Ciudad
del Vaticano, 5 mayo 2012
(VIS).-La cuestión de la educación religiosa y la formación en la
fe de la próxima generación de católicos en Estados Unidos fueron
los temas elegidos por el Santo Padre en el discurso que dirigió a
los prelados de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados
Unidos (regiones X-XIII), al final de su quinquenal visita “ad
limina”.
El
Papa reconoció, en primer lugar, los progresos de los últimos años
en la mejora de la catequesis y de la revisión de textos para que
sean conformes al Catecismo de la Iglesia Católica. También elogió
los esfuerzos en la adopción de medidas encaminadas a “preservar
el gran patrimonio de las escuelas católicas, primarias y
secundarias, de Estados Unidos, que han sido profundamente afectadas
por los cambios demográficos y el aumento de los costos; y a
garantizar, al mismo tiempo, que la educación que proporcionan
permanezca al alcance de todas las familias, cualquiera que sea su
situación financiera”.
Por
lo que se refiere a la educación superior, diversos obispos habían
señalado al Papa que los colegios y universidades católicas
reconocen cada vez más la necesidad de reafirmar su identidad
distintiva, en la fidelidad a sus ideales fundacionales y a la
misión de la Iglesia al servicio del Evangelio. “No obstante
-comentó el Santo Padre- aún queda mucho por hacer, especialmente
en áreas tan básicas como el cumplimiento del mandato establecido
en el Canon 812 para los que enseñan disciplinas teológicas. La
importancia de esta norma canónica, como expresión concreta de la
comunión eclesial y de la solidaridad en el apostolado educativo de
la Iglesia, se hace aún más evidente si tenemos en cuenta la
confusión creada por los casos de disidencia aparente entre algunos
representantes de las instituciones católicas y el liderazgo
pastoral de la Iglesia: discordias como ésas perjudican el
testimonio de la Iglesia y, como demuestra la experiencia, pueden ser
explotadas fácilmente para comprometer su autoridad y su libertad”.
“No
es exagerado decir que proporcionar a los jóvenes una buena
educación en la fe representa el desafío interno más urgente para
la comunidad católica en vuestro país”, observó el Papa que, a
continuación, sugirió algunas claves para hacer frente a ese reto.
“En
primer lugar -dijo- la tarea esencial de una auténtica educación
(...) no es simplemente la transmisión de conocimientos, por muy
esencial que sea, sino también la de dar forma a los corazones. Hay
una necesidad constante de equilibrar el rigor intelectual en la
comunicación (...) de la riqueza de la fe de la Iglesia con la
formación de los jóvenes en el amor de Dios, la praxis de la moral
cristiana y la vida sacramental, y no menos importante, del cultivo
de la oración personal y litúrgica”.
Por
eso, la cuestión de la identidad católica, también en ámbito
universitario, “implica mucho más que la enseñanza de la religión
o la mera presencia de una capellanía en el campus. A menudo, da la
impresión de que las escuelas y colegios católicos no han logrado
que los estudiantes se reapropien de su fe haciéndola parte de los
emocionantes descubrimientos intelectuales que marcan la experiencia
de la educación superior. El hecho de que tantos nuevos estudiantes
se sientan disociados de la familia, la escuela y los sistemas de
ayuda comunitaria que antes facilitaban la transmisión de la fe,
debe impulsar a las instituciones católicas de enseñanza a crear
nuevas y eficaces redes de apoyo”
En
todos los aspectos de su educación, subrayó el Santo Padre “los
estudiantes deben ser alentados a articular una visión de la armonía
entre fe y razón, capaz de guiarles a lo largo de toda la vida en la
búsqueda del conocimiento y la virtud . En efecto, la fe por su
propia naturaleza, exige una conversión constante y universal a la
plenitud de la verdad revelada en Cristo (...) El compromiso
cristiano con la enseñanza, que hizo nacer las universidades
medievales, estaba basado en la convicción de que el único Dios,
como fuente de toda verdad y bondad, es también fuente del deseo
apasionado del intelecto por saber y del anhelo de la voluntad de
realizarse en el amor”.
“Sólo
desde este punto de vista podemos apreciar la contribución
distintiva de la educación católica, comprometida en una 'diaconía
de la verdad' e inspirada por una caridad intelectual, que sabe que
transmitir la verdad es, en última instancia, un acto de amor. Una
fe que reconoce la unidad esencial de todo el conocimiento, ofrece un
baluarte contra la alienación y la fragmentación que derivan de un
uso de la razón separado de la búsqueda de la verdad y la virtud.
En este sentido, las instituciones católicas tienen un papel
específico que desempeñar para ayudar a superar la crisis actual de
las universidades”.
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