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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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jueves, 3 de noviembre de 2011

TODOS LOS SANTOS: DE LA REALIDAD TERRENA A LA DIMENSION DE LA ETERNIDAD



CIUDAD DEL VATICANO, 1 NOV 2011 (VIS).-“La solemnidad de Todos los Santos es una ocasión propicia para elevar la mirada de las realidades terrenales -jalonadas por el tiempo- a la dimensión de Dios, la dimensión de la eternidad y la santidad”, dijo el Papa a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus.

  “La liturgia nos recuerda hoy que la santidad es la vocación originaria de todo bautizado. Cristo, que con el Padre y el Espíritu es el único Santo, amó a la Iglesia como  a su esposa y se entregó por ella, con el fin de santificarla. Por eso, todos los miembros del Pueblo de Dios están llamados a ser santos” e “invitados a mirar a la Iglesia no sólo en su aspecto temporal y humano, marcado por la fragilidad, sino como Cristo quiso que fuera, es decir ‘comunión de santos’. Hoy veneramos esta innumerable comunidad de santos, los cuales, a través de sus diferentes caminos de vida, nos indican diversas sendas de santidad, unidas por un solo denominador: seguir a Cristo y conformarse a Él, hasta el final de nuestra vivencia humana”, explicó el pontífice.

   Después, Benedicto XVI, habló de la conmemoración de los fieles difuntos que se celebra el 2 de noviembre cuando recordamos “a los seres queridos que nos han dejado y a todas las almas en camino hacia la plenitud de la vida, en el horizonte de la Iglesia celeste, a la que la solemnidad de hoy nos ha elevado”.

    “Desde los primeros tiempos de la fe cristiana –subrayó- la Iglesia terrenal, reconociendo la comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, cultiva con gran piedad la memoria de los difuntos y ofrece sufragios por ellos. Nuestra oración por los muertos no es solo útil sino también necesaria, ya que no solamente los ayuda, sino que, al mismo tiempo, hace eficaz su intercesión por nosotros. También la visita a los cementerios, mientras  mantiene los lazos de afecto con quienes nos amaron en esta vida, nos recuerda que todos tendemos hacia otra vida, más allá de la muerte. El llanto, causado por la separación terrenal, no debe prevalecer sobre la certeza de la resurrección ni sobre la esperanza de llegar a la bienaventuranza de la eternidad”.
ANG/        VIS 20111103 (400)

LA FE EN LA VIDA ETERNA DA LA FUERZA PARA MEJORAR EL MUNDO



CIUDAD DEL VATICANO, 2 NOV 2011 (VIS).-El Santo Padre celebró este miércoles la audiencia general en el aula Pablo VI, donde recibió a peregrinos venidos de numerosos países. El discurso del pontífice se centró en la fiesta de conmemoración de todos los fieles difuntos y en la realidad de la muerte.

  Benedicto XVI señaló que “a pesar de que la muerte es a menudo un tema casi prohibido en nuestra sociedad, y de que continuamente se intenta eliminar de nuestra mente el solo pensamiento de la muerte, ésta concierne a cada uno de nosotros (…) Ante este misterio todos, incluso inconscientemente, buscamos algo que nos invite a esperar, una señal que nos dé consuelo, que se abra  a algún horizonte que ofrezca aún un futuro”.

  Experimentamos temor ante la muerte porque “tenemos miedo a la nada, a este partir hacia algo que no conocemos”. Asimismo, “no podemos aceptar que todo lo grande y hermoso que ha sido realizado durante una entera existencia sea borrado improvisamente, caiga en el abismo de la nada. Sobre todo, sentimos que el amor necesita eternidad, y no es posible aceptar que sea destruido por la muerte en un solo instante. (…) Cuando nos encontramos hacia el final de la existencia percibimos que hay un juicio sobre nuestras acciones, sobre cómo hemos conducido nuestra vida, especialmente en lo que se refiere a esos puntos de sombra que, con habilidad, sabemos a menudo eliminar o intentamos eliminar de nuestra conciencia”.

