Ciudad
del Vaticano, 7 mayo 2012
(VIS).-El Santo Padre ha recibido hoy en audiencia a los nuevos
reclutas de la Guardia Suiza que prestaron juramento ayer domingo, 6
de mayo, día en el que se recuerda a los 147 soldados de este Cuerpo
que murieron en 1527 para defender al Papa Clemente VII del asalto de
los Lansquenetes.
Tras
saludar a los nuevos reclutas y a sus familiares, así como a los
representantes de las autoridades suizas que los acompañan,
Benedicto XVI ha recordado que las funciones que desempeña la
Guardia Suiza constituyen “un directo servicio al Sumo Pontífice y
a la Sede Apostólica. Por ello, es muy apreciable que los jóvenes
elijan consagrar algunos años de su existencia a la total
disponibilidad al Sucesor de Pedro y a sus colaboradores”.
“Vuestro
trabajo -ha continuado el Papa- se coloca en el marco de una
indiscutible fidelidad al Papa, que se convirtió en heroica en
ocasión del 'saqueo de Roma' de 1527, cuando, el 6 de mayo, vuestros
predecesores sacrificaron su vida. El peculiar servicio de la Guardia
Suiza no podía entonces y tampoco puede ahora cumplirse sin las
características que distinguen a todo componente del Cuerpo: firmeza
en la fe católica, fidelidad y amor a la Iglesia de Jesucristo;
diligencia y perseverancia en las pequeñas y grandes tareas
cotidianas; valor y humildad; altruismo y disponibilidad. De estas
virtudes debe estar lleno vuestro corazón cuando prestáis el
servicio de honor y seguridad en el Vaticano”.
“Estad
atentos los unos a los otros, para ayudaros mutuamente en el trabajo
cotidiano (…) y conservad el estilo de caridad evangélica hacia
las personas que encontráis cada día. En la Sagrada Escritura, la
llamada al amor al prójimo está ligada al mandamiento de amar a
Dios con todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas. Para
donar amor a los hermanos, es necesario acudir al fuego del amor
divino, gracias a momentos prolongados de oración, a la escucha
constante de la Palabra de Dios y a una existencia centrada en el
misterio de la Eucaristía”.
“El
secreto de la eficacia de vuestro trabajo aquí en el Vaticano, y
también de todo proyecto vuestro, es, por tanto, la referencia
constante a Cristo. Muchos de vuestros predecesores han dado
testimonio y se han distinguido no solamente en el cumplimiento de su
trabajo, sino también en su compromiso de vida cristiana. Algunos
han sido llamados a servir al Señor por la vía del sacerdocio o de
la vida consagrada, y han respondido con prontitud y entusiasmo.
Otros han coronado felizmente su vocación conyugal con el sacramento
del matrimonio. Doy gracias a Dios, fuente de todo bien, por los
diversos dones y las misiones tan variadas que os confía, y rezo
para que vosotros, que comenzáis vuestro servicio, podáis responder
plenamente a la llamada de cristo siguiéndolo con fidelidad
generosa”.
“Queridos
amigos -ha dicho el Santo Padre para concluir- aprovechad el tiempo
que transcurriréis en Roma para crecer en la amistad con Cristo,
para amar cada vez más la Iglesia y para caminar hacia la meta de
toda verdadera vida cristiana: la santidad”.
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