Ciudad
del Vaticano, 24 de mayo 2015 (VIS).- ''Reforzados por el Espíritu
Santo – que guía, nos guía a la verdad, que nos renueva a
nosotros y a toda la tierra... llegamos a ser capaces de luchar, sin
concesión alguna, contra el pecado, de luchar, sin concesión
alguna, contra la corrupción que, día tras día, se extiende cada
vez más en el mundo, y de dedicarnos con paciente perseverancia a
las obras de la justicia y de la paz'', afirmó el Papa Francisco
durante la misa celebrada en la basílica de San Pedro en la
solemnidad de Pentecostés.
El
Santo Padre reiteró varias veces durante su homilía que el Espíritu
Santo tanto ayer como hoy guía , renueva y da frutos, actuando en
las personas y en las comunidades, y haciéndolas capaces de
''recibir a Dios'', como afirmaron los Santos Padres.
''La
tarde de Pascua -explicó Francisco- Jesús se aparece a sus
discípulos y sopla sobre ellos su Espíritu; en la mañana de
Pentecostés la efusión se produce de manera fragorosa, como un
viento que se abate impetuoso sobre la casa e irrumpe en las mentes y
en los corazones de los Apóstoles. En consecuencia reciben una
energía tal que los empuja a anunciar en diversos idiomas el evento
de la resurrección de Cristo... Junto a ellos estaba María, la
Madre de Jesús, la primera discípula, y allí Madre de la Iglesia
naciente. Con su paz, con su sonrisa, con su maternidad, acompañaba
el gozo de la joven Esposa, la Iglesia de Jesús''.
En
el Evangelio, Jesús promete a sus discípulos que, cuando él haya
regresado al Padre, vendrá el Espíritu Santo que los ''guiará
hasta la verdad plena'' y les explica que su acción será la de
introducirles cada vez más en la comprensión de aquello que él, el
Mesías, ha dicho y hecho, de modo particular de su muerte y de su
resurrección. ''A los Apóstoles, incapaces de soportar el escándalo
de la pasión de su Maestro -recordó el Papa- el Espíritu les dará
una nueva clave de lectura para introducirles en la verdad y en la
belleza del evento de la salvación. Estos hombres, antes asustados y
paralizados, encerrados en el cenáculo para evitar las consecuencias
del viernes santo, ya no se avergonzarán de ser discípulos de
Cristo, ya no temblarán ante los tribunales humanos. Gracias al
Espíritu Santo del cual están llenos, ellos comprenden ''toda la
verdad'', esto es: que la muerte de Jesús no es su derrota, sino la
expresión extrema del amor de Dios. Amor que en la Resurrección
vence a la muerte y exalta a Jesús como el Viviente, el Señor, el
Redentor del hombre, el Señor de la historia y del mundo. Y esta
realidad, de la cual ellos son testigos, se convierte en Buena
Noticia que se debe anunciar a todos''.
El
Espíritu Santo también renueva la tierra. ''Por eso, el respeto de
la creación es una exigencia de nuestra fe: el “jardín” en el
cual vivimos no se nos ha confiado para que abusemos de él, sino
para que lo cultivemos y lo custodiemos con respeto . Pero esto es
posible solamente si Adán – el hombre formado con tierra – se
deja a su vez renovar por el Espíritu Santo, si se deja reformar por
el Padre según el modelo de Cristo, nuevo Adán. Entonces sí,
renovados por el Espíritu, podemos vivir la libertad de los hijos en
armonía con toda la creación y en cada criatura podemos reconocer
un reflejo de la gloria del Creador''.
''El
mundo tiene necesidad de hombres y mujeres no cerrados, sino llenos
de Espíritu Santo -exclamó el Pontífice al final de su homilía-
El estar cerrados al Espíritu Santo no es solamente falta de
libertad, sino también pecado. Existen muchos modos de cerrarse al
Espíritu Santo. En el egoísmo del propio interés, en el legalismo
rígido – como la actitud de los doctores de la ley que Jesús
llama hipócritas -, en la falta de memoria de todo aquello que Jesús
ha enseñado, en el vivir la vida cristiana no como servicio sino
como interés personal, entre otras cosas. En cambio, el mundo tiene
necesidad del valor, de la esperanza, de la fe y de la perseverancia
de los discípulos de Cristo''.El mundo necesita los frutos, los
dones del Espíritu Santo, como enumera san Pablo: ''amor, alegría,
paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de
sí'' . El don del Espíritu Santo ha sido dado en abundancia a la
Iglesia y a cada uno de nosotros, para que podamos vivir con fe
genuina y caridad operante, para que podamos difundir la semilla de
la reconciliación y de la paz''.
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