  Por otra parte, actualmente, en el mundo “se ha difundido la tendencia a pensar que cada realidad debe ser afrontada con los criterios de la ciencia experimental, y que a la gran cuestión de la muerte se debe responder no tanto con la fe, sino partiendo de conocimientos experimentales, empíricos. Pero no se advierte con claridad que, precisamente de este modo, se termina por caer en formas de espiritismo, en el intento de establecer un contacto con el mundo más allá de la muerte”.

  En cambio, para los cristianos las solemnidades de Todos los Santos y Todos los Fieles Difuntos “nos dicen que solamente quien puede reconocer una gran esperanza en la muerte, puede también vivir una vida a partir de la esperanza. (…) El hombre tiene necesidad de eternidad, y cualquier otra esperanza es para él demasiado breve. El hombre se explica sólo si hay un Amor que supere todo aislamiento, incluso el de la muerte, en una totalidad que trascienda el espacio y el tiempo. El hombre se explica, encuentra su sentido más profundo, solamente si hay Dios. Y nosotros sabemos que Dios ha salido de su lejanía y se ha hecho cercano”.

  En efecto, “Dios se ha mostrado verdaderamente, se ha hecho accesible, ha amado tanto al mundo ‘que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no  perezca, sino que tenga vida eterna’, y en el supremo acto de amor de la cruz, sumergiéndose en el abismo de la muerte, la ha vencido, ha resucitado y nos ha abierto las puertas de la eternidad. Cristo nos sostiene a través de la noche de la muerte que Él mismo ha atravesado; es el Buen Pastor a cuya guía podemos confiarnos sin ningún miedo porque conoce bien el camino, incluso a través de la oscuridad”.

  “Es precisamente la fe en la vida eterna –concluyó el Papa- la que da al cristiano la fuerza y el valor para amar aún más intensamente esta tierra nuestra y para trabajar con el fin de construirle un futuro, para darle una esperanza verdadera y segura”.

  Tras saludar a los peregrinos en diversos idiomas, Benedicto XVI recordó que los días 3 y 4 de noviembre se reúnen en Cannes (Francia) los jefes de Estado del G-20, “para examinar los principales problemas relacionados con la economía global”, y expresó su deseo de que “el encuentro ayude a superar las dificultades que, a nivel mundial, obstaculizan la promoción de un desarrollo auténticamente humano e integral”.

  La audiencia concluyó con el canto del Padre Nuestro y la bendición apostólica.
AG/                           VIS 20111103 (680)

OTROS ACTOS PONTIFICIOS



CIUDAD DEL VATICANO, 3 NOV 2011 (VIS).-El Santo Padre:

-Nombró al P. Charles Morerod, O.P., obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo (superficie: 5.557; población: 1.582.447; católicos: 687.192; sacerdotes: 534; religiosos:  1.222; diáconos permanentes: 22), en Suiza. El obispo electo nació en 1961 en Riaz (Suiza). En 1987 emitió la profesión religiosa solemne en la Orden de los Frailes Predicadores, y al año siguiente fue ordenado sacerdote. Ha sido vice párroco de la parroquia de San Pablo en Ginebra (1987-89); Asistente de la facultad de Teología de la Universidad de Friburgo (1989-1992), capellán (1991-94) y profesor adjunto de Teología (1994-99) de la misma universidad. En 1999 comenzó a enseñar en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino, donde ha sido vice decano de la facultad de Teología y decano de la de Filosofía, y, desde 2009, Rector Magnífico. Desde la misma fecha es Secretario general de la Comisión Teológica Internacional y Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.


