Ciudad
del Vaticano, 2 de febrero 2013 (VIS).-A las 17,30 en la festividad
de la Presentación del Señor, Benedicto XVI ha presidido, en la
basílica de San Pedro, la celebración de la Santa Misa con los
miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de
Vida Apostólica. Ofrecemos a continuación amplios extractos de la
homilía pronunciada por el Santo Padre:
“Luz
para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel”. Simeón
define así al Mesías , al final de su canto de bendición. El tema
de la luz (...) está muy presente en esta liturgia, que se ha
abierto con una procesión en que los Superiores y las Superioras
generales de los institutos de vida consagrada(...) llevaban cirios
encendidos. Tal signo, específico de la tradición litúrgica de
esta fiesta, es muy expresivo. Manifiesta la belleza y el valor de la
vida consagrada como reflejo de la luz de Cristo y recuerda la
entrada de María en el Templo: la Virgen María, la Consagrada por
excelencia, llevaba en brazos a la Luz misma (...) venida a
esclarecer las tinieblas del mundo con el amor de Dios”.
“Todos
vosotros estáis representados en esa peregrinación simbólica, que
en el Año de la Fe expresa todavía más vuestro converger en la
Iglesia, para ser confirmados en la fe y renovar la ofrenda de
vuestra persona a Dios (...) En la luz de Cristo, con los múltiples
carismas de vida contemplativa y apostólica, cooperáis en la vida
y la misión de la Iglesia en el mundo. En este espíritu de
reconocimiento y de comunión, os dirijo tres invitaciones para que
podáis pasar plenamente a través de esa “puerta de la fe”,
siempre abierta para vosotros:
“En
primer lugar, os invito a alimentar una fe capaz de iluminar vuestra
vocación. Os exhorto, para ello, a recordar como en una
peregrinación interior, el “primer amor” con que el Señor
Jesucristo ha encendido vuestro corazón, no por nostalgia, sino para
alimentar esa llama. Para conseguirlo es necesario estar con Él, en
el silencio de la adoración y despertar así la voluntad y el gozo
de compartir la vida, las decisiones, la obediencia de fe, la
bienaventuranza de los pobres, el amor radical”.
“En
segundo lugar, os invito a una fe que sepa reconocer la sabiduría de
la debilidad. En los gozos y en las aflicciones del tiempo presente,
cuando la dureza y el peso de la cruz se sienten, no dudéis de que
la kenosis de Cristo es ya una victoria pascual (...) En la sociedad
de la eficiencia y del éxito, vuestra vida, caracterizada por la
“minoridad” y la debilidad de los pequeños, por la empatía con
los que no tienen voz, se convierte en un signo evangélico de
contradicción”.
“En
fin, os invito a renovar la fe que os hace ser peregrinos hacia el
futuro. Por su naturaleza la vida consagrada es peregrinación del
espíritu, en búsqueda de un Rostro que algunas veces se manifiesta
y otras se vela. Que éste sea el anhelo constante de vuestro corazón
y el criterio fundamental que oriente vuestro camino, tanto en los
pequeños pasos cotidianos como en las decisiones más importantes.
No os unáis a los profetas de desventura que proclaman el fin o el
desatino de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más
bien revestiros de Jesucristo y vestiros con las armas de la luz
(...), despiertos y alerta”.
“La
alegría de la vida consagrada pasa necesariamente a través de la
participación en la Cruz de Cristo. Así fue para María Santísima.
El suyo es el sufrimiento del corazón que forma un todo único con
el corazón del Hijo de Dios, traspasado por amor. De aquella herida
brota la luz de Dios. Y también de los sufrimientos, de los
sacrificios y del don de sí mismos, que los consagrados viven por
amor de Dios y de los otros, irradia la misma luz que evangeliza a
las gentes. En esta fiesta, a vosotros consagrados, os deseo que
vuestra vida tenga siempre el sabor de la parresia evangélica, para
que la Buena Noticia sea vivida, testimoniada, anunciada y
resplandezca como Palabra de verdad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario