Ciudad
del Vaticano, 23 marzo 2014 (VIS).- En el tercer domingo de Cuaresma,
el Santo Padre se ha asomado a la ventana de su estudio en el Palacio
Apostólico Vaticano para rezar el ángelus con los fieles y
peregrinos presentes. Antes de la oración mariana, el Pontífice ha
hablado del pasaje del Evangelio en el que la mujer samaritana yendo
a sacar agua de un pozo encontró en Jesús el agua viva de la
misericordia; encontró lo que buscaba desde siempre, y volvió a los
que la juzgaban y rechazaban para anunciarles que había encontrado a
uno que le había cambiado la vida. “¡También nosotros tenemos
muchas preguntas que hacer -ha dicho el Papa- pero no encontramos el
coraje de dirigirlas a Jesús! La Cuaresma es el tiempo oportuno para
mirarse dentro, para hacer surgir nuestros deseos espirituales más
verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de
la samaritana nos invita a expresarnos así: “Jesús dame de ese
agua así no tendré más sed”.
“El
resultado de aquel encuentro junto al pozo -ha continuado- fue la
transformación de la mujer... Porque cada encuentro con Jesús, nos
cambia la vida, siempre un paso más adelante, un paso más cerca de
Dios. Y así cada encuentro con Jesús nos cambia la
vida.¡Siempre!... En este Evangelio encontramos también nosotros el
estímulo para “dejar nuestro cántaro”, símbolo de todo lo que
aparentemente es importante, pero que pierde valor frente al “amor
de Dios”. Todos tenemos uno o más de uno... ¿Cuál es tu cántaro
interior?, -ha preguntado dirigiéndose a los fieles-, ¿Aquel que te
pesa, aquel que te aleja de Dios? Dejémoslo a un lado y con el
corazón sintamos la voz de Jesús que nos ofrece otra agua que nos
acerca al Señor”.
Francisco ha recordado que “estamos llamados a redescubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana, iniciada en el bautismo y como la samaritana, a dar testimonio a nuestros hermanos de la alegría del encuentro con Jesús; testimoniar la alegría del encuentro. Cada encuentro con Jesús nos cambia la vida. También cada encuentro con Jesús nos llena de alegría, de una alegría interior. Y así el Señor hace estas cosas maravillosas. El Señor sabe actuar en nuestro corazón cuando nosotros somos valientes y dejamos a un lado nuestro cántaro”.
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