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lunes, 4 de febrero de 2013

CONSAGRADOS Y CONSAGRADAS: NO OS UNÁIS A LOS PROFETAS DE DESVENTURA

Ciudad del Vaticano, 2 de febrero 2013 (VIS).-A las 17,30 en la festividad de la Presentación del Señor, Benedicto XVI ha presidido, en la basílica de San Pedro, la celebración de la Santa Misa con los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica. Ofrecemos a continuación amplios extractos de la homilía pronunciada por el Santo Padre:

Luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel”. Simeón define así al Mesías , al final de su canto de bendición. El tema de la luz (...) está muy presente en esta liturgia, que se ha abierto con una procesión en que los Superiores y las Superioras generales de los institutos de vida consagrada(...) llevaban cirios encendidos. Tal signo, específico de la tradición litúrgica de esta fiesta, es muy expresivo. Manifiesta la belleza y el valor de la vida consagrada como reflejo de la luz de Cristo y recuerda la entrada de María en el Templo: la Virgen María, la Consagrada por excelencia, llevaba en brazos a la Luz misma (...) venida a esclarecer las tinieblas del mundo con el amor de Dios”.

Todos vosotros estáis representados en esa peregrinación simbólica, que en el Año de la Fe expresa todavía más vuestro converger en la Iglesia, para ser confirmados en la fe y renovar la ofrenda de vuestra persona a Dios (...) En la luz de Cristo, con los múltiples carismas de vida contemplativa y apostólica, cooperáis en la vida y la misión de la Iglesia en el mundo. En este espíritu de reconocimiento y de comunión, os dirijo tres invitaciones para que podáis pasar plenamente a través de esa “puerta de la fe”, siempre abierta para vosotros:

En primer lugar, os invito a alimentar una fe capaz de iluminar vuestra vocación. Os exhorto, para ello, a recordar como en una peregrinación interior, el “primer amor” con que el Señor Jesucristo ha encendido vuestro corazón, no por nostalgia, sino para alimentar esa llama. Para conseguirlo es necesario estar con Él, en el silencio de la adoración y despertar así la voluntad y el gozo de compartir la vida, las decisiones, la obediencia de fe, la bienaventuranza de los pobres, el amor radical”.

En segundo lugar, os invito a una fe que sepa reconocer la sabiduría de la debilidad. En los gozos y en las aflicciones del tiempo presente, cuando la dureza y el peso de la cruz se sienten, no dudéis de que la kenosis de Cristo es ya una victoria pascual (...) En la sociedad de la eficiencia y del éxito, vuestra vida, caracterizada por la “minoridad” y la debilidad de los pequeños, por la empatía con los que no tienen voz, se convierte en un signo evangélico de contradicción”.

En fin, os invito a renovar la fe que os hace ser peregrinos hacia el futuro. Por su naturaleza la vida consagrada es peregrinación del espíritu, en búsqueda de un Rostro que algunas veces se manifiesta y otras se vela. Que éste sea el anhelo constante de vuestro corazón y el criterio fundamental que oriente vuestro camino, tanto en los pequeños pasos cotidianos como en las decisiones más importantes. No os unáis a los profetas de desventura que proclaman el fin o el desatino de la vida consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien revestiros de Jesucristo y vestiros con las armas de la luz (...), despiertos y alerta”.

La alegría de la vida consagrada pasa necesariamente a través de la participación en la Cruz de Cristo. Así fue para María Santísima. El suyo es el sufrimiento del corazón que forma un todo único con el corazón del Hijo de Dios, traspasado por amor. De aquella herida brota la luz de Dios. Y también de los sufrimientos, de los sacrificios y del don de sí mismos, que los consagrados viven por amor de Dios y de los otros, irradia la misma luz que evangeliza a las gentes. En esta fiesta, a vosotros consagrados, os deseo que vuestra vida tenga siempre el sabor de la parresia evangélica, para que la Buena Noticia sea vivida, testimoniada, anunciada y resplandezca como Palabra de verdad”.

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