Ciudad
del Vaticano, 9 de abril de 2012 (VIS).- Benedicto XVI- que desde
ayer por la tarde transcurre un breve periodo de reposo en Castel
Gandolfo- rezó a mediodía el Regina Coeli, la oración que
sustituye al Ángelus durante el tiempo pascual, con los fieles
reunidos en el patio del palacio apostólico de esa localidad.
“El
primer lunes de Pascua es, en muchos países, un día de vacaciones,
para salir o ir a visitar a los parientes y reunirse con la familia.
Pero me gustaría que en la mente y en el corazón de los cristianos
estuviera presente el motivo de estas vacaciones, es decir, la
resurrección de Jesús, el misterio decisivo de nuestra fe”,
afirmó el Santo Padre.
“El
hecho de la resurrección, en sí mismo, no lo describen los
evangelistas: permanece misterioso, no en el sentido de menos real,
sino de escondido, de algo que está más allá de nuestro
conocimiento: como una luz tan fuerte que no se puede mirar, porque
nos quedaríamos ciegos. Los relatos comienzan, en cambio, al alba
del día siguiente al sábado, cuando las mujeres fueron al sepulcro
y lo encontraron abierto y vacío (…) Después de escuchar al ángel
que les da la noticia de la resurrección, las mujeres, llenas de
temor y alegría, se encontraron con Jesús, se postraron a sus pies
y lo adoraron; y Él les dijo: 'No tengáis miedo; id a anunciar a
mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán'”.
“En
todos los evangelios -comentó el Santo Padre- las mujeres ocupan un
gran espacio en los relatos de las apariciones de Jesús resucitado
como, por otra parte, en los de su pasión y su muerte. En aquellos
tiempos, en Israel, el testimonio de las mujeres no podía tener
valor oficial, jurídico, pero las mujeres tuvieron unos lazos
especiales con el Señor, lo que constituye una experiencia
fundamental para la vida concreta de la comunidad cristiana, y esto
siempre, en cualquier época, no solamente al principio del camino de
la Iglesia”.
El
Papa concluyó recordando que el modelo de esta relación con Jesús,
sobre todo en el misterio pascual, fue María, la Madre del Señor.
“A través de la experiencia transformadora de la Pascua de su
Hijo, la Virgen María, se convierte también en Madre de la Iglesia,
es decir de cada uno de los creyentes y de toda la comunidad”.
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