-Nombró a Mons. José Armando Álvarez Cano, del clero de Zamora, obispo prelado de Huautla (superficie: 1.284; población: 145.000; católicos: 131.404; sacerdotes: 23; religiosos: 16 ; diáconos permanentes: 1), en Méjico. El obispo electo nació en Jiquilpan en 1960, y se licenció en Teología Pastoral por la Universidad Pontificia de Méjico. Fue ordenado sacerdote en 1986. Después de haber prestado servicio pastoral como vicario en diversas parroquias de la diócesis de Zamora, vivió una experiencia misionera como “fidei donum” en la diócesis de Tacna (Perú) durante dos años. Actualmente es párroco de la parroquia de San Pedro en Paracho y presidente de la Comisión diocesana para la Formación Permanente del Clero de la diócesis de Zamora.
NET/                                                                                           VIS 20111103 (280)


MISA POR LOS CARDENALES Y OBISPOS DIFUNTOS



CIUDAD DEL VATICANO, 3 NOV 2011 (VIS).-Como es tradicional en estas fechas, el Papa visitó ayer tarde las grutas de la basílica vaticana, lugar de sepultura de diversos pontífices, y esta mañana celebró en San Pedro la misa por los cardenales y obispos que han fallecido en este año.

  El Santo Padre recordó a los cardenales Urbano Navarrete, S.I., Michele Giordano, Varkey Vithayathil, C.SS.R., Giovanni Saldarini, Agustín García-Gasco Vicente, Georg Maximilian Sterzinsky, Kazimierz Świątek, Virgilio Noè, Aloysius Matthew Ambrozic y Andrzej Maria Deskur, y comenzó su homilía comentando el pasaje del evangelio de San Marcos en que los apóstoles tenían miedo de preguntar a Jesús el significado de la frase: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres que lo matarán, pero una vez muerto, resucitará después de tres días”.

  “Frente a la muerte, nosotros también experimentamos los sentimientos e ideas dictados por nuestra condición humana –dijo- .Y siempre nos sorprende y nos supera un Dios que se acerca tanto a nosotros que no se detiene ni siquiera ante el abismo de la muerte, sino que lo atraviesa, permaneciendo dos días en el sepulcro. Aquí, justo aquí, se cumple el misterio del ‘tercer día’. Cristo asume hasta el final la carne mortal para revestirla de la potencia gloriosa de Dios, del viento del Espíritu vivificador que la transforma y la regenera”.

   La muerte de Cristo es “fuente de vida, porque en ella Dios ha arrojado todo su amor, como en una cascada inmensa (...) El abismo de la muerte se colma con otro abismo todavía más grande: el del amor de Dios, de forma que la muerte no tiene poder alguno sobre Cristo ni sobre los que, por la fe y el bautismo, están unidos con El. ‘Si morimos con Cristo –dice San Pablo- creemos que también viviremos con El’”.

   “En realidad esa esperanza encuentra sólo en Cristo su fundamento real –comentó el Papa-. Antes corría el peligro de limitarse sólo a una ilusión, a un símbolo tomado del ritmo de las estaciones (...) En cambio, la intervención de Dios en el drama de la historia humana no obedece a ningún ciclo natural, obedece solamente a su gracia y a su fidelidad. La vida nueva y eterna es fruto del árbol de la Cruz (...) Sin la Cruz de Cristo, toda la energía de la naturaleza es impotente frente a la fuerza negativa del pecado. Era necesaria una fuerza benéfica más grande que la que preside los ciclos de la naturaleza; un Bien más grande que el de la creación: un Amor que procede del corazón mismo de Dios y que mientras revela el sentido último de lo creado, lo renueva y lo orienta a su meta originaria y última”.

   “Todo esto sucedió en esos ‘tres días’ en que ‘la semilla de trigo’ cayó en tierra, permaneció allí el tiempo necesario para colmar la medida de la justicia y la misericordia de Dios y finalmente produjo ‘mucho fruto’,  no quedándose solo, sino como primicia de una multitud de hermanos (...) Ahora sí, gracias a Cristo (...) las imágenes inspiradas por la naturaleza no son sólo símbolos ni mitos ilusorios: nos hablan de una realidad”.
HML/        VIS 20111103 (530)

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