la atención y a la prudencia razonables, pero no resultan señales de motivos concretos y específicos de peligro.


Por lo tanto no es el caso de alimentar preocupaciones inmotivadas que pueden turbar inútilmente el clima de vida y de trabajo de sus empleados al igual que a tantos peregrinos y turistas que diariamente acuden al Vaticano''.

Audiencias


Ciudad del Vaticano, 10 enero 2015 (VIS).-El Santo Padre ha recibido en audiencia al cardenal Marc Ouellet, P.S,S, Prefecto de la Congregación para los Obispos.

Otros Actos Pontificios


Ciudad del Vaticano, 12 enero 2015 (VIS).-El Santo Padre nombró:

-Padre Fernando J.Cheri, O.F.M., como auxiliar de Nueva Orleans (superficie 10.898, población 1.238.228, católicos 520.056, sacerdotes 352, religiosos 664, diáconos permanentes 211) en E.E.U.U. El obispo electo nació en Nueva Orleans (E.E.U.U.) en 1952 y fue ordenado sacerdote en 1978. Durante su ministerio pastoral ha sido, entre otros, vicario parroquial, administrador parroquial, párroco, capellán, profesor, ministro vocacional de la ''O.F.M. Vocation Office'', vicedirector de la capellanía universitaria de la ''Xavier University'' en Nueva Orleans y director del Campus Ministry en la ''Quincy University'' en Illinois (E.E.U.U.), cargo que desempeñaba actualmente.

-Monseñor Janusz Urbanczyk, hasta ahora Consejero de Nunciatura de las Misiones Permanentes de la Santa Sede para las Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, como Representante Permanente de la Santa Sede en la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), en la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), y en la Comisión Preparatoria para el Tratado sobre Interdicción Global de los Experimentos Nucleares (CTBTO), así como Observador Permanente en la Organización de la Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), y en la Oficina de Naciones Unidas en Viena.

El sábado 10 de enero el Papa nombró:

-Obispo Juan Barros Madrid, hasta ahora Ordinario Militar para Chile, como obispo de la diócesis de Osorno (superficie 9.236, población 241.000, católicos 125.000, sacerdotes 204, religiosos 97, diáconos permanentes 23) en Chile.

-Monseñor Nicoló Anselmi como obispo auxiliar de la archidiócesis metropolitana de Génova (superficie 966, población 812.246, católicos 690.409, sacerdotes 553, religiosos 1.402, diáconos permanentes 31) en Italia. El obispo electo nació en 1961 en Génova (Italia) y fue ordenado sacerdote en 1992. Es bachiller en Teología por la Facultad Teológica de Génova. En su ministerio pastoral ha sido entre otros, vicario parroquial, profesor de religión, miembro del consejo presbiteral diocesano, docente en el Seminario Mayor de Génova, responsable nacional de Pastoral Juvenil. Actualmente es párroco de Santa María de las Viñas y vicario episcopal para la Pastoral Universitaria, Juvenil y Deportiva.

-Obispo Guglielmo Borghetti, hasta ahora de Pitigliano-Sovana-Orbetello, como obispo coadjutor de la diócesis de Albenga-Imperia (superficie 979, población 170.010, católicos 157.000, sacerdotes 181, religiosos 388, diáconos permanentes 22) en Italia.


-Arzobispo Eugene Martin Nugent, como nuncio apostólico en Haití. El arzobispo era hasta ahora nuncio apostólico en Madagascar, Islas Mauricios, Seychelles y Delegado apostólico en las Islas Comores, con función de Delegado Apostólico en La Reunión.

In memoriam


Ciudad del Vaticano, 12 de enero 2015 (VIS).-En los últimos meses han fallecido los siguientes prelados

-Obispo Sofron Stefan Wasyl Mudry, O.S.B.M., Emérito de Ivano-Frankivsk, Ucrania, el 31 de octubre de 2014 a los 90 años.

-Alberto Johannes Först, O. Carm. ,emérito de Dourados, Mato Grosso do Sul, Brasil, el 1 de noviembre de 2014 a los 87 años.

-Arzobispo James Mwewa Spaita, emérito de Kasama, Zambia, el 4 de noviembre de 2014 a los 80 años.

-Arzobispo Juan Antonio Flores Santana, emérito de Santiago de los Caballeros, República Dominicana el 9 de noviembre de 2014 a los 87 años.

-Obispo Caetano Antônio Lima dos Santos, O.F.M. Cap., emérito de Ilhéus, Bahia, Brasil, el 11 de noviembre de 2014 a los 98 años.

-Obispo Henri Marie Raoul Brincard, C.R.S.A, de Le Puy-en-Velay, Francia, el 14 de noviembre de 2014 a los 74 años.

-Obispo Javier Azagra Labiano, emérito de Cartagena (España), el 16 de noviembre de 2014 a los 91 años.

-Obispo Jeremiah Joseph Coffey, emérito de Sale, Australia, el 19 de noviembre de 2014 a los 81 años.

-Obispo Leonard James Olivier, S.V.D, auxiliar emérito de Washington, USA, el 19 de noviembre de 2014 a los 91 años.

-Obispo Sebelio Peralta Alvarez, de San Lorenzo, Paraguay, el 19 de noviembre de 2014 a los 75 años.

-Cardenal Fiorenzo Angelini, Presidente emérito del Consejo Pontificio para los Operadores Sanitarios, el 22 de noviembre de 2014 a los 98 años.

-Obispo Joseph Francis Maguire, emérito de Springfield, USA, el 23 de noviembre de 2014, a los 95 años.

-Arzobispo Joseph Thomas Dimino emérito castrense de Estados Unidos ,el 25 de noviembre de 2014, a los 91 años.

- Obispo Alfredo Ernest Novak, C.SS.R. emérito de Paranaguá, Brasil, el 3 de diciembre de 2014, a los 84 años.

-Obispo Patrick Edward O’Connor, emérito de Tokelau, (Oceania), el 3 de diciembre de 2014, a los 82 años.
-Cardenal Jorge María Mejía, Archivero y Bibliotecario emérito de la Santa Iglesia Romana, el 9 de diciembre de 2014, a los 91 años.

-Obispo Georges Lagrange , emérito de Gap, Francia, el 11 de diciembre de 2014, a los 85 años.

-Obispo Anthony Edward Pevec ,auxiliar emérito de Cleveland, USA, el 14 de diciembre de 2014, a los 89 años.

-Obispo Stephen Hector Youssef Doueihi ,emérito de Saint Maron de Brooklyn (Maronitas), USA, el 17 de diciembre de 2014, a los 87 años.

-Obispo Claude Henri Edouard Frikart, C.I.M. ,auxiliar emérito de Paris, Francia, el 18 de diciembre de 2014, a los 92 años.

-Obispo Giuseppe Pittau, S.J. Secretario emérito de la Congregación para la Educación Católica (para los Institutos de Estudio) el 26 de diciembre de 2014, a los 86 años.

-Obispo Géry-Jacques-Charles Leuliet, emérito de Amiens, Francia, el 1 de enero de 2015, a los 104 años.

-Arzobispo Paulinus Costa, emérito de Dhaka, Bangladesh, el 3 de enero de 2015, a los 78
años.

-Obispo Natalino Pescarolo, emérito de Cuneo, Italia el 4 de enero de 2015, a los 85 años.

-Obispo Bernard Joseph McLaughlin auxiliar emérito de Buffalo, USA, el 5 de enero de 2015,a los 102 años.


-Obispo Joseph Djida, O.M.I. De Ngaoundéré, Camerún, el 6 de enero de 2015, a los 69 años. 
Copyright © VIS - Vatican Information Service