Ciudad
del Vaticano, 3 de febrero 2013 (VIS).-La meditación dominical del
Santo Padre, antes de rezar el Ángelus, estuvo dedicada al evangelio
de San Lucas que narra el regreso de Jesús a la sinagoga de Nazaret
después de un tiempo de ausencia. Jesús lee una profecía de Isaías
acerca del Mesías y da a entender que se refiere a Él, suscitando
el desconcierto entre sus paisanos que si por una parte lo admiran,
por otra se preguntan: “¿No es éste el hijo de José?”, que es
como decir “¿Pero, a que aspira un carpintero de Nazaret?”.
La
cerrazón de estos últimos confirma el refrán “Nadie es profeta
en su tierra” y Jesús, que conoce a sus paisanos, pronuncia en la
sinagoga frases que “suenan como una provocación. Cita dos
milagros de los grandes profetas, Elías y Eliseo, en favor de
personas que no son israelitas, para demostrar que, a veces, hay más
fe fuera de Israel. Llegados a ese punto, la reacción es unánime:
todos se levantan y lo echan, incluso quieren arrojarlo por un
precipicio, pero Él, con calma soberana, pasa en medio de la gente
enfurecida y se va”.
“¿Por
qué Jesús quiso provocar esa situación? - ha dicho el Papa- Al
principio la gente lo admiraba y quizás habría podido obtener un
determinado consenso… pero justamente ahí está la cuestión:
Jesús no ha venido para buscar el consenso de los hombres, sino –
como dirá al final a Pilatos – para “dar testimonio de la
verdad”. El verdadero profeta no obedece a nadie más que a Dios y
se pone al servicio de la verdad, dispuesto a pagar de persona. Es
verdad que Jesús es el profeta del amor, pero el amor tiene su
verdad. Es más, amor y verdad son dos nombres de la misma realidad,
dos nombres de Dios. En la liturgia de hoy resuenan también estas
palabras de san Pablo: 'El amor (...) no se jacta (...) no busca su
propio interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra
por la injusticia, se complace en la verdad'. Creer en Dios significa
renunciar a los propios prejuicios y acoger el rostro concreto con
que se ha revelado: el hombre Jesús de Nazaret. Y este camino
conduce también a reconocerlo y a servirlo en los demás”.
La
actitud de María, en este sentido, es “iluminadora. ¿Quien otro
tuvo más familiaridad que ella con Jesús? Y en cambio no se
escandalizó nunca como los de Nazaret. Guardaba en su corazón el
misterio y lo acogía cada vez más y siempre de nuevo, en el camino
de la fe, hasta la noche de la Cruz y a la luz plena de la
Resurrección”.
Después
de rezar el Ángelus, el Papa ha recordado que este primer domingo de
febrero se celebra en Italia la "Jornada por la Vida". “Me
uno -ha dicho- a los obispos italianos que en sus mensajes invitan a
invertir en la vida y en la familia, también como respuesta eficaz a
la crisis actual. Saludo al Movimiento por la vida y les deseo éxito
en la iniciativa llamada "Uno de nosotros", para que Europa
sea siempre un lugar en el que cada ser humano se tutele en su
dignidad. Saludo igualmente a los representantes de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Roma, de modo particular a los docentes
de Obstetricia y Ginecología, (...) y los animo a formar a los
agentes sanitarios en la cultura de la vida”.
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