Ciudad
del Vaticano, 22 marzo 2014
(VIS).- El Papa Francisco encontró ayer en la iglesia romana de San
Gregorio VII a más de 700 familiares de las víctimas de las mafias
en representación de las 15.000 personas que han perdido a sus
allegados a causa de la violencia mafiosa. A partir de 1996 en toda
Italia el 21 de marzo, primer día de primavera, está dedicado al
recuerdo de las víctimas de las mafias y cada año la asociación
“Libera”, organiza a ese propósito una manifestación en una
localidad diferente; esta vez tendrá lugar en Latina donde hoy se
celebra la XIX Jornada de la Memoria y del Compromiso bajo el lema
“Raíces de memoria, frutos de empeño”.
La
vigilia de oración en la iglesia de San Gregorio se abrió con la
intervención del sacerdote Luigi Ciotti, fundador de “Libera” y
la lectura de los nombres de 900 víctimas de las mafias. Después de
la lectura del evangelio de las Bienaventuranzas, el Papa pronunció
las siguientes palabras:
“Deseo
compartir con vosotros una esperanza, y es ésta: que el sentido de
responsabilidad, poco a poco, venza a la corrupción, en todo el
mundo… Y esto debe comenzar desde dentro, desde las conciencias, y
desde allí sanar, sanar los comportamientos, las relaciones, las
decisiones, el entramado social, de tal forma que la justicia gane
espacio, se expanda, se radique, y ocupe el puesto de la iniquidad”.
“Sé
que sentís con fuerza esta esperanza, y quiero compartirla con
vosotros, deciros que estaré cerca también esta noche y mañana,
en Latina – aunque no pueda ir en persona- estaré con vosotros en
este camino, que requiere tenacidad y perseverancia. En particular,
expreso mi solidaridad a cuantos entre vosotros han perdido a una
persona querida, víctima de la violencia mafiosa. Gracias por
vuestro testimonio, porque no os habéis cerrado, sino abierto;
habéis salido para contar vuestra historia de dolor y de esperanza.
Y esto es muy importante, especialmente para los jóvenes. Quisiera
rezar con vosotros – y lo hago de corazón – por todas las
víctimas de las mafias. Hace pocos días, cerca de Taranto, se
perpetró un crimen que no tuvo piedad ni siquiera de un niño. Pero
al mismo tiempo recemos juntos, todos, pidiendo fuerzas para ir
adelante, para no desalentarnos, sino para continuar luchando
contra la corrupción”.
“Y
siento -improvisó Francisco- que no puedo terminar sin decir una
palabra a los grandes ausentes, hoy, a los protagonistas ausentes: a
los hombres y a las mujeres mafiosos. ¡Por favor, cambiad de vida,
convertíos, dejad de hacer el mal! Rezamos por vosotros. Convertíos:
os lo pido de rodillas; es por vuestro bien. La vida que vivís
ahora no os dará placer, no os dará alegría, no os dará
felicidad. El poder y el dinero que ahora tenéis -fruto de tantos
negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos- es dinero
ensangrentado, es poder ensangrentado, y no os lo llevaréis a la
otra vida. Convertíos todavía os queda tiempo para no terminar en
el infierno. Es lo que os espera si seguís por este camino. Habéis
tenido un padre y una madre: pensad en ellos. Llorad un poco y
convertíos”.
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